jueves, 2 de septiembre de 2021
LA SIRENA DE FIJI: El mito más grande de todos los tiempos
Como sabéis, las leyendas sobre las sirenas se remontan a miles de años y los viajeros del mar todavía mantienen sus ojos abiertos con la esperanza de capturar esta mítica criatura, siendo las más famosas aquellas que están presentes en los mitos de la Antigua Grecia. No es de extrañar que durante el Renacimiento y el Barroco los “restos” de sirenas fueran una pieza usual en los gabinetes de curiosidades, los antecesores de nuestros museos. Una de ellas fue la espantosa sirena de Fiji (un archipiélago ubicado en el sur del océano Pacífico), que se convirtió en un muy popular espectáculo en el siglo XIX y que fue expuesta por primera vez en el año 1842 por P. T. Barnum, un artista y hombre de negocios estadounidense, en el Barnum’s American Museum de Nueva York. Esta curiosa rareza atrajo un gran número de visitantes al museo de Barnum, y da testimonio de su popularidad el hecho de que con posterioridad fueron expuestas otras ‘sirenas de Fiji’ en los EE.UU. y otros países. Habitualmente se cuenta de la sirena original de Barnum se quemó en un incendio declarado en el museo en el que se encontraba expuesta en 1865. No obstante, por aquel entonces la sirena habría estado expuesta en el Museo Kimball de Boston, y sólo habría desaparecido cuando este museo también sufrió un incendio a principios de la década de 1880. Algunos han afirmado asimismo que la sirena fue rescatada del fuego (cualquiera de los dos) y aún se encuentra expuesta a día de hoy en algún otro lugar. La historia de la sirena de Fiji en los EE.UU. da comienzo con la llegada a Nueva York a mediados de julio de 1842 de un inglés conocido por el nombre de ‘Dr. J. Griffin’ (cuyo nombre real era Levi Lyman, uno de los socios de Barnum), supuesto miembro del ‘Liceo Británico de Historia Natural.’ Griffin, al parecer, trajo consigo una de estas ‘sirenas’, de la que se decía que había sido capturada cerca de las islas Fiji, en el Pacífico sur. La noticia de la llegada de Griffin, junto con el extraño espécimen, llegó a oídos de la prensa, y los periodistas acudieron en masa al hotel en el que se alojaba Griffin exigiendo ver a la sirena. Cuando Griffin les permitió echar un vistazo a lo que había traído consigo, los periodistas se convencieron de que era real. P. T. Barnum no tardó mucho tiempo en visitar las oficinas de los periódicos más importantes de Nueva York, donde explicó que había estado intentando convencer a Griffin de que expusiera la sirena en el museo de su propiedad. Por desgracia, el inglés se mostraba reacio a esta propuesta. Al parecer, Barnum ya había preparado con antelación un anuncio publicitario (en el que aparecía un grabado de la típica sirena europea) para promocionar la exhibición de la criatura, y que ahora no le servía de nada, ya que lo que le ofrecían exhibir era un monstruo. Por esta razón, lo cedió a los periódicos, que decidieron realizar copias impresas del anuncio. Se dice que Barnum distribuyó además por su cuenta 10.000 panfletos por toda la ciudad en los que aparecían ilustraciones de ‘seductoras’ sirenas. Todo esto no era más que una estratagema publicitaria, y muy pronto la sirena de Fiji de Griffin se convirtió en un candente y habitual tema de conversación en Nueva York. Finalmente, Griffin accedió a exponer su sirena durante una semana en el Concert Hall de Broadway. La exposición fue todo un éxito de público, y de este modo se permitió a Griffin prorrogarla. Se acordó que también se expondría a la criatura en el Barnum’s American Museum durante un mes. Aparte de la exposición, Griffin también daba conferencias a las multitudes que acudían a ver a la sirena. Lo que la gente veía finalmente en la exposición no era definitivamente una de las sirenas con el pecho desnudo que aparecían en los folletos publicitarios de Barnum. En su lugar, se encontraban con el cadáver bien conservado de una extraña y espantosa criatura que les daba la bienvenida cuando visitaban la exposición. De hecho, se revelaría más tarde que la ‘sirena de Fiji’ era en realidad la mitad superior del cuerpo de un joven mono cosida a la mitad inferior de un pez. Debemos aclarar que la ‘sirena de Fiji’ no era obra de Barnum, ya que este tipo de artículos ya se fabricaban en Asia (Japón e Indias Orientales) desde mucho antes de que el hombre de negocios adquiriese su supuesta sirena. Los investigadores creen que la famosa ‘sirena de Fiji’ fue confeccionada en Japón en torno al año 1810, donde al parecer se trataba de un arte tradicional entre los pescadores. La sirena de Barnum fue comprada por comerciantes holandeses, que a su vez la vendieron a un capitán de navío estadounidense de nombre Samuel Barrett Eades en el año 1822. Eades pagó una gran cantidad de dinero por la sirena, pero no le fue posible hacer fortuna exhibiéndola. Al morir Eades, su hijo heredó la sirena y la vendió a Moses Kimball. Finalmente, Kimball alquiló la sirena a Barnum. Tras estar expuesta durante un mes en el Barnum’s American Museum, la sirena de Fiji comenzó una gira por el sur de los EE.UU., que debió interrumpirse al poco tiempo a causa de un altercado en Carolina del Sur. A su regreso, la sirena de Fiji repartió su tiempo entre el museo de Barnum en Nueva York y el de Kimball en Boston, sus últimos paraderos conocidos. Según una de las teorías, la sirena de Fiji desapareció al declararse un incendio en el museo de Barnum en 1865. Se ha apuntado, no obstante, que por aquel entonces la sirena se encontraba en el museo de Kimball. Por lo tanto, se ha sugerido como alternativa que la extraña criatura sólo desapareció a principios de la década de 1880, cuando el museo de Kimball fue también destruido por el fuego. Otra posibilidad es que la sirena de Fiji sobreviviera de algún modo y acabara en el Museo Peabody de Arqueología y Etnología de Harvard. Aunque este museo alberga una de estas ‘sirenas’ de Fiji, se desconoce si se trata de la original traída por Griffin a los EE.UU. Hay también otros museos del mundo con sirenas de Fiji en exposición, quizás como testimonio de la fascinación del ser humano por estos extraños seres nacidos en la imaginación.