En las ruinas de la antigua Babilonia, decenas de miles de tabletas de piedra fueron halladas, pero una de ellas representa acaso el mayor misterio de la historia antigua. En efecto, en 1881 arqueólogos que excavaban en el lugar desenterraron decenas de miles de tabletas de piedra que se remontan al siglo VI a.C. Entre los hallazgos se encontró una talla en bajo relieve que muestra al dios mesopotámico Shamash (Marduk). Los acadios y babilonios lo consideraban hijo de Anu, o en otras ocasiones de Enlil. Durante el periodo sumerio era considerado hijo de Nannar y Ningal, y hermano de Inanna e Iskur. En el período acadio era, junto con Sin e Ishtar, miembro de la "Tríada de dioses con relaciones celestes". Shamash y su esposa Sherida (Aya para acadios y babilonios) tenían dos hijos importantes. Kittu representaba a la justicia, y Misharu era la ley. Su santuario principal estaba en la ciudad de Sippar. Cada mañana, las puertas del este se abrían, y Shamash aparecía. El viajaba alrededor del cielo, y entraba en la puerta del oeste. El viaja por el inframundo en la noche para poder comenzar al otro día en el este. Lo atributos más comúnmente asociados con Shamash son el orden y la justicia. Era el Sol que dispersa la oscuridad, combatiendo el mal y la injusticia. Se le representaba con un disco solar de ocho puntas o mediante una figura masculina de cuyos hombros emanaban llamas; en época posterior, su símbolo también fue la balanza y se le identificaba con el número 20. Precisamente dicho grabado hallado en Babilonia y que se conserva en el Museo Británico de Londres, muestra al rey babilónico Nabu-Apal-Iddina (ca. 888 a 855 antes de Cristo) y cuyo padre era el rey Nabu-Shuma-ukin. El rey, asistido por el un dios y una diosa se aproximan ante Shamash, en cuya mano derecha se precian los atributos de su poder divino: La vara y el nudo mágico con el que “ata” el destino de los hombres. El texto narra la historia del templo del dios en Sippar, cuyo culto se había perdido y recobró Appal-Iddina. Esta tablilla, escondida entonces, fue descubierta por el rey Nabopalasar. Lo que llama la atención del grabado, es que en el aparece el dios de un tamaño distinto a los humanos, casi un gigante, sentado en su trono. El recinto donde se encuentra tiene algún tipo de conexión con el cosmos, porque observamos en su parte superior las imágenes del Sol, la Luna y Venus. Pero lo más sorprendente es que en la parte de arriba, aparece un ser celestial que parece estar sujetando el disco solar de ocho puntas y según el texto jeroglífico inferior, se dice que fue colocado allí para que sea adorado en lugar de Shamash y a través de el, los babilonios podían comunicarse con sus dioses, en particular con Shamash. Se trataría de algún tipo de tecnología desconocida por nosotros, utilizada para contactarse directamente con dicho ser celestial. El rey Hammurabi le atribuye asimismo la inspiración que lo llevó a reunir las leyes y los procedimientos legales existentes en su famoso Código de Hammurabi, el primero conocido por la humanidad, el cual es una estela de gran tamaño donde el rey se representa a sí mismo en una actitud de adoración ante Shamash, quien aparece como la encarnación de la idea de justicia. Poco sabemos sobre aquel enigmático ser llegado en tiempos pretéritos de algún lugar muy lejano (¿Annunaki?) para restaurar el orden e imponer justicia a los hombres, regresando posteriormente a su mundo, dejando su imagen grabada en estatuas, tablillas y estelas como una muestra de su paso por la Tierra.