jueves, 22 de junio de 2023
LA MALDICIÓN DEL TITANIC: ¡Dejad descansar a los muertos!
Con motivo de la desaparición el domingo de un mini sumergible perteneciente a una empresa estadounidense que hace negocios con los restos del Titanic - hundido en el océano Atlántico frente a las costas de Terranova en 1912 - transportando a millonarios pasajeros para visitar el fondo marino donde yacen los restos del mítico navío, (quienes según la Guardia Costera de los EE.UU., perecieron este jueves como producto de una “implosión catastrófica” que destruyo el sumergible), vuelve a resurgir con fuerza una vieja maldición contra todos aquellos que perturban el descanso de los muertos, sacando provecho económico de la tragedia. En efecto, a 111 años de su naufragio, volvemos a hablar sobre el Titanic, con motivo de una nueva tragedia derivada de la que aconteció aquella lejana madrugada de abril del año 1912 en la que murieron más de 1.500 personas. Ahora, lo sucedido con el Titán, es solo un episodio más de la sucesión de infortunios que forman parte de la leyenda negra del Titanic, hasta el punto de que muchos emplean el término "maldición". De hecho, ya antes de su primer y último viaje, en el cual impactó contra un iceberg, hubo una serie de presagios que provoca escalofríos conocer con la perspectiva de la historia. Las primeras muertes relacionadas con el Titanic no se produjeron cuando el barco se hundió en el Océano Atlántico, sino incluso antes de que finalizase su construcción. Fue un proyecto muy ambicioso para crear el buque de pasajeros más grande del mundo, y su proceso de construcción en Belfast, en los astilleros de Harland & Wolff, fue largo y complicado. Como mínimo, ocho obreros murieron en aquellos trabajos, de los cuales se recuerda el nombre de cinco: Samuel Scott, John Kelly, William Clarke, James Dobbin y Robert Murphy. Si visitáis el puerto de Belfast, podréis ver que hay una placa en homenaje a ellos. Aquellos primeros fallecidos en relación con el Titanic encontraron la muerte en diversos accidentes laborales: caídas, aplastamientos, neumonías, etc. Eso sí, hay que tener en cuenta que por aquella época las condiciones laborales eran extremadamente precarias y apenas había prevención de riesgos alguna, y por desgracia los accidentes mortales en el trabajo no eran tan inusuales. Aun así, llama la atención que tantos obreros falleciesen en accidentes diferentes y fortuitos. Además, aquello no fue todo, porque también se sigue comentando otro oscuro presagio que ocurrió antes de que el barco zarpase: el incendio en uno de los depósitos de carbón del Titanic, que se produjo varios días antes de iniciar el viaje, y que sorprendentemente seguía activo incluso en el momento de comenzar la travesía, ya que no consiguieron extinguirlo hasta que el barco se encontraba ya avanzando por el océano. De hecho, hay quienes creen que este fuego fue una de las causas principales del hundimiento al reducir la integridad estructural del casco y aumentar los daños del golpe del iceberg, o que el intento de extinguirlo alimentando la caldera fue lo que provocó que el barco fuese tan rápido y acabase colisionando. Aunque otros expertos niegan ese tipo de teorías, no hay duda de que como mínimo fue un presagio muy sombrío zarpar con un incendio activo a bordo. Otra de las historias más oscuras que hay en torno a la maldición del Titanic es la conocida como momia de la mala suerte, a la que acusan de haber traído consigo el infortunio que desembocó en la tragedia del naufragio. No está claro qué hay de verdad y qué hay de leyenda en este asunto, pero es totalmente real que la momia existe y actualmente se encuentra expuesta en el Museo Británico de Londres. Aunque en realidad no es una momia como tal, sino una cubierta de madera y yeso que servía como tabla de una momia. Cuentan que el periodista William T. Stead, que iba a bordo del Titanic, narró una historia de miedo para impresionar el resto de caballeros en la sala de fumadores. Les habló de esta "momia de la mala suerte", cuyo sarcófago representa a una sacerdotisa del dios Amón Re, y que fue adquirida en el siglo XIX por un viajero inglés en Egipto, que la compró mediante contrabando a unos ladrones de tumbas. Tras la adquisición, el viajero y sus amigos empezaron a pensar que la momia estaba maldita por la sucesión de infortunios que empezaron a padecer: él mismo perdió el brazo como consecuencia de un disparo accidental, uno de sus acompañantes se perdió en el desierto y no se le volvió a ver, otro contrajo una grave enfermedad, y hubo quien perdió su fortuna y acabó arruinado. Posteriormente, la momia pasó a manos de la hermana de uno de estos desdichados, en cuya casa también empezaron a acontecer diversos infortunios hasta que la señora, convencida de que la momia maldita era la causante de los males, decidió deshacerse de ella y donarla al Museo Británico. La cosa no acabó ahí, porque Stead también aseguraba que en el propio museo siguió siendo fuente de desgracias, entre ellas las muertes de un fotógrafo que quiso hacer un retrato de la reliquia y un periodista que se atrevió a hablar de la historia de la momia maldita. Tras contar este terrorífico relato entre el humo de la sala de fumadores del Titanic, William T. Stead soltó el inquietante giro final de la historia: la momia de la mala suerte se encontraba entre ellos, a bordo del barco, ya que un nuevo propietario estadounidense la había adquirido. Cuando el Titanic se hundió, algunos debieron acordarse de ello, y vieron la mano negra de la momia en el desastre. La leyenda también cuenta que, tras el hundimiento, la momia quedó a flote y fue rescatada, tras lo cual volvió a ser enviada a Inglaterra en otro barco que también se hundió, y que posteriormente llegó al emperador alemán Guillermo II poco antes de empezar la Primera Guerra Mundial, en cuyo origen también estaría involucrada. En cualquier caso, desde el Museo Británico aseguran que la momia de la mala suerte “nunca llegó a subir a bordo del Titanic” y, como decíamos, no está claro qué partes de esta leyenda pueden tener algo de real. Lo que no dicen es que paso con el cuerpo ya que como detallamos líneas arriba, lo que se exhibe actualmente en el Museo es solo el sarcófago y no la momia. ¿Qué paso con ella? En cuanto a los pasajeros del Titán, sin proponérselo ¿habrán pasado a engrosar la lista de muertos de la nave, víctimas de la maldición que lo envuelve? Aun no lo sabemos... Con motivo de la desaparición el domingo de un mini sumergible perteneciente a una empresa canadiense que hace negocios con los restos del Titanic - hundido en el océano Atlántico frente a las costas de Terranova en 1912 - transportando a millonarios pasajeros para visitar el fondo marino donde yacen los restos del mítico navío, (y de los cuales no se sabe nada hasta el momento , aunque a estas alturas ya se les acabó el oxígeno), vuelve a resurgir con fuerza una vieja maldición contra todos aquellos que perturban el descanso de los muertos, sacando provecho económico de la tragedia. En efecto, a 111 años de su naufragio, volvemos a hablar sobre el Titanic, con motivo de una nueva tragedia derivada de la que aconteció aquella lejana madrugada de abril del año 1912 en la que murieron más de 1.500 personas. Ahora, lo sucedido con el Titán, es solo un episodio más de la sucesión de infortunios que forman parte de la leyenda negra del Titanic, hasta el punto de que muchos emplean el término "maldición". De hecho, ya antes de su primer y último viaje, en el cual impactó contra un iceberg, hubo una serie de presagios que provoca escalofríos conocer con la perspectiva de la historia. Las primeras muertes relacionadas con el Titanic no se produjeron cuando el barco se hundió en el Océano Atlántico, sino incluso antes de que finalizase su construcción. Fue un proyecto muy ambicioso para crear el buque de pasajeros más grande del mundo, y su proceso de construcción en Belfast, en los astilleros de Harland & Wolff, fue largo y complicado. Como mínimo, ocho obreros murieron en aquellos trabajos, de los cuales se recuerda el nombre de cinco: Samuel Scott, John Kelly, William Clarke, James Dobbin y Robert Murphy. Si visitáis el puerto de Belfast, podréis ver que hay una placa en homenaje a ellos. Aquellos primeros fallecidos en relación con el Titanic encontraron la muerte en diversos accidentes laborales: caídas, aplastamientos, neumonías, etc. Eso sí, hay que tener en cuenta que por aquella época las condiciones laborales eran extremadamente precarias y apenas había prevención de riesgos alguna, y por desgracia los accidentes mortales en el trabajo no eran tan inusuales. Aun así, llama la atención que tantos obreros falleciesen en accidentes diferentes y fortuitos. Además, aquello no fue todo, porque también se sigue comentando otro oscuro presagio que ocurrió antes de que el barco zarpase: el incendio en uno de los depósitos de carbón del Titanic, que se produjo varios días antes de iniciar el viaje, y que sorprendentemente seguía activo incluso en el momento de comenzar la travesía, ya que no consiguieron extinguirlo hasta que el barco se encontraba ya avanzando por el océano. De hecho, hay quienes creen que este fuego fue una de las causas principales del hundimiento al reducir la integridad estructural del casco y aumentar los daños del golpe del iceberg, o que el intento de extinguirlo alimentando la caldera fue lo que provocó que el barco fuese tan rápido y acabase colisionando. Aunque otros expertos niegan ese tipo de teorías, no hay duda de que como mínimo fue un presagio muy sombrío zarpar con un incendio activo a bordo. Otra de las historias más oscuras que hay en torno a la maldición del Titanic es la conocida como momia de la mala suerte, a la que acusan de haber traído consigo el infortunio que desembocó en la tragedia del naufragio. No está claro qué hay de verdad y qué hay de leyenda en este asunto, pero es totalmente real que la momia existe y actualmente se encuentra expuesta en el Museo Británico de Londres. Aunque en realidad no es una momia como tal, sino una cubierta de madera y yeso que servía como tabla de una momia. Cuentan que el periodista William T. Stead, que iba a bordo del Titanic, narró una historia de miedo para impresionar el resto de caballeros en la sala de fumadores. Les habló de esta "momia de la mala suerte", cuyo sarcófago representa a una sacerdotisa del dios Amón Re, y que fue adquirida en el siglo XIX por un viajero inglés en Egipto, que la compró mediante contrabando a unos ladrones de tumbas. Tras la adquisición, el viajero y sus amigos empezaron a pensar que la momia estaba maldita por la sucesión de infortunios que empezaron a padecer: él mismo perdió el brazo como consecuencia de un disparo accidental, uno de sus acompañantes se perdió en el desierto y no se le volvió a ver, otro contrajo una grave enfermedad, y hubo quien perdió su fortuna y acabó arruinado. Posteriormente, la momia pasó a manos de la hermana de uno de estos desdichados, en cuya casa también empezaron a acontecer diversos infortunios hasta que la señora, convencida de que la momia maldita era la causante de los males, decidió deshacerse de ella y donarla al Museo Británico. La cosa no acabó ahí, porque Stead también aseguraba que en el propio museo siguió siendo fuente de desgracias, entre ellas las muertes de un fotógrafo que quiso hacer un retrato de la reliquia y un periodista que se atrevió a hablar de la historia de la momia maldita. Tras contar este terrorífico relato entre el humo de la sala de fumadores del Titanic, William T. Stead soltó el inquietante giro final de la historia: la momia de la mala suerte se encontraba entre ellos, a bordo del barco, ya que un nuevo propietario estadounidense la había adquirido. Cuando el Titanic se hundió, algunos debieron acordarse de ello, y vieron la mano negra de la momia en el desastre. La leyenda también cuenta que, tras el hundimiento, la momia quedó a flote y fue rescatada, tras lo cual volvió a ser enviada a Inglaterra en otro barco que también se hundió, y que posteriormente llegó al emperador alemán Guillermo II poco antes de empezar la Primera Guerra Mundial, en cuyo origen también estaría involucrada. En cualquier caso, desde el Museo Británico aseguran que la momia de la mala suerte “nunca llegó a subir a bordo del Titanic” y, como decíamos, no está claro qué partes de esta leyenda pueden tener algo de real. Lo que no dicen es que paso con el cuerpo ya que como detallamos líneas arriba, lo que se exhibe actualmente en el Museo es solo el sarcófago y no la momia. ¿Qué paso con ella? En cuanto a los pasajeros del Titán, sin proponérselo han pasado a engrosar la lista de muertos de la fatídica nave, víctimas de la maldición que lo envuelve.