jueves, 23 de mayo de 2019
EL TESORO MALDITO DE OAK ISLAND: Un enigma por descubrir
Ubicada junto a la costa de Nueva Escocia cerca de Halifax - en la costa este de Canadá - se encuentra Oak Island, un enigmático lugar lleno de mitos y leyendas que guardaría en sus entrañas un fabuloso tesoro. Sorprende que a pesar de su fama y las continuas excavaciones que padeció, en la actualidad este deshabitada, aunque es una propiedad privada, por lo que para visitarla -y mucho más si se quiere hacer algún estudio- se requiere la debida aprobación de sus dueños. Lo otro que llama la atención son los extraños monumentos allí hallados tiempo atrás, relacionados aparentemente con la masonería, o con rituales de ese culto secreto. Envuelta en enigmas, a partir de varias excavaciones realizadas durante más de 200 años, la muerte pareció ser la constante en todas esas travesías, rozadas por tragedias inexplicables. En los primeros años del siglo XIX la leyenda cita el hallazgo de una enigmática excavación, justo enfrente de un árbol de roble. Debido a las características del pozo, y a que se descubrió una piedra tallada en la que se especificaba el supuesto entierro de un tesoro de más de dos millones de libras esterlinas, justo debajo de donde se desenterró una especie de arcón o cofre de madera. Quienes descubrieron el sitio enseguida lo asociaron, por la manera en que estaba marcado y por los elementos utilizados, como una metodología utilizada por ritos de la masonería. Además, conjeturaron que las misteriosas formaciones de piedra y las piezas encontradas en posteriores excavaciones, en especial la denominada Cruz de Nolan, un monumento en forma de cruz que abarca 300 metros, aproximadamente. Sin embargo, el investigador noruego Petter Amundsen expuso tras su expedición en el 2003, que la llamada Cruz de Nolan no representa a una imagen cristiana, sino que se emparenta directamente con el Árbol de la Vida de la Cábala Judía, ya que sería parte de una formación más compleja. En ese sentido, el Árbol de la Vida no debe descartarse con ritos masónicos, a partir del esoterismo judío. Para ello, también cuenta que durante algunas excavaciones efectuadas entre 1805 y 1810 se descubrió un pozo con nueve plataformas realizadas en roble, una madera muy fácil de hallar allí. Al lugar se lo llamó "Pozo del Dinero", en cuyo nivel más bajo se encontró una placa grabada con un mensaje cifrado. Todo esto rememora las ceremonias de iniciación de la masonería: el Santo Arco Real y el Arco Real de Enoc, que se conmemora a partir de una historia hebrea: los judíos descubren una bóveda secreta del Rey Salomón, mientras reconstruían el Templo de Jerusalén (en 534-516 a. C.). Allí descubren una placa de oro en la que aparecía escrito el nombre secreto de Dios. La similitud del relato sobre el Santo Arco Real con la leyenda del pozo de Oak Island es ineludible, porque las similitudes saltan a la vista: el templo de Enoc tenía nueve niveles y en el último fue donde se halló la placa de oro con el nombre secreto del todopoderoso. A partir de esa idea los investigadores se preguntan si la placa encontrada en la perdida isla canadiense no tiene registrado el nombre secreto de Dios. Lo que lleva a pensar que los masones conocieron el sitio y lo utilizaron como el lugar elegido para practicar sus diferentes rituales, incluidos los de la iniciación. Pero ¿qué tipo de tesoro hay? De ser cierto lo de los dos millones de libras esterlinas enterrados, no tendría nada que ver con la masonería, por lo que muchos lo relacionan con el tesoro del capitán William Kidd o Edward Teach (Barbanegra), quienes como recordareis, dijeron que sepultaron sus tesoros "donde nadie más que Satanás y yo mismo pueda encontrarlo", citaron. Y que la isla era ideal como escondite. Otros piensan en un tesoro naval de un galeón español o de tropas británicas de la revolución estadounidense. John Godwin concluyó que, debido al tamaño y complejidad, puede tratarse de una obra de ingenieros navales franceses que ocultaron el tesoro de la Fortaleza de Luisburgo luego de que cayera en poder británico durante la guerra contra Francia. Una tercera teoría habla, sin tantos sustentos, de que allí se habrían escondido unas cuantas joyas de María Antonieta, quien habría ordenado a su doncella tomar algunas de sus posesiones e intentar huir durante la Revolución Francesa. La mujer, que habría escondido todo entre su ropa interior, al llegar a Londres ayudada por oficiales de la marina francesa, luego siguió rumbo a Nueva Escocia, con instrucciones precisas de la reina. Entre los relatos se cita que María Antonieta contrató a la naval francesa para cavar el pozo que poco después habría descubierto Daniel McGinnis en 1795. En tanto, en 1953 se publicó el libro “The Oak Island Enigma: A History and Inquiry Into the Origin of the Money Pit”, de Penn Leary, quien expresa que el filósofo inglés Francis Bacon usó el pozo para ocultar documentos que lo avalan como autor de las obras de William Shakespeare. Otros le atribuyen el supuesto tesoro a la obra de los Caballeros Templarios como su escondite para el Santo Grial o el Arca de la Alianza, que habría sido llevada por esa logia a Escocia, donde la familia noble Sinclair los habría ayudado a esconderlo en aquel remoto lugar. Los relatos sobre excavaciones y potenciales hallazgos se han sucedido desde finales del siglo XVIII, pero todo siempre ha quedado en la nada, o lo que es peor, a muchos la fatalidad los sorprendió. Lo concreto es que varias de las pruebas encontradas ya no se encuentran en el lugar, vueltas a enterrar por las lluvias o bien porque se han perdido. Así, en 1795, Daniel McGinnis, un adolescente de apenas 16 años, descubrió una hondonada circular en el extremo sur de la isla junto a un árbol que tenía marcas de haber sido golpeado con un tecle en una de sus ramas. McGinnis y sus amigos, Anthony Vaughan y John Smith (aunque en otros relatos aparece como Samuel Bal) excavaron hasta encontrarse con una capa de lajas a 30 cm de profundidad. En las paredes del pozo había claras marcas de un pico. Decididos a seguir excavando se toparon con una capa de troncos a 3 m. Y si bien continuaron su búsqueda abandonaron la excavación a 10 m porque, según refirieron, les dio mucho miedo. La Onslow Company volvió al sitio, ya en 1803, y luego de una extensa travesía, con el único objetivo de seguir los datos aportados por Vaughan y con mejor equipamiento, prosiguieron la excavación hasta 27,43 m y encontraron más troncos cada 3 m y capas de carbón, masilla y fibra de coco a 12, 15 y 18 metros. De esta expedición, según un texto, a 27 m los operarios ubicaron una piedra plana con símbolos escritos, y alguien lo tradujo. Aparentemente, cita que "a 14 pies abajo, 2.000.000 de libras esterlinas están enterradas", pero de esa piedra, desaparecida en 1912, no quedaron fotos ni registros de su destino final. El pozo posteriormente se inundó a 10 m de profundidad y no se pudo reducir el nivel del agua, por lo que la excavación fue abandonada. Investigadores de la antigua Truro Company, en 1849, siguieron excavando hasta 26 m de profundidad, produciéndose otra inundación, pero igual continuaron. Según el relato, a los 30 m la perforación atravesó una plataforma de picea, un espacio de 30 cm, 56 cm de algo descrito como "fragmentos metálicos", 20 cm de roble, 56 cm de metal, 10 cm de roble, otra capa de picea y 7 pies de arcilla, sin encontrar nada más. En 1861 la compañía Oak Island Association llegó hasta el fondo del pozo para toparse con una caverna natural, que constituía un enorme peligro para los excavadores. El primer deceso ocurrió al incendiarse el calentador de una bomba y tres años después, la empresa fundió y se retiró. Los siguientes intentos de excavaciones fueron más de seis, entre 1866 y 1959, y todos fracasaron. Otro accidente fatal sucedió en 1887, cuando un obrero encontró la muerte al caer al pozo, pero otros siguieron ese mismo destino. En 1928, el magnate del acero Gilbert Hedden recopiló información escrita e hizo seis viajes a la isla, luego indagó en Inglaterra a Harold Tom Wilkins, autor de Captain Kidd and His Skeleton Island, pensando haber encontrado relación entre la isla del Roble y el mapa del libro de Wilkins. Con una inmensa fortuna, Hedden compró el extremo sur de la isla y empezó a excavar en 1935. Con una profundidad de 50 m - en un área más al sur de lo que se cree fue la excavación de 1897 - encontró varios artefactos, como un hacha, un ancla y un zapapico. Pero para aquel entonces el sitio ya estaba lleno de escombros, y todo se hizo cuestionable. En 1960 la expedición de los Restall terminó en tragedia cuando cuatro hombres fallecieron asfixiados cerca de la playa cala Smith. En 1965, Robert Dunfield empleó una grúa de 70 toneladas para cavar un área de 41 m de profundidad y 30 m de ancho. La tierra removida fue cuidadosamente revisada en busca de objetos. Para transportar la grúa fue necesario construir un camino, que todavía existe, en el extremo oeste de la isla hasta 200 m tierra adentro en el punto de Crandall. Posteriormente Triton Alliance Ltd. (fundada en 1967) compro casi toda la isla. Cuatro años después, los operarios excavaron 72 m con ayuda de un pozo de cimentación de acero hasta un lecho rocoso. Con cámaras introducidas descubrieron los que les parecieron “algunos restos humanos, cunas de madera y herramientas”, pero como las imágenes eran borrosas no se pudo confirmar lo hallado. El pozo luego colapsó por lo que la excavación fue abandonada, aunque luego retomada por presión de sus dueños, alcanzando otro lecho rocoso, pero las labores luego se detuvieron por falta de fondos. Ya en los 90 no prosperaron los intentos de nuevas excavaciones de la Triton y en el 2005 una parte de la isla fue vendida a la Oak Island Tourism Society, que si bien hablaban de turismo, su verdadero objetivo era realizar nuevas exploraciones. En el 2007, cerca de Oak Island fue descubierto un barco hundido que podría ser romano y en su interior una espada ceremonial bien conservada que pudo ser recuperada. J. Hutton Pulitzer, investigador de historia, ayudado por académicos de la Ancient Artifact Preservation Society (‘Sociedad para la Conservación de Antiguos Artefactos’) escribió un artículo en el año 2016 sobre el hallazgo y reveló asimismo otra posible evidencia de que los romanos podrían haber llegado al Nuevo Mundo 1.000 años antes que Cristóbal Colón. El debate sobre esta pieza y sus posibles repercusiones para los libros de historia aún continúa en la actualidad.