jueves, 20 de junio de 2024
LONG DOG: ¿Solo una siniestra y temible criatura de leyenda?
El estado de Tennessee, en los EE.UU., figura entre el resto del país en cuanto a temas sobrenaturales. En sus rincones nunca faltan historias sobre lugares macabros, influencia de apariciones, criaturas extrañas vagando por los bosques y pantanos, fantasmas vengativos en busca de sangre y espíritus de asesinos en serie que aun buscan víctimas. Un lugar sin duda muy “pintoresco”. Sin embargo, la historia que más destaca en su folcklore es una que hace referencia a un ente paranormal diferente, algo que los habitantes locales han apodado “Long Dog” (Perro grande, en traducción libre). En medio de las carreteras que cortan a Tennessee, flanqueando los bosques tupidos y las regiones pantanosas, tan estériles y densas que todavía hay algunas sin explorar, se guardan historias muy antiguas. El Long Dog es una de estas. El primer registro moderno de este ser se hizo en un periódico de la ciudad de Knoxville hace más de 160 años, concretamente en el año de 1847. El escrito daba fe de un cuerpo horriblemente mutilado que había sido encontrado en las inmediaciones de un pantano. El cadáver, encontrado en un camino por unos viajeros, había sido cortado y mordido hasta el punto de quedar casi irreconocible. Si bien las autoridades responsabilizaron a los bandidos por el horrible crimen, los testigos se empezaron a preguntar si aquello no había sido obra de Long Dog. Para el año 1888, en la región de Piney Flats, en el condado de Sullivan, sucedió algo con las mismas características que lo de Knoxville. Dos cuerpos, pertenecientes a un hombre y una mujer, fueron localizados en las proximidades de un camino que rodeaba un pantano. Los dos parecían haber sido atacados por perros salvajes (apodados mongrels) dada la cantidad de heridas hechas con mordidas y garras que habían quedado impresas sobre los cadáveres. Nuevamente, la sospecha fue que habían sido asesinados por ladrones y que posteriormente una jauría de perros había encontrado los restos. Pero no fue eso lo que indicó el examen de los restos. Las evidencias forenses apuntaron a que ambos habían sido asesinados por perros, o por sólo un perro, ambos con feroces mordidas en el cuello. La prensa exigió que se tomaran acciones urgentes. Un ataque de perros salvajes no podía tener lugar en una región que se hacía llamar civilizada, mucho menos ataques con víctimas fatales. Las autoridades convocaron a cualquier interesado como delegados temporales, a cada uno de los cuales se les pagarían 15 centavos por cada perro salvaje abatido. Básicamente todo aquel que tenía entre manos un fusil respondió al “llamado cívico” y una gran cantidad de animales fueron muertos. Pese a la campaña, se extendió el rumor de que el responsable por las muertes no era un mongrel, mucho menos una jauría, sino un único animal, el Long Dong. Hay otros relatos parecidos que suceden hasta nuestros días, muertes inexplicables que acaban siendo atribuidas a esta entidad sobrenatural. La leyenda sobre esta criatura se encuentra profundamente arraigada en el folclore de sur de los EE.UU. Unidos y se extiende por varios estados, siendo más ampliamente divulgada en Tennessee. Esta tuvo su origen entre los nativos americanos que habitaban la región, mucho antes de la llegada de los primeros colonos. Los indios Cherokee llamaron a este monstruo “Oolonga-daglalla“, que puede ser traducido como “espíritu con dientes afilados”. Se le consideraba una especie de monstruo que vagaba por las praderas siguiendo el curso de los ríos o descansando temporalmente en los pantanos. El sonido de su rugido podía ser escuchado durante la noche, un largo lamento que helaba la sangre en las venas de quien lo escuchaba. Este espíritu, según la leyenda, odiaba a muerte a los humanos, siendo una fuerza primal de venganza y salvajismo, un depredador feroz que cazaba y mataba a quien se cruzaba en su camino. Para algunos chamanes este ser simbolizaba la venganza de la naturaleza y de los animales cazados por el hombre. Con el paso del tiempo, el nombre fue corrompido por los blancos dejando de ser “Oolonga-daglalla” y pasando a ser llamado “Long Dog”. El nombre se incrustó perfectamente en el inconsciente colectivo de los colonos, y parecía adecuado a los ojos de aquellos que alegaban haber visto a la creatura y sobrevivido a la experiencia. Long Dog es descrito como un animal extremadamente rápido que saltaba a grandes distancias mientras corría sobre cuatro patas. Siempre que saltaba lograba caer de pie o alcanzar una presa tan velozmente que resultaba inútil intentar escapar. Cuando el monstruo elegía un objetivo nunca lo perdía de vista, incluso si este intentaba escapar corriendo entre otras personas, la creatura jamás cambiaba de elección. Las leyendas cuentan que el animal capturaba a sus presas y las torturaba con sus afiladísimas garras, causando dolorosas heridas, pero lo suficientemente leves como para mantenerlas con vida. Luego de rasgar la carne de la víctima, el monstruo se deleitaba lamiendo la sangre que escurría de las heridas. A veces, el ser llegaba al punto de dejar que la presa escapara fingiendo desinterés, solamente para emprender una nueva persecución, capturarla y atormentarla una vez más. Cuando finalmente se cansaba de juguetear, Long Dog simplemente mataba, generalmente con una mordida lacerante en el cuello. A diferencia de otros animales salvajes, el Long Dog no mataba para alimentarse o defender su territorio. Todo lo contrario, el ser sentía un placer casi humano en la caza y con la masacre de sus víctimas. Los Cherokee le temían de tal manera que evitaban ciertas partes del bosque y colocaban símbolos de protección en la corteza de los árboles a fin de mantenerlo alejado. Aquel que sufría heridas, pero lograba escapar del monstruo, era expulsado de la tribu, pues era cuestión de tiempo hasta que el Oolonga-Daglalla regresara a terminar el trabajo. Los cazadores marcados por el monstruo recibían un cuchillo o una lanza y eran obligados a adentrarse en el bosque donde debían permanecer por 7 días. Si en ese periodo el monstruo no los atacaba, entonces podían regresar, sabiendo que estaban relativamente seguros. Según la descripción tradicional, el Long Dog sería un animal de grandes dimensiones, con entre 1.50 y 1.80 m de largo, las mismas dimensiones que una pantera o puma. Su cuerpo sería musculoso y ágil, las patas traseras muy largas y la cabeza relativamente pequeña, con hocico plano y orejas levantadas. En comparación, la boca sería extremadamente grande, repleta de dientes afilados. Long Dog era una mezcla de Wolverine, pantera y lobo, con las peores características de cada uno de estos. Peor aún, según la tradición, los ojos de la bestia, de un color rojo amarillento, brillaban en la oscuridad como dos brasas incandescentes. El aliento del monstruo tendría un característico olor a azufre que podía cegar. Su pelaje era muy ralo, bastante pegado al cuerpo, con una característica brillante y aceitosa, casi fluida. Los rastros que dejaban cuando eran encontrados, evidenciaban una pata colosal dotada de enormes garras. Pero las historias sobre Long Dog no están limitadas a sus habilidades como depredador y asesino. Las leyendas cuentan que la creatura también tenía capacidades sobrenaturales. Esta sería capaz de asumir una forma incorpórea (Los Cherokee decían que se transformaba en humo) y de esa manera podía atravesar los árboles, la vegetación y hasta surgir directamente del suelo o en el propio aire. Para otros tenía la capacidad de hacerse invisible o al menos mimetizarse en la naturaleza de tal forma que no podía ser visto, hasta que ya era demasiado tarde. Otra horrible capacidad de Long Dog implicaba poder esclavizar a aquellos a quienes mató o de quien probó su carne y sangre. Algunas veces, la victima de Long Dog simplemente desaparecía y nada era encontrado en el lugar del ataque más que un hedor a azufre, tierra removida y rastros de sangre. Según la leyenda, Long Dog era capaz de devorar el espíritu de su presa y luego de masticarlo, devolver su cuerpo hecho de pedazos. Como resultado, la víctima se levantaba y era capaz de andar nuevamente, aunque queda claro que no se trataba ya de una persona, sino de una abominación ni viva ni muerta. En esta condición, la víctima se volvía incontrolable y peligrosa. Como impulsada por una furia ciega, arremetía contra cualquiera que se cruzara en su camino, intentando morder y rasguñar. En las descripciones del pueblo Cherokee, la víctima ya no era una persona, sino un “esclavo de la rabia”, que gradualmente se iba haciendo menos humano hasta convertirse en una cosa perversa con ojos sangrientos, boca babeante y que andaba sobre las cuatro extremidades. Al respecto, existe una relación entre la leyenda de Long Dog y las historias macabras relatadas sobre el Túnel Sensabaugn. Una de estas historias hace mención de que durante la construcción del túnel fueron contratados muchos obreros inmigrantes, chinos e italianos, principalmente. Como sucedía casi siempre en esa época, las condiciones del trabajo eran inhumanas y los accidentes eran bastante frecuentes en el lugar de la construcción. Según la leyenda urbana, uno de estos “accidentes”, en el cual varios obreros fueron victimados (tres según algunas versiones) estaría relacionado a “Long Dog”. Cuando el túnel estaba siendo construido en el año 1920, la región estaba bastante aislada y para facilitar el progreso, los empleados montaron un campamento y dormían en el lugar en tiendas de campaña improvisadas. Hay rumores de que los obreros escucharon en repetidas ocasiones ruidos extraños en las inmediaciones, aullidos y rasguños, además percibían un olor a azufre que dejó a los hombres con los nervios de punta. No tardó mucho tiempo para que los trabajadores supieran de la leyenda de Long Dog y empezaran a tener miedo de salir del campamento. Algunos renunciaron al trabajo, pero otros persistieron creyendo que aquello no pasaba de una simple superstición y locura de los nativos que hacía mucho tiempo habían partido. Pese a esto, cada noche encendían una fogata que se quemaba hasta el amanecer. A pesar de las historias, el trabajo continuó hasta meses posteriores, el túnel quedó listo y sólo faltaban algunos detalles para que fuera inaugurado. La mayoría de los obreros fueron liquidados, y aliviados se llevaron su dinero y abandonaron el lugar. Algunos pocos hombres se quedaron para concluir los detalles que faltaban. La tragedia sucedió una noche, cuando los hombres que permanecieron en el campamento estaban distraídos y con la guardia baja. Dicen que el capataz de la construcción los había consentido con una caja de cerveza que bebieron sin medida olvidándose de encender el fuego. La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta… A la mañana siguiente, el capataz se dirigió al campamento y se encontró con algo espeluznante, una verdadera masacre que evocaba a los sangrientos ataques que los colonos sufrían a manos de los nativos. Los hombres no sólo habían sido asesinados, sus cuerpos fueron salvajemente desmembrados. El capataz regresó a la ciudad y buscó a los responsables de la obra, entre los cuales se encontraba el Sr. Sensabaugn, quien lo acompañó hasta el lugar, junto con algunos hombres de su entera confianza. Constataron la tragedia y quedaron pasmados por la barbarie del ataque y por el hedor residual de azufre que permeaba todo el sitio. Sensabaugn, sin embargo, era un hombre demasiado práctico: sabía que la construcción no podía permitirse un retraso, y un escándalo de aquella magnitud sería un verdadero problema. También sabía que los muertos eran inmigrantes, hombres sin familia cuya falta no sería sentida por nadie. Argumentando que los perros salvajes eran los responsables, el ingeniero ordenó que los hombres levantaran los restos y los cargaran hasta el túnel. En el interior había una parte profunda que debía ser sellada con concreto. Fui allí donde Sensabaugn habría ordenado en secreto a los hombres que sepultaran a los muertos. Dice la leyenda que aquellas victimas de Long Dog no se quedaron confinadas a aquel sitio. Los cuerpos fueron obligados a levantarse como “esclavos de la rabia” y encontraron una manera de escapar de su confinamiento para causar más tristeza. Y de alguna manera esto se cumplió… ¿Habría el Oolonga-daglalla liberado a los “esclavos de la rabia” para que fueran en busca de venganza? ¿Serian estos muertos-vivientes los responsables por las tragedias que transformaron en leyenda urbana el área, contribuyendo a la fama del Túnel Sensabaugn? ¿El vagabundo que robó el bebé del Sr. Sensabaugn y lo arrojó a un hoyo del túnel podría ser algo más que sólo un vagabundo? O quien sabe, quizá la masacre sucedida en la casa de los Sensabaugn podría haber sido causada por otra persona. ¿Quién puede saber dónde inicia una leyenda urbana y comienza la verdad? En este caso, existen muchas historias y lamentablemente ninguna con final feliz.