jueves, 29 de junio de 2017

SOCIEDADES SECRETAS: La Orden Rosacruz

Se llaman Rosacruces, pero no es una organización religiosa, tampoco es un fruto cristiano, por más que consideren a Jesús como Gran Maestro de la Orden. La Antigua y Mística Orden Rosae Crucis, AMORC, cuyos orígenes se remontan al Egipto faraónico, "es un grupo de hombres y mujeres interesados en agotar las posibilidades de la vida mediante el uso sano y sensato de su herencia de conocimientos esotéricos y de las facultades que poseen como seres humanos". Seis millones de ciudadanos tienen que ver con esta secreta y controvertida organización "Hay una historia legendaria y otra moderna de la orden", dice Raymond Bernard, legado supremo de la Rosa Cruz. Lo que no quiere decir que la historia legendaria sea inventada, sino un relato que ellos se cuentan, pese a la perplejidad de los historiadores. Sus orígenes se remontan a las escuelas de los misterios del Egipto faraónico, que eran fraternidades secretas donde se transmitía un saber nada común , más bien secreto, de las leyes y propósitos de la vida. El primer consejo tuvo lugar entre el 28 de marzo y el 4 de abril de 1489 antes de Cristo, jueves por más señas; asistieron nueve fratres y tres sorores, bajo la presidencia de Thutmosis III. Desde entonces data la fraternidad, la Gran Hermandad Blanca. Siempre a cuestas con sus secretos y documentos, la susodicha fraternidad también llegó a Palestina y Jesús de Nazareth fue uno de los suyos: "El nacimiento de Jesús en una familia de gentiles pertenecientes a la comunidad de los esenios de Galilea colmó las esperanzas de la Hermandad, y desde entonces sus internas y externas actividades se centralizaron en el ministerio del Gran Maestro Jesús" dice la historia oficial de la orden. Esta hermandad, nutrida con sedimentos plotinianos y cristianos, contiene en el libro de oro de sus miembros, sorpresas como los nombres de los dominicos Alberto Magno y Giordano Bruno -santo el primero y hereje el otro-, Descartes, Spinozza y Leibnitz, Raimundo Lulio y Cristóbal Colón, Lumunba y Edith Piaff...que se añaden a figuras de la antigüedad como Pitágoras, Plotino o el profeta Elias. La cruz de los rosacruces es su historia moderna. A los enigmas que acechan a todo historiador de una orden secreta hay que añadir una mal intencionada crónica de la literatura profana contra esta institución. Dice, por ejemplo, el Dictionaire Encyclopedique d'Histoire, en la palabra Rosacruz: "Secta que tuvo por origen una mixtificación literaria del pastor protestante alemán J.V.Andreas, quien, para mofarse de los ocultistas, publicó en 1654 una especie de novela titulada La boda mística de Christian Rosencreutz. Narraba las aventuras fantásticas del caballero Christian Rosencreutz... El relato fue tomado en serio por algunos iluminados y comenzó la expansión de los rosacruces. Según esta interpretación, que a los oídos rosacruces suena como una autentica blasfemia, la orden nació en el siglo XVII, tomando como fundador a un personaje, el caballero C.R.C., que nunca existió. Sin embargo, según la historia oficial de la Antigua y Mística Orden de la Rosa Cruz, la realidad es harto distinta. Para recomponer esta historia llena de silencios en el tiempo y de apariciones desparramadas en el espacio, conviene recordar un principio básico de su funcionamiento. Los rosacruces han estado sometidos a una existencia cíclica: 108 años de actividad y 108 de dormición. El despertar, tras el período durmiente, se hace con una ceremonia original: un pregón público donde se anuncia la apertura de una tumba en la que se ha descubierto el cuerpo de un gran maestro, llamado sistemáticamente C.R-C., junto a documentos secretos que otorga a los descubridores de la tumba el poder de reorganizar la orden. El que en el siglo XVII algunos se creyeran el relato del tal Andreas como si el tal Christian Rosencreutz (C.R-C.) fuera un personaje real, lo único que denota es desconocimiento del original humor de estos hombres. Chrístian Rosencreutz que los folletos traducidos al castellano llamaban "un cristiano de la Rosa Cruz", era el nombre ficticio de algún gran maestro de la orden que escribió con ese seudónimo dos folletos - Fama fraternitatis y Confessio Fraternitalis R.C.- que, quizá por la presencia de la imprenta, dio al despertar de la orden en Alemania un eco insospechado: Que los rosacruces no hayan nacido al calor del Christian Rosencreutz, ya ficticio, ya real, sino mucho antes, lo prueba un hecho fehaciente: la existencia demostrada de la organización más secreta de la orden rosacrucista, la Milicia Crucífera Evangélica, muchos años antes del tal Andreas. A principios del siglo XVI, cuando se recrudece, la guerra de religiones, se crean varias sociedades secretas u organizaciones paramilitares para defenderse del abusivo predominio de la Iglesia Católica y favorecer la creciente libertad de pensamiento y culto. Entonces se desempolvó la Milicia Crucífera Evangélica, con la aquiescencia de Enrique IV de Navarra, Isabel I de Inglaterra, el rey de Dinamarca y otros. Esta organización, que en siglos pasados tuvo por objetivo luchar contra el abuso del símbolo de la cruz, erigido en las Cruzadas como hacha de guerra contra el infiel, vino a ser ahora un instrumento de la libertad y tolerancia, siempre preocupada por el "mantenimiento de las genuinas doctrinas secretas de Jesús", según cuentan los modernos rosacrucistas. Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Hoy el aspirante a la orden tiene que "prometer, respetar y obedecer las leyes del país y honrar la bandera bajo cuyos pliegues vive y portarse como útil ciudadano en el mejoramiento de la nación". Quizá este cambio de la beligerancia de antaño por la obediencia civil actual tenga que ver con el hecho de que la Orden Rosacruz lleva ahormándose un par de siglos en los Estados Unidos, desde donde se está exportando a todo el mundo ¿Y qué es exactamente lo que predican? Empezaron siendo alquimistas y buscadores de la piedra filosofal, pero nada tienen que ver, dicen, con la astrología, el espiritismo, la magia negra o Nostradamus, coetáneo de aquel Andreas. "Nosotros nos preocupamos", dice el francés Raymond Bernard, "de responder a estas tres cuestiones: de dónde viene el hombre, qué hace y a dónde va". Pero estos antiguos alquimistas siguen conservando el interés por las ciencias físicas, sin olvidar el arcano de sus conocimientos esotéricos en campos como la psicología o la medicina. Dice, por ejemplo, uno de sus libros oficiales: "La orden posee medios de hacer lo que la ciencia podría llamar milagros y de prestar auxilios en los casos en los que hayan fracasado los demás sistemas o no se hayan comprendido debidamente". De lo que sí están convencidos es que sus conocimientos no son transmisibles convencionalmente, y los no iniciados apenas si llegan a intuir de qué va el asunto. "Ninguno de los tres mil ochocientos y pico libros editados en los últimos años en Europa sobre los Rosacruces llevaba un título o subtítulo que indujese a creer lejanamente que contenían las secretas enseñanzas o las completas enseñanzas y las prácticas y ceremonias de la Orden Rosacruz". Como es imaginable, esta antigua organización mística tiene un propio sistema de enseñanza, que ha merecido los parabienes del Instituto Rockefeller y cuyo principio regidor es no creer mas que lo que se demuestra: "Las enseñanzas rosacruces no filosofan ni exponen aforismos ni principios abstractos, sino que presentan definidas leyes y dan especiales instrucciones para aplicar estas leyes a nuestras diarias necesidades". Claro que requisito para afiliarse es que el candidato "crea firmemente en la existencia de Dios". Por supuesto, afirman, que ninguna de las enseñanzas contradice las de las grandes religiones, aunque tampoco se entiende muy bien cómo se compagina su panteísmo filosófico con el monoteísmo trinitario cristiano. Aunque la Iglesia Católica ha tenido con los rosacruces los mismos recelos que con los masones, ellos señalan que entre sus afiliados hay relevantes personalidades católicas y protestantes.