jueves, 29 de junio de 2023
AVI LOEB: “Si el Pentágono tiene naves alienígenas debe compartir la información con el mundo”
Hace un par de semanas se dio a conocer la noticia proporcionada por un ex-oficial de inteligencia estadounidense, quien asegura que su país posee partes intactas de OVNIS y los viene estudiando para intentar sacar de esas naves toda la tecnología que pueda, especialmente armas. Al respecto, el astrofísico de Harvard Avi Loeb - autor del bestseller Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth, coautor del libro de texto Life in the Cosmos , ambos publicados en el 2021 y cuyo nuevo libro, titulado Interstellar, tiene prevista su publicación en agosto del 2023 - analiza dichas declaraciones y nos da su opinión acerca del tema: “La frecuencia de detección de los dos primeros meteoros interestelares, IM1 e IM2, en el catálogo CNEOS de la NASA implica que objetos a escala de un metro procedentes del espacio interestelar impactan contra la Tierra dos veces por década. A lo largo de la vida de la Tierra, se produjeron mil millones de impactos de este tipo. ¿Podemos rescatar materiales de los lugares donde se estrellaron? Las agencias de inteligencia y defensa del Gobierno de los EE.UU. se encargan de identificar los objetos que caen del cielo, ya que algunos se pueden tratar de globos espía, drones o misiles enviados por naciones adversarias. Por lo tanto, es concebible que el Gobierno haya adquirido materiales de los lugares donde se estrellaron todos los anteriores, incluidos los objetos interestelares. Tales sucesos dan credibilidad al informe del denunciante David Grusch, que actuó como representante en el Grupo de Trabajo FANI [Fenómenos Aéreos No Identificados] y codirigió el análisis FANI. Grusch afirma que el Gobierno estadounidense, sus aliados y los contratistas de defensa llevan décadas recuperando objetos extraterrestres de origen no humano. La pregunta que queda es cómo sabría el gobierno que un accidente tiene un origen exótico. Al fin y al cabo, los gobiernos extranjeros podrían probar tecnologías sorprendentes. Además, los objetos interestelares podrían proceder de entornos astrofísicos naturales muy distintos del sistema solar, como los materiales expulsados por la explosión de estrellas o la fusión de estrellas de neutrones, muy enriquecidos en isótopos raros de elementos pesados. Si los materiales recuperados implican un objeto reliquia que mantuvo alguna estructura tecnológica, entonces se puede descartar un origen astrofísico natural. Y si el equipo puede ser sometido a ingeniería inversa para sugerir que representa tecnologías que superan las capacidades humanas, entonces el origen tecnológico extraterrestre ganaría tracción. En el escenario más probable, los lugares del impacto estarían relacionados a equipos que dejaron de funcionar antes de impactar contra la Tierra, es decir, basura espacial interestelar. Un ejemplo relevante será la colisión de la nave espacial New Horizon con un exoplaneta que ocurrirá dentro de mil millones de años. En tales circunstancias, la velocidad de impacto en nuestro planeta sería superior a la velocidad de escape de la Tierra, 11 kilómetros por segundo, lo que implica una liberación de energía por unidad de masa de un orden de magnitud superior a la del TNT. Un objeto del tamaño de una persona liberaría tanta energía como la bomba atómica de Hiroshima. Las rocas naturales de este tamaño impactan contra la Tierra desde el sistema solar una vez al año. Los meteoritos de menor tamaño suelen arder a decenas de kilómetros de altura en la atmósfera, dando lugar a una gigantesca bola de fuego como resultado de su fricción con el aire. Un accidente podría dejar tras de sí un objeto reliquia, ya sea si el objeto inicial era lo suficientemente grande como para no evaporarse completamente en polvo o si el objeto estaba tecnológicamente diseñado para resistir la entrada en la atmósfera. El volumen del cráter depende de la energía del impactador, que es igual a la masa del impactador multiplicada por el cuadrado de su velocidad de impacto. La mejor manera de identificar el origen interestelar de un objeto es medir su velocidad para que sea mayor que la velocidad de escape del Sol, que es de 42 kilómetros por segundo a la separación de la Tierra del Sol. La velocidad no puede deducirse de los cráteres y debe medirse a partir de la bola de fuego antes del impacto. Por cada objeto interestelar, la Tierra recibe cientos de impactos de rocas del sistema solar del mismo tamaño. Separar los objetos interestelares de las rocas conocidas del sistema solar es, por tanto, una tarea muy difícil. Además de este reto de identificación, existe la posibilidad de que algunos objetos de la nube de Oort se hayan intercambiado con estrellas pasajeras y puedan impactar contra la Tierra. El primer objeto interestelar para el que se midió una velocidad superior al valor necesario para escapar del Sistema Solar es IM1, cuya bola de fuego fue detectada por el Gobierno estadounidense el 8 de enero del 2014. Este objeto de medio metro de tamaño era más duro en resistencia material que todos los demás 272 meteoros del catálogo CNEOS de la NASA, y fue reconocido formalmente como de origen interestelar con el 99,999% de confianza en una carta oficial del Comando Espacial de EEUU a la NASA el 1 de marzo de 2022. En un artículo de descubrimiento de IM1 con Amir Siraj, demostramos que este primer meteoro interestelar reconocido se movía fuera del sistema solar más rápido que el 95% de todas las estrellas en las proximidades del Sol. La posibilidad de que IM1 se beneficiara de propulsión tecnológica desde el principio, y el hecho de que fuera más duro que todas las rocas espaciales conocidas, sugieren que puede haber sido de origen artificial. Es más, en estos momentos dirijo una expedición del Proyecto Galileo al Océano Pacífico para descubrir si IM1 era una nave de una civilización extraterrestre. Basándome en la energía de la bola de fuego de IM1, calculé en un artículo con mis estudiantes, Amory Tillinghast-Raby y Amir Siraj, que el objeto probablemente se desintegrara en diminutas esférulas, que nuestro equipo de búsqueda encontraría con un trineo magnético o un dispositivo de esclusa. Una vez recuperados los materiales del meteorito, tenemos previsto llevar la muestra al Observatorio del Harvard College y analizar su composición con instrumentos de diagnóstico de última generación. En contraste con la historia relatada por David Gursch, los descubrimientos científicos del Proyecto Galileo estarán abiertos al público. Cualquier conocimiento científico sobre nuestro entorno cósmico debe ser compartido por todos los humanos porque no se atiene a fronteras nacionales. Todos debemos saber si tenemos vecinos para adaptarnos a la realidad interestelar que nos rodea. Este conocimiento es esencial para guiar la supervivencia de la humanidad a largo plazo. Si en el 2024 salen a la luz pruebas irrefutables de la existencia de una reliquia tecnológica procedente de una civilización extraterrestre, esta revelación debería incluirse en el discurso sobre el Estado de la Unión de Joe Biden para el 2024 con la siguiente frase: ‘Compatriotas terrícolas, no estamos solos’ ¿Llegara a hacerlo?" puntualiza la nota. Es de presumir que así se encuentren pruebas irrefutables de la existencia de la vida extraterrestre, trataran de mantenerlo oculto, como siempre lo han hecho. Ni al gobierno estadounidense ni mucho menos a la NASA se les puede creer una sola palabra.