TIEMPOS DEL MUNDO

jueves, 24 de julio de 2025

¿VIVIMOS EN UN AGUJERO NEGRO?: Nuestro universo podría estar dentro de uno de ellos

Retrocedamos en el tiempo. Antes de que existiera el hombre, de que se formase la Tierra, antes que el Sol, antes de la formación de las galaxias, antes incluso de que brillase la luz, tuvo lugar el Big Bang. Esto ocurrió hace trece mil ochocientos millones de años.Pero, ¿qué pasó antes? Muchos físicos afirman que no hubo un antes: el tiempo empezó a contar en el mismo instante del Big Bang, y pensar en si hubo algo antes escapa al ámbito científico. Jamás comprenderemos una posible realidad previa a la gran explosión, ni de qué estaba hecha, ni por qué explotó para crear nuestro universo, ya que se trata de conceptos que escapan a nuestra capacidad de entendimiento.Sin embargo, algunos científicos discrepan. Estos físicos teorizan que, un instante antes del Big Bang, toda la materia y la energía del universo en ciernes estaban compactadas en una partícula finita pero increíblemente densa, a la que podríamos referirnos como la semilla de un nuevo universo.Esa semilla habría sido infinitamente pequeña, billones de veces más pequeña que las partículas más pequeñas que el ser humano ha sido capaz de observar.Y sin embargo, pudo desencadenar la producción de todas las demás partículas, de todas las galaxias, sistemas solares, planetas y todo lo que conocemos.Si queremos bautizar a algo como “la partícula de Dios”, esta semilla podría encajar.¿Cómo se habría creado esta partícula? Una idea que ronda desde hace años, defendida por Nikodem Poplawski, investigador de la Universidad de New Haven, es que la semilla de nuestro universo fue forjada en el más grande de los hornos, en el que sería el medio más extremo de la naturaleza: el interior de un agujero negro.Antes de seguir avanzando es importante saber que durante las dos últimas décadas muchos físicos teóricos se han convencido de que nuestro universo no es único, sino que formamos parte de un multiverso, una colección inmensa de universos independientes.La cuestión de si estos universos estarían o no unidos entre sí es objeto de un vivo debate, basado en especulaciones que, al menos por ahora, son totalmente indemostrables. Pero una idea interesante sería comparar la semilla de un universo con la semilla de una planta: un pedazo de materia esencial, muy comprimida, protegida por una cubierta.Esto describe con precisión lo que se crea dentro de un agujero negro. Los agujeros negros son cadáveres de estrellas gigantes. Cuando una estrella se queda sin combustible, colapsa hacia dentro. La gravedad lo atrae todo con una fuerza cada vez mayor, la temperatura alcanza cien mil millones de grados, los átomos se rompen, los electrones quedan destrozados, y todo se aplasta aún más.La estrella, llegado ese punto, se ha convertido en un agujero negro, lo que significa que su increíble fuerza gravitacional es tan intensa que ni siquiera la luz puede escapar de él. El límite entre el interior y el exterior de un agujero negro se conoce como el horizonte de sucesos. Se han descubierto agujeros negros enormes, algunos millones de veces más grandes que el Sol, en el centro de casi todas las galaxias, entre ellas en la nuestra, la Vía Láctea. Si seguimos las teorías para determinar qué ocurre en el fondo de un agujero negro, llegamos a un punto que tiene una densidad infinita y que es infinitamente pequeño, un concepto hipotético llamado “singularidad”. Pero en la naturaleza no suelen existir infinitos. La desconexión está en dichas teorías, que ofrecen cálculos fascinantes para la mayor parte del cosmos, pero tienden a venirse abajo ante fuerzas enormes como las que existen en el interior de un agujero negro.Algunos físicos, como el doctor Poplawski, afirman que la materia del interior de un agujero negro alcanza un punto en el que no puede seguir comprimiéndose. Esa semilla podría ser diminuta y tener el peso de mil millones de soles, pero a diferencia de una singularidad, es algo real.El proceso de compactación, según Poplawski, se detiene porque los agujeros negros giran a una gran velocidad, seguramente cercana a la de la luz, y este giro dota a la partícula compactada de una gran torsión. Ya no es solo pequeña y pesada, sino que además está comprimida y retorcida, como una de esas serpientes de muelles que se meten dentro de una lata.Y eso puede saltar de pronto, con un “bang”, que sería, según el doctor Poplawski, un “gran bote”. En otras palabras, un agujero negro podría ser una especie de “puerta de un solo sentido” entre dos universos. Eso significa que si entrases en el agujero negro que hay en el centro de la Vía Láctea, sería concebible que tú (o las partículas que una vez formaron parte de ti) terminases en otro universo, que no está dentro del nuestro, según explica Poplawski. El agujero sería solo un puente, como una especie de raíz compartida por dos árboles.De ese modo, nosotros y nuestro universo podríamos ser el producto de otro universo más antiguo, que sería algo así como nuestro universo madre. La semilla que forjó dentro de un agujero negro pudo haber dado su “gran bote” hace trece mil ochocientos millones de años, y aunque desde entonces nuestro universo se expande a gran velocidad, podríamos seguir estando dentro del evento de sucesos de un agujero negro. Al respecto, un investigador ha descubierto un patrón galáctico que apoya la teoría de que nuestro universo podría estar atrapado dentro de un agujero negro.Una observación realizada por el telescopio espacial James Webb (JWST) podría revolucionar nuevamente nuestra comprensión del universo. En efecto, un nuevo estudio publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society ha revelado un patrón sorprendente en la rotación de las galaxias del universo primitivo: la "gran mayoría" de estas giran en la misma dirección. Este hallazgo desafía los modelos cosmológicos actuales y sugiere la fascinante posibilidad de que nuestro universo entero podría existir dentro de un agujero negro.En concreto, el estudio, liderado por Lior Shamir, profesor asociado de Informática en la Universidad Estatal de Kansas, analizó 263 galaxias del universo primitivo capturadas para el JADES (Estudio extragaláctico profundo avanzado). Lo que encontró desafía uno de los principios fundamentales de la cosmología moderna."En un universo aleatorio, el número de galaxias que giran en una dirección debería ser aproximadamente el mismo que el número de galaxias que giran en la otra dirección", explica Shamir en un comunicado de prensa. Sin embargo, sus observaciones revelaron que aproximadamente el 60 % de las galaxias (158) giraban en el sentido de las agujas del reloj, mientras que solo el 40 % (105) lo hacían en sentido contrario."El análisis de las galaxias se hizo mediante el análisis cuantitativo de sus formas, pero la diferencia es tan obvia que cualquier persona que mire la imagen puede verla", afirma Shamir. "No se necesitan habilidades o conocimientos especiales para ver que los números son diferentes. Con la potencia del telescopio espacial James Webb, cualquiera puede verlo", agregó. Este hallazgo plantea importantes interrogantes sobre nuestra comprensión del universo. Los investigadores proponen dos posibles explicaciones para esta asimetría observada.La primera explicación sugiere que el universo nació girando, lo que concuerda con la teoría de la "cosmología del agujero negro" o "cosmología de Schwarzschild". Esta teoría, propuesta inicialmente en la década de 1970 por científicos como Raj Kumar Pathria e I.J. Good, postula que todo nuestro universo podría existir dentro de un agujero negro que a su vez reside en un universo mayor. En tanto, Poplawski comentó a Space: "Creo que la explicación más sencilla del universo en rotación es que el universo nació en un agujero negro en rotación. Un eje preferido en nuestro universo, heredado por el eje de rotación de su agujero negro progenitor, podría haber influido en la dinámica de rotación de las galaxias, creando la asimetría observada".Esta teoría podría compararse con un conjunto de muñecas rusas cósmicas, donde cada agujero negro contiene un universo completo. Bajo esta perspectiva, otros agujeros negros observados podrían ser agujeros de gusano hacia otros universos.La segunda explicación se relaciona con el efecto Doppler. La Tierra gira alrededor del centro de la Vía Láctea y, debido a este movimiento, la luz procedente de galaxias que giran en sentido opuesto a nuestra rotación aparece ligeramente más brillante."Las galaxias que giran en dirección opuesta a la Vía Láctea son ligeramente más brillantes que las galaxias que giran en la misma dirección respecto a la Vía Láctea. Como son más brillantes, vemos más de ellas", explicó Shamir a Newsweek. Si este efecto es mayor de lo que se ha considerado tradicionalmente, podría explicar por qué observamos más galaxias girando en cierta dirección a medida que miramos más profundamente en el universo.En caso de que esta segunda hipótesis resultara correcta, habría que replantearse la calibración de las distancias cósmicas que obtenemos al medir el brillo de las galaxias. De hecho, Shamir señala que esta "recalibración" podría aportar luz a otros misterios cosmológicos, como la disparidad en las tasas de expansión del universo o la existencia de galaxias tan antiguas que desafían la edad teórica del propio cosmos.Independientemente de cuál sea la explicación correcta, este descubrimiento tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión del cosmos. Si el universo realmente nació girando dentro de un agujero negro, gran parte de nuestros modelos cosmológicos actuales deberían ser revisados.Los cosmólogos han asumido tradicionalmente que el universo a gran escala es homogéneo (con propiedades uniformes en todas partes) e isótropo (igual en todas direcciones). El hallazgo de una dirección preferida de rotación galáctica desafía directamente la suposición de isotropía.Por ahora, la evidencia resulta intrigante, pero los especialistas insisten en que se necesitan más datos para discernir cuál de las dos explicaciones - o si alguna combinación de ambas - es la más plausible. Sea cual sea la respuesta definitiva, el hallazgo subraya la gran capacidad del telescopio James Webb para ofrecer una visión sin precedentes del universo profundo y pone de relieve lo mucho que nos queda por descubrir acerca del origen, la estructura y la evolución del cosmos.