jueves, 14 de septiembre de 2023
¿NOS CONVIENE CONTACTAR CON CIVILIZACIONES MÁS AVANZADAS QUE LA NUESTRA?: No sabríamos a que peligros estaríamos expuestos
El universo en permanente expansión esconde unos 100.000 millones de galaxias, cada una de las cuales alberga un número similar de estrellas sobre las que, como mínimo, se sabe que orbita un planeta. Entonces, ¿por qué todavía no hemos contactado oficialmente con ninguna civilización extraterrestre? Los astrónomos llevan décadas ideando modos de identificar y comunicarse con vida inteligente más allá de la Tierra, hasta ahora sin éxito. Algunos expertos habían concluido que es posible que no estemos buscando bien. Recientemente, una nueva investigación arroja otra hipótesis: no han tenido suficiente tiempo. A veces las mejores teorías más imaginativas tienen lugar en los momentos más insospechados. Eso mismo le ocurrió a Enrico Fermi en el verano de 1950. El físico estaba pasando el día junto a unos colegas, cuando empezaron a comentar una noticia que hablaba de unos OVNIS que superaban la velocidad de la luz. A raíz de ahí, plantearon la cuestión sobre la posibilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en la nuestra galaxia, lo que dio lugar a una paradoja, conocida como ‘la paradoja de Fermi’, basada en las siguientes premisas: En la Vía Láctea hay miles de millones de estrellas similares al Sol; Existen muchas posibilidades de que alguna de esas estrellas tengan planetas similares a la Tierra en su zona habitable; Muchas de esas estrellas, y, por tanto, de sus planetas, son mucho más antiguas que el Sol, con lo que es probable que alberguen planetas similares al nuestro que puedan haber desarrollado vida inteligente hace mucho tiempo; Incluso al ritmo lento de los viajes interestatales, la Vía Láctea podría recorrerse en pocos millones de años; Dado que muchas de las estrellas similares al Sol tienen miles de millones de años más que nuestra estrella, por pura probabilidad la Tierra ya debería haber sido visitada por alguna civilización extraterrestre. Teniendo en cuenta todas estas variables, “¿dónde está todo el mundo?”, concluyó Fermi. Esta misma paradoja sirvió de punto de partida para toda clase de elucubraciones y estudios sobre la existencia o no de vida inteligente más allá de la Tierra, una hipótesis que, a pesar de no haber sido demostrada, jamás ha sido descartada totalmente por la comunidad científica. Es posible que los extraterrestres hayan visitado la Tierra en el pasado, mucho antes de que la aparición de los humanos, o sencillamente antes de que hayamos tenido la capacidad de dejar alguna prueba que sirva de testimonio de su paso por nuestro planeta. Otra posibilidad es que estas hipotéticas civilizaciones todavía no hayan desarrollado la tecnología suficiente para contactar con nosotros, o, más probablemente, que seamos nosotros los que todavía no estemos suficientemente desarrollados para contactar con ellos. Esa última hipótesis es la defendida por Amri Wandel, astrofísico de la Universidad de Jerusalén, autor de un artículo publicado en diciembre de 2022 por la revista Astrophisical Journal. Según el experto, si es verdad que la vida ha evolucionado en muchos planetas de nuestra galaxia, es probable que las civilizaciones más avanzadas no solo busquen signos de vida, sino también inteligencia. En otras palabras, es posible que no hayamos demostrado, al menos todavía, que somos un planeta lo suficientemente avanzado como para aparecer en sus objetivos de búsqueda. “Los planetas bióticos (aquellos que muestran signos de vida) son muy comunes en el universo, de ahí que las civilizaciones alienígenas podrían no estar interesadas en explorar la Tierra. Si están situadas a más de 100 años luz, les parece un planeta más, sin firma tecnológica que demuestre que existen signos de inteligencia”, explico Wandel. Como sabéis, a pesar del gran desarrollo tecnológico experimentado en las últimas décadas, la humanidad ha estado emitiendo señales al espacio desde hace relativamente poco tiempo. Hace apenas un siglo que empezamos a transmitir señales de radio, un tiempo demasiado corto para que estas ondas lleguen a ser detectadas por una civilización extraterrestre. Teniendo en cuenta que solo hemos estado emitiendo señales en los últimos 100 años, estas solo podrían haber alcanzado los 200 años luz, una porción insignificante en la Vía Láctea, de más de 100.000 años luz de diámetro. Y eso sin tener en cuenta el tiempo de respuesta. Según Wandel, solo las estrellas situadas a unos 50 años luz habrían tenido el tiempo suficiente para responder un primer contacto desde que la Tierra empezara a transmitir ondas de radio, lo que reduce todavía más el número, en concreto, a 2.000 estrellas, de la cuales tendríamos que seleccionar únicamente aquellos que podrían albergar vida. Por ejemplo, la primera transmisión intencionada de alta potencia enviada al espacio fue un mensaje de radio enviado al espacio desde el radiotelescopio de Arecibo en 1974 para conmemorar la remodelación del radiotelescopio. Se calcula que apenas ha llegado a unos 48 años luz de la Tierra. Teniendo en cuenta todas esas variables, y aplicando las distintas hipótesis en función del número de civilizaciones que existen en la Vía Láctea, Wandel deduce que la horquilla del ‘tiempo de respuesta’ sería de entre 400 y 50.000 años, en función del número de civilizaciones que creemos que existen (1 millón o 10 civilizaciones, respectivamente). En otras palabras, este sería el tiempo necesario que deberíamos esperar los terrícolas para contactar y recibir una posible respuesta. Aunque para los escépticos pueda parecer que el contacto con civilizaciones extraterrestres les parezca un argumento de ciencia ficción, lo cierto es que los astrónomos llevan años intentándolo. A esta práctica se la conoce como SETI, acrónimo en inglés de ‘Search For Extraterrestrial Intelligence (búsqueda de inteligencia extraterrestre), una disciplina en la que se enmarcan los proyectos de contacto con civilizaciones extraterrestres (METI, por sus siglas en inglés), ya sea a través del análisis de señales capturadas en distintos telescopios, o a través del envío de mensajes al espacio. Hasta la fecha, todavía no se ha detectado ningún indicio que merezca consideración, a excepción de la misteriosa Señal Wow, todavía sin descifrar, y de la cual, como recordareis, nos ocupamos hace poco. Habida cuenta del escaso éxito de los programas de búsqueda de vida extraterrestre, es lógico que arrecien numerosos estudios destinados a ‘afinar la búsqueda’. Algunos investigadores apuntan que la clave es ‘enfocar’ hacia el lugar más adecuado. Es el caso de Eammon Kerins, astrónomo del Observatorio Jodrel Bank, de la Universidad de Manchester, que hace unos años propuso un nuevo método basado en la teoría de juegos. Para él, la manera más eficaz para detectar civilizaciones extraterrestres sería maximizar las probabilidades de ‘detectabilidad mutua’. En otras palabras, ‘buscar al que nos esté buscando’, para lo cual deberíamos centrarnos en aquellos planetas en la zona de tránsito de la Tierra (los que pasen en el plano de la elíptica de nuestro planeta y otra estrella), en particular, aquellos planetas rocosos con capacidad para albergar agua, y, por lo tanto, vida. Una hipótesis rechazada por Wandel, quien apunta que las posibles civilizaciones extraterrestres más avanzadas puedan detectar planetas habitables sin necesidad de que se encuentren en la zona de tránsito. Sin embargo, más allá del debate sobre la detectabilidad, hay otra pregunta que quizá no suscita tanto interés entre la comunidad científica. ¿Nos conviene como planeta contactar con civilizaciones más avanzadas que las nuestras? “Es una cuestión que se plantea muy a menudo. Creo que el contacto con una civilización extraterrestre podría enseñarnos mucho. Por otra parte, no creo que pueda hacer daño buscar ese contacto, ya que si existen probablemente ya se habrían fijado en nosotros, siempre y cuando no estén demasiado lejos. Pero el peligro de aquellos contactos seria saber sus intenciones para con nosotros. Aun así, creo que debemos arriesgarnos” concluye Wandel.