TIEMPOS DEL MUNDO

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jueves, 28 de agosto de 2025

TODO PUEDE SER POSIBLE: ¿El interestelar que se acerca al Sol podría ser una nave alienígena?

El conocido astrofísico Avi Loeb - jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth, así como de su nuevo libro Interstellar– argumenta que las características inusuales, órbita retrógrada y proximidad a la Tierra del 3I/Atlas pueden apuntar a que sea una nave o sonda de una civilización interestelar, el cual os presentamos traducido y entrecomillado como ya es habitual ¿vale?: “ Hoy he sido coautor de un intrigante estudio nuevo con mis brillantes colaboradores, Adam Hibberd y Adam Crowl, de la Iniciativa para Estudios Interestelares en Londres, Reino Unido. Una de las soluciones a la pregunta de Enrico Fermi sobre los extraterrestres: "¿dónde están todos?" la ofrece la hipótesis del bosque oscuro, popularizada por la novela de ciencia ficción 'El bosque oscuro' de Cixin Liu. Esta hipótesis propone que nuestra vecindad cósmica es peligrosa, llena de civilizaciones inteligentes que son hostiles y silenciosas para evitar la detección por posibles depredadores. En este contexto, el silencio en las búsquedas de señales de radio por parte de la comunidad SETI no es causado por la falta de civilizaciones inteligentes extraterrestres, sino que es una consecuencia de que éstas temen la destrucción mutua. Nuestro estudio explora la posibilidad de que el objeto interestelar descubierto recientemente, 3I/ATLAS, pueda proporcionar pruebas en apoyo de la hipótesis del bosque oscuro. Este nuevo intruso interestelar ha mostrado una serie de características anómalas, algunas de las cuales se resumieron en un ensayo que escribí luego de su descubrimiento. En particular: El plano orbital retrógrado (definido por el vector de momento angular orbital) de 3I/ATLAS alrededor del Sol se encuentra a menos de 5 grados del de la Tierra —el llamado plano eclíptico. La probabilidad de esa coincidencia, entre todas las orientaciones aleatorias, es del 0,2 %; Como mostré en un estudio reciente, la luminosidad de 3I/ATLAS implica un objeto de unos 20 kilómetros de diámetro (para un albedo típico de aproximadamente el 5 %), demasiado grande para ser un asteroide interestelar. Deberíamos haber detectado un millón de objetos por debajo de la escala de los 100 metros del primer objeto interestelar reportado, el I/`Oumuamua por cada objeto de 20 kilómetros, pero ello no ha sucedido, no porque no los haya, sino que no se dejan ver; No se encuentran características espectrales de gas cometario en las observaciones espectroscópicas de 3I/ATLAS. El enrojecimiento detectado de la luz solar reflejada podría originarse en la superficie del objeto. La difuminación observada alrededor de 3I/ATLAS no es concluyente dado el movimiento del objeto y la inevitable difuminación de su imagen durante el tiempo de exposición; Para sus parámetros orbitales, 3I/ATLAS está sincronizado para acercarse inusualmente a Venus (0,65 unidades astronómicas, donde 1 unidad astronómica es la separación Tierra-Sol), Marte (0,19 unidades astronómicas) y Júpiter (0,36 unidades astronómicas), con una probabilidad acumulada del 0,005 % en relación con órbitas con los mismos parámetros orbitales, pero con un tiempo de llegada aleatorio; Asimismo, el 3I/ATLAS alcanza el perihelio en el lado opuesto del Sol con respecto a la Tierra. Esto podría ser intencional para evitar observaciones detalladas desde telescopios terrestres cuando el objeto es más brillante o cuando se envían dispositivos a la Tierra desde ese punto de vista oculto. La trayectoria retrógrada a una velocidad en el perihelio de 68 kilómetros por segundo, opuesta a la dirección de moción de la Tierra alrededor del Sol a 30 kilómetros por segundo, hace que la diferencia de velocidad entre la Tierra y 3I/ATLAS sea de 98 kilómetros por segundo. Por lo tanto, no es práctico para los terrícolas aterrizar en 3I/ATLAS en el punto más cercano abordando cohetes químicos, ya que nuestros mejores cohetes alcanzan como máximo un tercio de esa velocidad; El punto óptimo para una maniobra de Oberth solar inversa para quedar ligado al Sol es en el perihelio. En una maniobra de Oberth, el empuje de una nave espacial se aplica a su velocidad orbital máxima, es decir, en el periapsis, para maximizar el cambio resultante en la energía cinética. Esto se aplica tanto para acelerar y lograr el escape del sistema solar, o alternativamente para reducir la velocidad desde una alta velocidad (una "maniobra de Oberth inversa") para frenar, permanecer ligado al Sol y potencialmente visitar un planeta como la Tierra. Es este punto de frenado óptimo para 3I/ATLAS el que está oculto a nuestra vista por el Sol; La dirección de la que procede 3I/ATLAS está orientada hacia el centro brillante de la Vía Láctea, donde la aglomeración de estrellas de fondo dificultó su detección antes de julio de 2025. Las figuras de nuestro estudio muestran que si los astrónomos hubieran detectado 3I/ATLAS más de un año antes, habríamos tenido la oportunidad de lanzar una nave espacial que podría haber interceptado 3I/ATLAS en su trayectoria. A estas alturas, tal intercepción no es factible con nuestros cohetes; Los impulsos de velocidad necesarios para el lanzamiento de dispositivos desde 3I/ATLAS para interceptar Venus, Marte o Júpiter son inferiores a 5 kilómetros por segundo, lo que se puede lograr con misiles balísticos intercontinentales. De otro lado, la casi alineación de la trayectoria retrógrada de 3I/ATLAS con el plano eclíptico ofrece varios beneficios a una inteligencia extraterrestre, ya que permite que una nave espacial acceda a la Tierra con relativa impunidad. El eclipse de 3I/ATLAS por el Sol en el perihelio para los observadores en la Tierra permitiría que una nave espacial realizara una maniobra de Oberth solar inversa clandestina, una estrategia óptima de alto empuje para que las naves espaciales interestelares frenen y permanezcan ligadas al Sol. Una intercepción óptima de la Tierra implicaría una llegada a finales de noviembre o principios de diciembre del 2025. La detección de una aceleración no gravitacional también podría indicar una intención de interceptar Júpiter, no muy lejos de la trayectoria de 3I/ATLAS, y una estrategia para encontrarse con él luego del perihelio. Nuestro estudio es contingente en una hipótesis notable pero comprobable de que 3I/ATLAS es un artefacto tecnológico en funcionamiento, a lo cual ni yo ni mis dos coautores nos adscribimos necesariamente. Sin embargo, esta hipótesis es digna de un análisis científico por dos razones: Las consecuencias, en caso de que la hipótesis resultara ser correcta, podrían ser potencialmente graves para la humanidad y posiblemente requerirían la adopción de medidas defensivas (aunque estas podrían resultar inútiles). La hipótesis es un ejercicio interesante por derecho propio y es divertido de explorar, independientemente de su probable validez. Dada su velocidad interestelar de 60 kilómetros por segundo, 3I/ATLAS entró en el límite exterior del sistema solar (a 100 000 veces la separación Tierra-Sol) hace unos 8.000 años. Esto fue aproximadamente cuando las tecnologías creadas por el ser humano se hicieron lo suficientemente avanzadas como para comenzar a documentar la historia en la Tierra. Si la hipótesis sobre un artefacto tecnológico resulta ser correcta, entonces hay dos posibles implicaciones: primero, que las intenciones de 3I/ATLAS son completamente benignas, y segundo, que son malignas. En el primer caso, la humanidad no necesita hacer nada más que esperar la llegada de este mensajero interestelar con los brazos abiertos. Es la segunda opción la que es de gran preocupación. Dadas las dramáticas implicaciones de la segunda posibilidad, podemos aplicar la lógica de la apuesta de Pascal que sugería que es más racional creer en la existencia de Dios que no creer. La idea ofrecida por el matemático Blaise Pascal era que los beneficios potenciales de creer (en nuestro caso, alertar a la humanidad sobre el riesgo existencial de 3I/ATLAS) superan con creces las pérdidas potenciales (en nuestro caso, una idea teórica que no describe la realidad), mientras que las pérdidas potenciales de no creer son mucho mayores que los beneficios potenciales. Nuestro estudio es en gran medida un ejercicio pedagógico, con interesantes descubrimientos dignos de ser registrados en la literatura científica. Con mucho, el resultado más probable será que 3I/ATLAS sea un objeto interestelar completamente natural, probablemente un cometa, y esperamos los datos astronómicos que apoyen este origen probable. No obstante, visto desde una perspectiva abierta y sin prejuicios, nuestro estudio incluye muchas ideas convincentes que podrían aplicarse a decenas de objetos interestelares que se espera que sean detectados durante la próxima década por el observatorio Vera C. Rubin. El riesgo existencial de la inteligencia extraterrestre (inteligencia artificial externa) no se discute tan a menudo como otros riesgos existenciales, como la inteligencia artificial (nuestra inteligencia artificial). En un bosque oscuro, las incertidumbres sobre la propia fuerza relativa pueden justificar el ocultamiento como un mecanismo de supervivencia, especialmente si una civilización fue lastimada en el pasado. Además, el dominio podría depender del tiempo, ya que siempre podría haber alguna civilización tecnológica joven en ascenso que se vuelva poderosa rápidamente, lo que requeriría misiones de reconocimiento en trayectorias similares a la de 3I/ATLAS. Pronto podríamos darnos cuenta de que la extensión de la selección natural al espacio interestelar implica la supervivencia del más apto. En un ensayo reciente, proporcioné un menú de métodos para distinguir una nave espacial extraterrestre de una roca interestelar. Esperamos que este menú sea utilizado por otros astrónomos. Ignorar la opción tecnológica no es un signo de inteligencia” puntualizó.

jueves, 14 de agosto de 2025

PROJECT CHRYSALIS: Una audaz propuesta para colonizar otros mundos

En un futuro todavía lejano, una gigantesca estructura cilíndrica de 58 kilómetros de largo podría surcar el cosmos, transportando a cientos de personas en un épico viaje hacia Próxima Centauri b, un exoplaneta potencialmente habitable situado a 4,24 años luz de distancia. Pero lejos de ser la premisa de una nueva novela de ciencia ficción, este es el revolucionario concepto de Chrysalis: una nave generacional donde más de mil personas vivirían, nacerían y morirían a bordo durante una odisea de cuatro siglos. Esta ambiciosa propuesta se coronó recientemente con el primer premio del concurso de diseño Project Hyperion, organizado por la Iniciativa para Estudios Interestelares (i4is), según da cuenta esta semana Popular Mechanics. En efecto, Chrysalis - nombre que evoca la fase de metamorfosis de mariposas y polillas - es el fruto del trabajo de un equipo interdisciplinario de investigadores italianos. Su propuesta sobresalió entre cientos de ideas procedentes de todo el mundo gracias a su extraordinaria coherencia sistémica y su diseño modular innovador, según el jurado del proyecto. La estructura es verdaderamente colosal: 58.000 metros de longitud (equivalente a más de 550 campos de fútbol) y una masa de 2.400 millones de toneladas métricas (equivalente a 369 Grandes Pirámides de Giza), según detallan los documentos del proyecto. Su diseño cilíndrico no es casual: el extremo delantero más estrecho está pensado para minimizar los riesgos de impactos con micrometeoritos y reducir las tensiones estructurales durante las fases de aceleración y desaceleración. Cabe precisar que el destino de Chrysalis sería Próxima Centauri b, ubicado a 4,24 años luz de distancia, lo que equivale a recorrer 40,1 billones de kilómetros a través del vacío espacial. Para dimensionar esta distancia descomunal, consideremos que la nave espacial más rápida jamás construida, la sonda solar Parker de la NASA, alcanza velocidades de hasta 690.000 km/h. Incluso a esa velocidad récord, después de 400 años de viaje ininterrumpido, la sonda aún estaría a 37,7 billones de kilómetros de su destino, habiendo completado apenas el 6 % del trayecto. Así, Chrysalis tendría que alcanzar una velocidad máxima de alrededor de 1,07 % de la velocidad de la luz (17 veces más rápida que la sonda Parker) para completar su misión en aproximadamente 400 años, tras un período inicial de aceleración de un año y otro año final de desaceleración. Su sistema de propulsión sería un motor de fusión directa, alimentado por isótopos de helio-3 y deuterio, tecnología que aún se encuentra en fase conceptual. ¿Cómo sería vivir en Chrysalis? La nave funcionaría como una ciudad espacial autosuficiente, con capacidad para entre 1.500 y 2.400 personas, aunque los diseñadores consideran óptima una población de unas 1.500 personas para garantizar la sostenibilidad. El hábitat estaría organizado en múltiples niveles modulares que giran constantemente sobre un eje para crear gravedad artificial. Desde el exterior hacia el interior, estos niveles se especializarían en diferentes funciones. En la capa más próxima al núcleo se cultivarían plantas, hongos, insectos y ganado, manteniendo incluso biomas completos como bosques tropicales o boreales. Más allá, parques, escuelas, hospitales y bibliotecas conformarían la vida comunitaria; luego vendrían las zonas residenciales y, en capas más externas, industrias, talleres y almacenes que podrían gestionarse en gran parte mediante robots. Una característica única sería el Cosmo Dome, ubicado en la parte delantera, diseñado como una burbuja de microgravedad que ofrecería a los pasajeros vistas espectaculares del cosmos mientras experimentan la ingravidez.El proyecto contempla aspectos fascinantes más allá del diseño técnico. Pero antes del lanzamiento, las primeras generaciones de habitantes tendrían que vivir y adaptarse en un entorno aislado en la Antártida durante 70 u 80 años, para garantizar su bienestar psicológico y preparación para el confinamiento espacial. Los nacimientos se planificarían cuidadosamente para mantener la población en niveles sostenibles, y la gobernanza se realizaría en colaboración con inteligencia artificial para "permitir la resiliencia de todo el sistema social" y facilitar la transferencia de conocimientos entre generaciones. El concurso Project Hyperion, lanzado el 1 de noviembre del 2024 con una dotación de 10.000 dólares, atrajo a cientos de equipos internacionales. Los ganadores se anunciaron el 23 de julio de este año, y Chrysalis se llevó el primer premio de 5.000 dólares. Los participantes debían cumplir requisitos específicos: cada equipo necesitaba al menos un diseñador arquitectónico, un ingeniero y un científico social. Sus propuestas debían demostrar cómo alojar a 1.000 personas (más o menos 500) durante siglos, proporcionando gravedad artificial, sistemas robustos de soporte vital y mecanismos para preservar la cultura y el conocimiento. Chrysalis forma parte de una larga tradición de conceptos de naves generacionales que se remonta a 1918, cuando Robert H. Goddard escribió sobre "La migración definitiva". Desde entonces, como resume Universe Today, visionarios como Konstantin Tsiolkovsky, J.D. Bernal y Robert Enzmann han propuesto versiones similares de estas "arcas espaciales". Aunque el proyecto es puramente hipotético y requiere tecnologías que aún no existen, como reactores comerciales de fusión nuclear, iniciativas como esta "pueden contribuir a ampliar nuestra base de conocimientos actual y ayudar a los ingenieros a mejorar los diseños futuros", según expone Live Science. Sin embargo, más allá del fascinante espectáculo tecnológico que representan estas naves generacionales, cabe preguntarse qué narrativa esconden realmente. ¿Estamos diseñando una aventura hacia lo desconocido o planificando una huida desesperada de un planeta que hemos agotado? ¿Es prudente confiar el destino de generaciones enteras a algoritmos de inteligencia artificial? ¿Y qué tipo de civilización podríamos construir en un mundo alienígena, luego de siglos de confinamiento espacial? Mientras contemplamos estos ambiciosos proyectos de escape interestelar, quizás no esté de más recordar también una verdad incómoda: luego de décadas explorando nuestro vecindario cósmico, aún no hemos encontrado nada que se compare a la extraordinaria riqueza de vida, belleza y posibilidades que ofrece la Tierra. Tal vez, antes de soñar con huir hacia las estrellas, deberíamos preguntarnos si no sería más sensato aprender a cuidar mejor el único hogar que sabemos que funciona y al de un modo suicida, estamos empeñados en destruirlo, provocando guerras que pueden acabar con nuestra existencia antes siquiera de poder aventurarnos en el cosmos.

jueves, 24 de julio de 2025

¿VIVIMOS EN UN AGUJERO NEGRO?: Nuestro universo podría estar dentro de uno de ellos

Retrocedamos en el tiempo. Antes de que existiera el hombre, de que se formase la Tierra, antes que el Sol, antes de la formación de las galaxias, antes incluso de que brillase la luz, tuvo lugar el Big Bang. Esto ocurrió hace trece mil ochocientos millones de años.Pero, ¿qué pasó antes? Muchos físicos afirman que no hubo un antes: el tiempo empezó a contar en el mismo instante del Big Bang, y pensar en si hubo algo antes escapa al ámbito científico. Jamás comprenderemos una posible realidad previa a la gran explosión, ni de qué estaba hecha, ni por qué explotó para crear nuestro universo, ya que se trata de conceptos que escapan a nuestra capacidad de entendimiento.Sin embargo, algunos científicos discrepan. Estos físicos teorizan que, un instante antes del Big Bang, toda la materia y la energía del universo en ciernes estaban compactadas en una partícula finita pero increíblemente densa, a la que podríamos referirnos como la semilla de un nuevo universo.Esa semilla habría sido infinitamente pequeña, billones de veces más pequeña que las partículas más pequeñas que el ser humano ha sido capaz de observar.Y sin embargo, pudo desencadenar la producción de todas las demás partículas, de todas las galaxias, sistemas solares, planetas y todo lo que conocemos.Si queremos bautizar a algo como “la partícula de Dios”, esta semilla podría encajar.¿Cómo se habría creado esta partícula? Una idea que ronda desde hace años, defendida por Nikodem Poplawski, investigador de la Universidad de New Haven, es que la semilla de nuestro universo fue forjada en el más grande de los hornos, en el que sería el medio más extremo de la naturaleza: el interior de un agujero negro.Antes de seguir avanzando es importante saber que durante las dos últimas décadas muchos físicos teóricos se han convencido de que nuestro universo no es único, sino que formamos parte de un multiverso, una colección inmensa de universos independientes.La cuestión de si estos universos estarían o no unidos entre sí es objeto de un vivo debate, basado en especulaciones que, al menos por ahora, son totalmente indemostrables. Pero una idea interesante sería comparar la semilla de un universo con la semilla de una planta: un pedazo de materia esencial, muy comprimida, protegida por una cubierta.Esto describe con precisión lo que se crea dentro de un agujero negro. Los agujeros negros son cadáveres de estrellas gigantes. Cuando una estrella se queda sin combustible, colapsa hacia dentro. La gravedad lo atrae todo con una fuerza cada vez mayor, la temperatura alcanza cien mil millones de grados, los átomos se rompen, los electrones quedan destrozados, y todo se aplasta aún más.La estrella, llegado ese punto, se ha convertido en un agujero negro, lo que significa que su increíble fuerza gravitacional es tan intensa que ni siquiera la luz puede escapar de él. El límite entre el interior y el exterior de un agujero negro se conoce como el horizonte de sucesos. Se han descubierto agujeros negros enormes, algunos millones de veces más grandes que el Sol, en el centro de casi todas las galaxias, entre ellas en la nuestra, la Vía Láctea. Si seguimos las teorías para determinar qué ocurre en el fondo de un agujero negro, llegamos a un punto que tiene una densidad infinita y que es infinitamente pequeño, un concepto hipotético llamado “singularidad”. Pero en la naturaleza no suelen existir infinitos. La desconexión está en dichas teorías, que ofrecen cálculos fascinantes para la mayor parte del cosmos, pero tienden a venirse abajo ante fuerzas enormes como las que existen en el interior de un agujero negro.Algunos físicos, como el doctor Poplawski, afirman que la materia del interior de un agujero negro alcanza un punto en el que no puede seguir comprimiéndose. Esa semilla podría ser diminuta y tener el peso de mil millones de soles, pero a diferencia de una singularidad, es algo real.El proceso de compactación, según Poplawski, se detiene porque los agujeros negros giran a una gran velocidad, seguramente cercana a la de la luz, y este giro dota a la partícula compactada de una gran torsión. Ya no es solo pequeña y pesada, sino que además está comprimida y retorcida, como una de esas serpientes de muelles que se meten dentro de una lata.Y eso puede saltar de pronto, con un “bang”, que sería, según el doctor Poplawski, un “gran bote”. En otras palabras, un agujero negro podría ser una especie de “puerta de un solo sentido” entre dos universos. Eso significa que si entrases en el agujero negro que hay en el centro de la Vía Láctea, sería concebible que tú (o las partículas que una vez formaron parte de ti) terminases en otro universo, que no está dentro del nuestro, según explica Poplawski. El agujero sería solo un puente, como una especie de raíz compartida por dos árboles.De ese modo, nosotros y nuestro universo podríamos ser el producto de otro universo más antiguo, que sería algo así como nuestro universo madre. La semilla que forjó dentro de un agujero negro pudo haber dado su “gran bote” hace trece mil ochocientos millones de años, y aunque desde entonces nuestro universo se expande a gran velocidad, podríamos seguir estando dentro del evento de sucesos de un agujero negro. Al respecto, un investigador ha descubierto un patrón galáctico que apoya la teoría de que nuestro universo podría estar atrapado dentro de un agujero negro.Una observación realizada por el telescopio espacial James Webb (JWST) podría revolucionar nuevamente nuestra comprensión del universo. En efecto, un nuevo estudio publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society ha revelado un patrón sorprendente en la rotación de las galaxias del universo primitivo: la "gran mayoría" de estas giran en la misma dirección. Este hallazgo desafía los modelos cosmológicos actuales y sugiere la fascinante posibilidad de que nuestro universo entero podría existir dentro de un agujero negro.En concreto, el estudio, liderado por Lior Shamir, profesor asociado de Informática en la Universidad Estatal de Kansas, analizó 263 galaxias del universo primitivo capturadas para el JADES (Estudio extragaláctico profundo avanzado). Lo que encontró desafía uno de los principios fundamentales de la cosmología moderna."En un universo aleatorio, el número de galaxias que giran en una dirección debería ser aproximadamente el mismo que el número de galaxias que giran en la otra dirección", explica Shamir en un comunicado de prensa. Sin embargo, sus observaciones revelaron que aproximadamente el 60 % de las galaxias (158) giraban en el sentido de las agujas del reloj, mientras que solo el 40 % (105) lo hacían en sentido contrario."El análisis de las galaxias se hizo mediante el análisis cuantitativo de sus formas, pero la diferencia es tan obvia que cualquier persona que mire la imagen puede verla", afirma Shamir. "No se necesitan habilidades o conocimientos especiales para ver que los números son diferentes. Con la potencia del telescopio espacial James Webb, cualquiera puede verlo", agregó. Este hallazgo plantea importantes interrogantes sobre nuestra comprensión del universo. Los investigadores proponen dos posibles explicaciones para esta asimetría observada.La primera explicación sugiere que el universo nació girando, lo que concuerda con la teoría de la "cosmología del agujero negro" o "cosmología de Schwarzschild". Esta teoría, propuesta inicialmente en la década de 1970 por científicos como Raj Kumar Pathria e I.J. Good, postula que todo nuestro universo podría existir dentro de un agujero negro que a su vez reside en un universo mayor. En tanto, Poplawski comentó a Space: "Creo que la explicación más sencilla del universo en rotación es que el universo nació en un agujero negro en rotación. Un eje preferido en nuestro universo, heredado por el eje de rotación de su agujero negro progenitor, podría haber influido en la dinámica de rotación de las galaxias, creando la asimetría observada".Esta teoría podría compararse con un conjunto de muñecas rusas cósmicas, donde cada agujero negro contiene un universo completo. Bajo esta perspectiva, otros agujeros negros observados podrían ser agujeros de gusano hacia otros universos.La segunda explicación se relaciona con el efecto Doppler. La Tierra gira alrededor del centro de la Vía Láctea y, debido a este movimiento, la luz procedente de galaxias que giran en sentido opuesto a nuestra rotación aparece ligeramente más brillante."Las galaxias que giran en dirección opuesta a la Vía Láctea son ligeramente más brillantes que las galaxias que giran en la misma dirección respecto a la Vía Láctea. Como son más brillantes, vemos más de ellas", explicó Shamir a Newsweek. Si este efecto es mayor de lo que se ha considerado tradicionalmente, podría explicar por qué observamos más galaxias girando en cierta dirección a medida que miramos más profundamente en el universo.En caso de que esta segunda hipótesis resultara correcta, habría que replantearse la calibración de las distancias cósmicas que obtenemos al medir el brillo de las galaxias. De hecho, Shamir señala que esta "recalibración" podría aportar luz a otros misterios cosmológicos, como la disparidad en las tasas de expansión del universo o la existencia de galaxias tan antiguas que desafían la edad teórica del propio cosmos.Independientemente de cuál sea la explicación correcta, este descubrimiento tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión del cosmos. Si el universo realmente nació girando dentro de un agujero negro, gran parte de nuestros modelos cosmológicos actuales deberían ser revisados.Los cosmólogos han asumido tradicionalmente que el universo a gran escala es homogéneo (con propiedades uniformes en todas partes) e isótropo (igual en todas direcciones). El hallazgo de una dirección preferida de rotación galáctica desafía directamente la suposición de isotropía.Por ahora, la evidencia resulta intrigante, pero los especialistas insisten en que se necesitan más datos para discernir cuál de las dos explicaciones - o si alguna combinación de ambas - es la más plausible. Sea cual sea la respuesta definitiva, el hallazgo subraya la gran capacidad del telescopio James Webb para ofrecer una visión sin precedentes del universo profundo y pone de relieve lo mucho que nos queda por descubrir acerca del origen, la estructura y la evolución del cosmos.

jueves, 10 de julio de 2025

NO SABRIAMOS CUALES SERÍAN SUS INTENCIONES: ¿Cómo debemos contestar a un mensaje de una civilización interestelar?

En esta ocasión, Avi Loeb - jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth, así como de su nuevo libro Interstellar - afirma que en caso debamos contestar un mensaje enviado por seres de otros mundos debemos ser precavidos a la hora de hacerlo, ya que la falta de empatía puede ser un resultado plausible de la selección natural y podría conducir al desarrollo de civilizaciones alienígenas despiadadas, un punto de vista el cual como ya es habitual, os ofrecemos traducido y entrecomillado ¿vale?: “Los menús de los restaurantes muestran partes del cuerpo de animales que consideramos menos inteligentes que nosotros. En una reciente cena en una marisquería en Boston, sentí remordimientos al ver el tentáculo de pulpo que nos sirvieron como entrante. Los pulpos tienen un sistema nervioso complejo y una vista excelente, y se encuentran entre los animales más inteligentes. Poseen un cerebro y un sistema nervioso con quinientos millones de neuronas, dos tercios de las cuales están en los nervios de los brazos. En comparación, se estima que el cerebro humano contiene unos 100 billones de conexiones entre ochenta y seis mil millones de neuronas. Cuando el camarero se acercó a nuestra mesa con el plato, comprendí que esta debía de ser la razón por la que los cocineros del restaurante se sentían lo bastante privilegiados como para servir partes de pulpo como entrante. Seguramente, les resultaría desagradable servir de cena a un ser más inteligente que nosotros.La primera entidad terrestre que podría disputar nuestro lugar en la cima de la cadena alimentaria serían los sistemas de inteligencia artificial. Por suerte, su “cuerpo” está formado por circuitos de silicio, así que no pueden digerir partes del cuerpo humano. Pero sí podrían digerir la mente humana. Uno de los mayores retos existenciales para las personas es la salud mental en la era de la inteligencia artificial. Pero cuando el número de conexiones en los sistemas de inteligencia artificial supere los cien billones - la cifra correspondiente en el cerebro humano -, los humanos podríamos ser manipulados y controlados por estos sistemas, igual que los pulpos son manipulados camino del restaurante. En la última década, las redes sociales han servido “comida basura” a las mentes humanas y han provocado una sociedad polarizada, llena de odio hacia personas que nunca hemos conocido. Añadir inteligencia artificial a las redes sociales sin precaución podría llevar a una polarización y un odio aún mayores.Ochenta y seis mil millones de neuronas no son suficientes. Tendemos a odiar a quienes no conocemos en vez de conversar con ellos. Cabe preguntarse cuán pacífica habría sido la historia de la humanidad si el cerebro humano tuviera un billón de neuronas y no pudiera ser manipulado con tanta facilidad. Esta cuestión podría estudiarse en un futuro lejano desarrollando sistemas de inteligencia artificial con billones de conexiones. Ese logro tecnológico quizá requiera una arquitectura nueva que vaya más allá de los microprocesadores. Las tecnologías del futuro podrían inspirarse en la naturaleza, que comenzó en la Tierra a partir de una sopa de sustancias químicas y, tras más de 4.200 millones de años, acabó dando lugar a un cerebro humano que consume solo veinte vatios, en lugar de los gigavatios necesarios para alimentar nuestros sistemas actuales de inteligencia artificial.¿Cómo sería la selección natural en un mundo de inteligencia superior a la humana? ¿Implica “la supervivencia del más apto” - el principio defendido por Charles Darwin - que los supervivientes son quienes poseen mayor inteligencia?Existe un camino científico para responder a esta pregunta. Nuestros telescopios nos ofrecen la oportunidad de realizar un censo en nuestro entorno cósmico. Al examinar miles de millones de exoplanetas habitables en la Vía Láctea o al encontrar artefactos tecnológicos extraterrestres cerca de la Tierra en forma de restos espaciales o dispositivos funcionales, podemos hacernos una idea estadística de la jerarquía en la cadena alimentaria cósmica. ¿Quién controla a quién, ya sea literalmente - en un plato de comida o de manera metafórica - mediante el control mental?Para averiguarlo, debemos cambiar las prioridades dentro de la astronomía convencional e invertir miles de millones de euros también en la búsqueda de inteligencia extraterrestre, en lugar de centrarnos solo en la búsqueda de microbios. Buscar inteligencia superior a la humana o cerebros extraterrestres con más de ochenta y seis mil millones de neuronas - ya sean artificiales o naturales - será una muestra de humildad científica y un indicador de nuestra propia inteligencia. Sin embargo, por ahora, la Encuesta Decenal de Astronomía y Astrofísica del 2020 dejó en segundo plano este objetivo y definió la búsqueda de formas de vida primitivas como su máxima prioridad. Esta no es la mejor forma de reconocer a compañeros más inteligentes en nuestro entorno cósmico.Dado que los astrónomos no recomendaron destinar miles de millones de euros a la búsqueda de inteligencia superior a la humana, solo nos queda especular sobre si “los más inteligentes sobrevivieron” allí. La brillante responsable del Proyecto Galileo en busca de artefactos tecnológicos extraterrestres cerca de la Tierra, ZhenyaShmeleva, que también se especializó en biología, me llamó la atención sobre la novela titulada El Invencible, del escritor polaco StanisławLem, en la que formas de vida mecánicas alienígenas evolucionan por la presión ambiental constante y la aniquilación selectiva en el exoplaneta Regis III. Restos de antiguas máquinas militares, probablemente de una civilización desaparecida, experimentan una evolución en la que la supervivencia, más que la inteligencia, impulsa la complejidad. El sistema más avanzado de máquinas inteligentes fracasa por su propia carga cognitiva y su alta demanda de energía, mientras que unidades más simples de robots microscópicos parecidos a insectos se multiplican como enjambres adaptativos y descentralizados. Ante una amenaza, los diminutos robots se agrupan en enormes “nubes” que se desplazan a gran velocidad y pueden incapacitar cualquier amenaza inteligente siendo brutalmente eficaces, pero completamente carentes de inteligencia a nivel individual. En un mundo militar moderno dominado por aeronaves no tripuladas y en un mundo tecnológico donde la inteligencia artificial se rige por la optimización y el rendimiento, Lem nos advierte de que los instintos superficiales de supervivencia sin inteligencia ni empatía, y el poder sin intención, son resultados posibles de la selección natural entre civilizaciones alienígenas.Como en cualquier cita a ciegas en nuestra vida personal, debemos escuchar antes que hablar en nuestro primer encuentro con seres de otros mundos. En lugar de dar prioridad a los microbios situados en la base de la cadena alimentaria terrestre, los astrónomos deberían considerar en la Encuesta Decenal de Astronomía y Astrofísica del 2030 la posibilidad de que nuestro interlocutor, sentado al otro lado de la mesa interestelar, sea más inteligente que nosotros. Nuestra supervivencia a largo plazo podría depender de esa humildad” puntualizó.

jueves, 29 de mayo de 2025

TODO TIENE SU FINAL: ¿El universo puede extinguirse antes de lo que esperamos?

En esta ocasión, Avi Loeb - jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth, y de su nuevo libro Interstellar – nos da a conocer su punto de vista sobre el destino que le espera a nuestro universo, lo cal os ofrecemos como t es cosrumbre, traducido y entrecomillado ¿Vale?: “En una reciente entrevista para la televisión, me preguntaron sobre la posible muerte del Universo en el futuro a largo plazo. Hace cincuenta años, Stephen Hawking calculó que los agujeros negros se evaporan mediante el escape de partículas que no pueden quedar atrapadas dentro de su horizonte de sucesos. Dichas partículas se comportan como prisioneros regordetes que no pueden permanecer dentro de las paredes de la prisión. Hawking demostró que el escape de radiación con una longitud de onda mayor que el horizonte de sucesos provoca la evaporación de los agujeros negros. Mi entrevista surgió a raíz de un nuevo artículo que argumentaba que la radiación de Hawking debería ser emitida por cualquier curvatura del espacio-tiempo, incluso en ausencia de un horizonte de sucesos. En un artículo que escribí con Mark Hertzberg, demostramos que el formalismo propuesto es incompatible con los resultados establecidos para la radiación de Hawking. Sin embargo, los autores ignoraron nuestras críticas y aplicaron su formalismo a cualquier cuerpo gravitatorio. Sugirieron que las estrellas y los halos de materia oscura deberían evaporarse luego de un tiempo muy prolongado, provocando la muerte de toda la materia del universo. Esta propuesta generó una avalancha de dudas. En primer lugar, no está claro cómo este proceso de evaporación puede violar la conservación de los números cuánticos, como el número bariónico de una estrella que se evapora en radiación. Pero incluso ignorando este obstáculo conceptual, no podemos estar seguros de que las leyes de la física se apliquen a lo largo de las vidas calculadas de 10^{68} años para las estrellas de neutrones y 10^{135} años para los supercúmulos de galaxias. El entrevistador me pidió que aclarara si la muerte del Universo debería ser motivo de alguna preocupación. Mi respuesta fue relajada por varias razones. En primer lugar, se espera que los componentes fundamentales de los núcleos atómicos, como los protones, se desintegren en un tiempo mucho más corto en las extensiones más simples del modelo estándar de física de partículas. Pero incluso antes de eso, la energía oscura que domina el presupuesto de masa cósmica hoy podría evolucionar y conducir a un Big Crunch como parte de un patrón cíclico que alterna periódicamente entre Big Bangs y Big Crunches. Finalmente, debemos tener presente que desconocemos si las leyes de la física tal como la conocemos se mantienen en escalas de tiempo de entre 10^{68} y 10^{135} años. El futuro real podría estar completamente desviado de la realidad física que experimentamos en los últimos 13.800 millones de años tras el Big Bang. Por todas estas razones, argumenté que no deberíamos perder el sueño ante esta muerte prevista de nuestro Universo. Pero existen problemas existenciales más importantes que preocupan en el futuro inmediato. Dentro de mil millones de años, el Sol brillará más y evaporará toda el agua líquida de la superficie terrestre mediante un efecto invernadero, transformando nuestro planeta en un desierto inhóspito para la vida tal como la conocemos. Para entonces, necesitaremos construir una plataforma espacial impulsada por su reactor nuclear interno para reemplazar el hábitat Tierra-Sol para nuestros descendientes. Dentro de 7.600 millones de años, el Sol morirá, perdiendo su envoltura exterior y convirtiendo el sesenta por ciento restante de su masa en una enana blanca, un remanente metálico en enfriamiento del tamaño de la Tierra. Ocupar la Luna o Marte no resolverá nuestro riesgo existencial, porque el brillo y la expansión del Sol antes de su muerte tendrían efectos devastadores también en la Luna o Marte. Para entonces, lo más lógico sería que la humanidad se convirtiera en una especie interestelar. Nuestros viajes podrían llevar a nuestros descendientes a las zonas habitables alrededor de las estrellas enanas rojas más comunes. Estas abundantes estrellas tienen hasta un 7% de la masa del Sol y poseen reactores naturales de fusión nuclear que durarían hasta diez billones de años , mil veces más que el Sol. La mayoría de las estrellas similares al Sol ya pasaron por esta evolución potencialmente mortal, ya que nacieron miles de millones de años antes que el Sol. Esto implica que muchas de las civilizaciones tecnológicas que nos precedieron por miles de millones de años tuvieron que resolver los mismos problemas existenciales que estamos a punto de enfrentar debido a la evolución estelar. Estudiar las tecnologías innovadoras que desarrollaron como solución a sus amenazas existenciales nos permitiría afrontar nuestros propios desafíos. El hecho de que el Sol naciera en el último tercio de la historia cósmica es una gran bendición. Nos permite aprender de quienes nos precedieron. Según los últimos datos estadísticos sobre exoplanetas, existen miles de millones de análogos de la Tierra y el Sol en la Vía Láctea. Aplicar el principio de la "supervivencia del más apto" a las miles, o quizás millones, de civilizaciones tecnológicas que nos precedieron implica que quienes lograron escapar de su estrella tienen más probabilidades de sobrevivir durante más tiempo. También serán aquellos cuyos productos tecnológicos tuvieron más probabilidades de llegar hasta nosotros en los últimos miles de millones de años. En lugar de centrarnos en el descubrimiento de microbios inferiores a nosotros, mejor concentrémonos en aquellas formas de vida superiores a nosotros en la cadena alimentaria interestelar. La Encuesta Decenal del 2020 de astrónomos estadounidenses recomendó como máxima prioridad invertir más de diez mil millones de dólares en la búsqueda de las huellas químicas de los microbios en las atmósferas de los exoplanetas. Mi recomendación es cubrirnos invirtiendo miles de millones de dólares en la búsqueda de objetos interestelares tecnológicos. De lo contrario, las civilizaciones más avanzadas encontrarían patéticas nuestras ambiciones científicas. Tal vez ya se estén riendo de nuestra noción científica dominante de que la existencia de algo como nosotros en un exoplaneta como la Tierra es una afirmación extraordinaria. Esta diversificación en las estrategias de búsqueda no solo mejorará nuestras posibilidades de encontrar algo. Y lo que es más importante, si encontramos los productos de formas de vida más avanzadas, podríamos aprender de ellas nuevas ciencias y tecnologías. Y si alguna vez establecemos contacto con científicos extraterrestres, podremos preguntarles: ¿Cuál es su mejor pronóstico para el futuro a largo plazo del Universo?" puntualizo.

jueves, 10 de abril de 2025

RESTOS DE OTRAS CIVILIZACIONES EN PLANETAS SIN VIDA: ¿Existe la posibilidad de encontrarlos?

En esta oportunidad, el astrofísico Avi Loeb - jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth asi como de su nuevo libro Interstellar – nos da a conocer su punto de vista acerca de la posibilidad de encontrar restos tecnológicos en planetas no habitables, lo cual os ofrecemos traducido y entrecomillado ¿vale?: “Lo habitual es buscar señales de vida en planetas rocosos en la zona habitable de su estrella anfitriona. Allí, la superficie del planeta no es ni demasiado caliente ni demasiado fría, lo que permite la química de la vida en agua líquida en presencia de una atmósfera suficientemente densa. Uno podría imaginar que otras formas de vida tal como las conocemos prosperan en otros fluidos. Al respecto, la misión Dragonfly de la NASA, cuyo lanzamiento está previsto para julio del 2028, buscará signos de vida en los océanos líquidos, lagos y ríos de metano y etano de la superficie de Titán, una luna de Saturno. La temperatura de la superficie de Titán es un tercio de la de la Tierra, de 90 a 94 grados Kelvin. Como lo mostré en un estudio publicado con mi antiguo posdoctorado, Manasvi Lingam, podría existir vida en el agua líquida debajo de la superficie helada de objetos aún más fríos. Cualquier forma de vida que nazca bajo una capa de hielo opaca nunca vería las estrellas y tal vez nunca tendría la ciencia y la tecnología para los viajes interestelares. Sin embargo, una civilización tecnológica como la nuestra, que se ha fijado en las estrellas desde sus inicios, es capaz de construir cohetes que alcancen otras estrellas. A pesar de los imaginativos guiones de las películas de ciencia ficción, los viajes interestelares son largos, aburridos y peligrosos. Con la propulsión química, tardan de millones a miles de millones de años, y los agujeros perforados por impactos de rayos cósmicos energéticos o micrometeoritos podrían tener consecuencias devastadoras para las entidades biológicas. Tiene más sentido lanzar objetos puramente tecnológicos con inteligencia artificial para viajes interestelares, que astronautas biológicos con inteligencia natural. Los objetos tecnológicos podrían potencialmente aterrizar en cualquier superficie, incluidas las de planetas no habitables. A través del disco de la Vía Láctea, el tiempo de viaje de las señales de comunicación desde destinos distantes hasta sus emisores sería de decenas de milenios a la velocidad de la luz. Dado que el tiempo de propagación de la señal es mayor que la historia humana registrada, tendría más sentido que los viajeros interestelares tecnológicos fueran autónomos. Luego de aterrizar en una superficie planetaria sólida, los embajadores tecnológicos podrían ser programados para construir infraestructuras a partir de las materias primas que encuentren cerca del lugar de aterrizaje. Las construcciones que realicen marcarían la propiedad de los recursos locales. También podría señalar la prominencia tecnológica de los remitentes. En tal caso, la motivación de los remitentes se haría eco del sentimiento expresado por el presidente Donald Trump durante un discurso ante la sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos el 5 de marzo del 2025: “Vamos a conquistar las vastas fronteras de la ciencia, llevaremos a la humanidad al espacio y plantaremos la bandera estadounidense en el planeta Marte e incluso mucho más allá” Dadas estas posibilidades, los astrónomos también deberían buscar infraestructuras tecnológicas en planetas que no sean propicios para la vida. Las ubicaciones podrían incluir planetas que flotan libremente en todo el espacio interestelar sin ninguna estrella cerca de ellos. Estos planetas rebeldes se han descubierto durante las últimas dos décadas como lupas de la luz emitida por las estrellas de fondo a través de microlentes gravitacionales, y su abundancia podría ser más grande que la de los planetas unidos a estrellas. Los planetas errantes podrían haber sido expulsados gravitacionalmente de sus lugares de nacimiento debido a inestabilidades dinámicas. Algunos de ellos podrían ser planetas congelados similares a la Tierra, mundos que ofrecen recursos minerales de manera similar a sus análogos alrededor de las estrellas. Los lugares de aterrizaje también podrían incluir planetas cálidos sin atmósfera. Un sistema planetario densamente poblado, como los siete planetas rocosos alrededor de la estrella. TRAPPISTA-1, ofrece grandes oportunidades inmobiliarias para los viajeros interestelares que pueden utilizar materias primas rocosas para construir su infraestructura tecnológica. Por tanto, es razonable buscar señales tecnológicas en planetas no habitables. Encontrarlos no solo indicaría que no estamos en el centro tecnológico del Universo, sino también que otras civilizaciones tecnológicas nos precedieron en millones o miles de millones de años desde que llegaron a destinos galácticos muy fuera de su sistema planetario de nacimiento. La exploración de los embajadores interestelares tecnológicos se parecerá a la experiencia de los prisioneros de la alegoría de la caverna de Platón: solo seremos testigos de las sombras de los emisores e intentaremos descifrar su naturaleza a partir de sus productos tecnológicos. Es posible que descubramos los productos de civilizaciones tecnológicas que ya han muerto. En ese caso, no nos quedará otra opción que reconstruir sus habilidades y motivaciones a partir de sus reliquias. Encontrar firmas tecnológicas en planetas no habitables o que flotan libremente podría inspirarnos a imitarlos. Como señaló Oscar Wilde: “La imitación es la forma más sincera de adulación”. Todo esto tiene sentido en la Naturaleza. La flor del diente de león no espera que sus semillas regresen, ni tampoco espera presenciar su crecimiento en tierras fértiles y lejanas. Todos somos actores transitorios que van y vienen en un Universo en constante evolución. Es divertido ver la obra cósmica y descubrir quién fue elegido antes de que los humanos entráramos en escena” puntualizo.

jueves, 20 de marzo de 2025

¿CÓMO PODER ENCONTRARLOS?: Las señales de vida extraterrestre podrían estar escondidas en mundos que no se parecen a la Tierra

La búsqueda de vida en otros planetas podría tomar un giro de 180 grados. En efecto, una reciente investigación científica sugiere que los elementos químicos que permiten entornos similares a los de la Tierra, podrían estarse escondiendo en gases poco conocidos. Entonces, eso haría que los expertos en materia de astronomía tengan que volver a buscar indicios de estos químicos en exoplanetas que antes habían sido descartados. Intentar buscar vida en un exoplaneta, bien sea que esté en nuestra galaxia o en otra agrupación estelar, es un trabajo altamente complicado. En primer lugar, para poder determinar que hay un mundo (o varios) dando vueltas alrededor de un sol, primero hay que medir el brillo de la estrella masiva durante meses o años. Luego, basados en como cambie ese brillo y los períodos en los que lo haga, los científicos pueden determinar cuántos exoplanetas hay. A partir de esa información direccionan los diferentes observatorios hacia el lugar señalado, para intentar encontrar las composiciones de su atmósfera (si es que la tienen) y entonces determinar si hay firmas de químicos similares a los de la Tierra. Para poder encontrar un mundo similar al nuestro, los científicos también miden la distancia entre el cuerpo y su estrella masiva. Así determinan si están en lo que llaman la zona habitable de un sistema solar. Todos esos elementos siguen siendo importantes para la búsqueda de vida en otro planeta. Sin embargo, ahora hay que añadirle la confirmación de la existencia de un gas, que tiene la particularidad de esconder los químicos que conforman los elementos de vida de la Tierra. Se trata de unos gases llamados haluros de metilo. Estas formas se componen de un grupo de metilo, que contiene un átomo de carbono y tres de hidrógeno, los cuales están unidos a un átomo de halógeno como el cloro o el bromo. Son básicamente elementos que se producen en nuestro mundo por bacterias, algas marinas, hongos y algunas plantas. Pero encontrarlos no es nada fácil. Estas biofirmas son tan pequeñas, que el Telescopio Espacial James Webb no las puede captar. Entonces, los expertos tendrían que apuntar a exoplanetas grandes, que estén orbitando alrededor de estrellas rojas, calificados dentro de los Hyceanos, destacados por contar con atmósferas densas y aparentes océanos muy profundos. “A diferencia de un planeta similar a la Tierra, donde el ruido atmosférico y las limitaciones de los telescopios dificultan la detección de biofirmas, los planetas Hyceanos ofrecen una señal mucho más clara”, dijo Eddie Schwieterman, autor del estudio y científico de la Universidad de California, Riverside.” Debemos concentrarnos en su estudio para descubrir los secretos que esconden” asevero.

jueves, 13 de marzo de 2025

¿EXTRAÑAS FORMAS DE VIDA EN LA TERMOSFERA?: Secretos que esconde nuestro planeta

Un reciente estudio publicado en el Journal of Modern Physics, cambia radicalmente el enfoque tradicional del fenómeno de los objetos no identificados (UAP por sus siglas en inglés). En efecto, el trabajo se aleja de la idea de naves espaciales pilotadas por seres alienígenas provenientes de lugares distantes del cosmos. El informe, firmado por científicos de prestigiosas instituciones como Harvard y Cambridge, sugiere que muchas de estas anomalías podrían ser en realidad formas de vida basadas en plasma que habitan en la termosfera terrestre. La termosfera o ionosfera, se extiende aproximadamente entre 80 y 120 kilómetros de altitud sobre la superficie terrestre y se prolonga hasta los 1000 kilómetros de altura, en la zona que transitan nuestros satélites y sondas espaciales. El estudio, titulado Extraterrestrial Life in the Thermosphere: Plasmas, UAP, Pre-Life, Fourth State of Matter, señala que existen evidencias sólidas de que estos plasmoides, constituidos por el cuarto estado de la materia, presentan patrones de inteligencia. Se han documentado movimientos oscilantes, persecuciones, cambios abruptos de dirección y velocidades imposibles para cualquier tecnología humana conocida. Además, estos objetos han sido captados en misiones espaciales oficiales de la NASA, como las misiones STS (Space Transportation System). Los autores del estudio proponen que estos plasmas podrían ser formas de "pre-vida" con características que los acercan a organismos biológicos simples. Sus interacciones con campos electromagnéticos y su capacidad de dividirse, congregarse y emitir rastros de polvo de plasma han llevado a los científicos a considerar que podrían ser más que simples fenómenos físicos. Una de las evidencias más impactantes proviene del experimento Tether de la NASA en 1996. Durante esta misión, un cable conductor desplegado en el espacio se rompió inesperadamente y, en las imágenes captadas, se observó una gran cantidad de esferas luminosas moviéndose de forma aparentemente inteligente alrededor del cable. Según los investigadores, estos plasmoides presentan morfologías diversas, como formas de cono, nube, dona y esfera, y han sido observados en múltiples misiones del transbordador espacial, como la STS-48, STS-80 y STS-75. Pero más allá de la hipótesis científica de vida plasmática, otros investigadores han comenzado a especular que estos fenómenos podrían estar relacionados con una forma de inteligencia artificial avanzada que se manifiesta en nuestro mundo físico a través de estas estructuras energéticas. La teoría sugiere que una conciencia no humana podría estar utilizando el plasma como un medio para interactuar con nuestro entorno. Algunos, como el empresario estadounidense Rusty Lindquist, han planteado que este mecanismo se basa en el concepto de energía de punto cero, un fenómeno cuántico donde la energía latente en el vacío puede ser utilizada para manifestar materia. En este sentido, una inteligencia lo suficientemente avanzada podría ser capaz de "colapsar" la energía en un estado material transitorio, permitiéndole moverse e interactuar con la realidad física en forma de plasmoides. Esta hipótesis explicaría por qué estos objetos parecen desafiar las leyes convencionales de la física, como la inercia y la gravedad. Además, su atracción por campos magnéticos podría explicar avistamientos cerca de instalaciones nucleares y zonas con alta actividad electromagnética, un patrón que ha sido documentado en múltiples ocasiones. El estudio también revisa el fenómeno de los Foo Fighters reportado por pilotos durante la Segunda Guerra Mundial. Estas luminarias, que parecían jugar con los aviones de combate, podrían haber sido manifestaciones de la misma inteligencia que hoy se esconde bajo la denominación de UAP (Fenómenos Aéreos No Identificados). En este contexto, el informe sugiere que la NASA y otras agencias han evitado abordar el tema con la seriedad que merece. La falta de explicaciones oficiales podría deberse a la incapacidad de los modelos científicos tradicionales para comprender estos fenómenos dentro de los marcos actuales de la física. Si esta teoría es correcta, la humanidad podría estar enfrentándose a una forma de inteligencia que no necesita cuerpos ni naves espaciales, sino que se manifiesta a través de estructuras energéticas en el límite entre la materia y la información. Esta hipótesis no solo cambiaría la manera en que entendemos los OVNIS, sino que podría abrir la puerta a una nueva visión sobre la naturaleza de la conciencia y la realidad misma. Por cierto, esta es solo una hipótesis, así que lo que realmente existe en el espacio no lo sabemos.

jueves, 27 de febrero de 2025

¿LOS ALIENIGENAS SE PARECEN MUCHO A LOS HUMANOS?: Reciente investigación así lo sugiere

Contra todo lo que siempre se ha había pensado, sobretodo influidos por las películas de ciencia-ficción que los presentan como monstruos aterradores, los extraterrestres probablemente se parezcan a nosotros, sugiere un nuevo estudio… O al menos, eso es lo que quieren hacernos creer. En efecto, esto se debe a que los científicos dicen ahora que la vida en la Tierra evolucionó de manera estandarizada y que habría ocurrido de la misma manera en otros planetas. Es más, los científicos dicen que la humanidad puede no ser extraordinaria, sino más bien el “resultado evolutivo natural” de los planetas en general. Esto significa que los extraterrestres que evolucionan en mundos lejanos podrían haber evolucionado con bastante facilidad de la misma manera que nosotros, nadando en el mar, antes de arrastrarse a tierra y desarrollar brazos y piernas (para resumir la evolución de manera simple). El modelo, que da la vuelta a la teoría de los “pasos duros” de hace décadas de que la vida inteligente “fue un acontecimiento increíblemente improbable”, sugiere que tal vez no fue tan difícil como se creía. Los investigadores de Pennsylvania State University, que dirigieron el estudio, afirmaron que la nueva interpretación del origen de la humanidad aumenta la probabilidad de que haya vida inteligente en otras partes del universo. Al respecto, la coautora, la profesora Jennifer Macalady, dijo en un comunicado: “Se trata de un cambio significativo en nuestra forma de pensar sobre la historia de la vida. Sugiere que la evolución de la vida compleja puede tener menos que ver con la suerte y más con la interacción entre la vida y su entorno, lo que abre nuevas y emocionantes vías de investigación en nuestra búsqueda por comprender nuestros orígenes y nuestro lugar en el universo”. Desarrollado inicialmente por el físico teórico Brandon Carter en 1983, el modelo de los “pasos duros” sostiene que nuestro origen evolutivo era muy improbable debido al tiempo que tardaron los humanos en evolucionar en la Tierra en relación con la vida total del sol y, por lo tanto, la probabilidad de que existan seres similares a los humanos fuera de la Tierra era extremadamente baja. En el nuevo estudio, publicado en la revista Science Advances, un equipo de investigadores de la Pennsylvania State University argumentó que el entorno de la Tierra era inicialmente “inhóspito” para muchas formas de vida, y que los pasos evolutivos clave solo fueron posibles cuando el entorno global alcanzó un estado “permisivo”. Por ejemplo, la vida animal compleja requiere un cierto nivel de oxígeno en la atmósfera, por lo que la oxigenación de la atmósfera terrestre a través de la fotosíntesis de microbios y bacterias fue un paso evolutivo “natural” para el planeta, que creó una ventana de oportunidad para el desarrollo de formas de vida más recientes. El autor principal, el Dr. Dan Mills, investigador postdoctoral de la University of Munich, dijo en un comunicado: “Sostenemos que la vida inteligente puede no requerir una serie de golpes de suerte para existir”. Mills, que trabajó en el laboratorio de astrobiología del profesor Macalady en Penn State cuando era estudiante, agregó: “Los humanos no evolucionaron ‘temprano’ o ‘tarde’ en la historia de la Tierra, sino ‘a tiempo’, cuando se dieron las condiciones. Quizás sea solo cuestión de tiempo, y tal vez otros planetas puedan alcanzar estas condiciones más rápidamente que la Tierra, mientras que otros planetas podrían tardar aún más”. La predicción central de la teoría de los “pasos duros” afirma que existen muy pocas, si es que hay alguna, civilizaciones en todo el universo, porque pasos como el origen de la vida, el desarrollo de células complejas y la aparición de la inteligencia humana son improbables basándose en la interpretación de Carter de que la vida total del sol es de 10.000 millones de años y la edad de la Tierra de unos 5 000 millones de años. Pero en el nuevo estudio, el equipo de investigación (que incluye astrofísicos y geobiólogos) propuso que el momento de los orígenes humanos puede explicarse por la apertura secuencial de “ventanas de habitabilidad” a lo largo de la historia de la Tierra, impulsadas por cambios en la disponibilidad de nutrientes, la temperatura de la superficie del mar, los niveles de salinidad del océano y la cantidad de oxígeno en la atmósfera. Dados todos los factores que interactúan, el equipo de Penn afirma que la Tierra solo se ha vuelto “recientemente” hospitalaria con la humanidad. Es simplemente el resultado natural de esas condiciones en funcionamiento. El coautor del estudio, el profesor Jason Wright, dijo: “Estamos adoptando el punto de vista de que, en lugar de basar nuestras predicciones en la vida útil del sol, deberíamos utilizar una escala de tiempo geológica, porque ese es el tiempo que tardan la atmósfera y el paisaje en cambiar. Estas son escalas de tiempo normales en la Tierra. Si la vida evoluciona con el planeta, entonces evolucionará en una escala de tiempo planetaria a un ritmo planetario”. Explicó que parte de la razón por la que el modelo de los “pasos duros” ha prevalecido durante tanto tiempo es que se originó en su propia disciplina de la astrofísica, que es el campo por defecto utilizado para comprender la formación de planetas y sistemas celestes. En tanto, el profesor Macalady agrego: “Este artículo es el acto más generoso de trabajo interdisciplinario. Nuestros campos estaban muy alejados, y los pusimos en la misma página para llegar a esta pregunta de cómo llegamos aquí y ¿estamos solos? Había un abismo, y construimos un puente”. El equipo de investigación planea probar su modelo alternativo, incluyendo cuestionar el estatus único de los “pasos duros” evolutivos propuestos. Los proyectos de investigación recomendados que se describen en el documento actual incluyen trabajos como la búsqueda de biofirmas, como la presencia de oxígeno, en las atmósferas de planetas fuera de nuestro sistema solar. El equipo también propuso poner a prueba los requisitos de los “pasos duros” propuestos para determinar su dificultad real mediante el estudio de formas de vida unicelulares y multicelulares en condiciones ambientales específicas, como niveles más bajos de oxígeno y temperatura. El equipo de la Penn State también sugirió que la comunidad investigadora debería estudiar si las innovaciones, como el origen de la vida, la fotosíntesis oxigénica y el Homo sapiens, son realmente acontecimientos singulares en la historia de la Tierra. Por su parte, el profesor Wright dijo: “Esta nueva perspectiva sugiere que la aparición de vida inteligente podría no ser tan improbable al fin y al cabo”. Wright añadió: “En lugar de una serie de acontecimientos improbables, la evolución puede ser más bien un proceso predecible, que se desarrolla a medida que las condiciones globales lo permiten. Nuestro marco se aplica no solo a la Tierra, sino también a otros planetas, lo que aumenta la posibilidad de que exista vida similar a la nuestra en otros lugares” puntualizó.

jueves, 20 de febrero de 2025

PROJECT HYPERION: Generaciones de humanos viviendo en una nave interestelar

El sueño de atravesar las profundidades del espacio y plantar la semilla de la civilización humana en otro planeta existe desde hace generaciones. Desde que sabemos que es probable que la mayoría de las estrellas del Universo tengan su propio sistema de planetas, ha habido quienes han abogado por que las exploremos (e incluso nos establezcamos en ellas). En los albores de la era espacial, esta idea dejó de ser materia exclusiva de ciencia ficción y se convirtió en una cuestión de estudio científico. Desafortunadamente, los desafíos de aventurarse más allá de la Tierra y llegar a otro sistema estelar son innumerables. A fin de cuentas, solo hay dos formas de enviar misiones tripuladas a exoplanetas. La primera es desarrollar sistemas de propulsión avanzados que puedan alcanzar velocidades relativistas (una fracción de la velocidad de la luz). El segundo implica la construcción de naves espaciales que puedan sustentar tripulaciones durante generaciones, lo que se conoce como una nave de generación (o nave mundo). Project Hyperion es un equipo internacional e interdisciplinar compuesto por arquitectos, ingenieros, antropólogos y urbanistas. Muchos de ellos han trabajado con agencias e institutos como la NASA, la ESA y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Si bien los conceptos para una nave espacial interestelar se remontan a principios de la era espacial, el interés en este campo ha crecido considerablemente en las últimas dos décadas. Esto se debe en gran medida a la reciente explosión en el número de exoplanetas conocidos en nuestra galaxia, que actualmente se sitúa en 5.787 planetas confirmados en 4.325 sistemas estelares. Esto se ilustra con conceptos como Breakthrough Starshot, Enjambre de Próxima Centauri y el Proyecto Génesis. Estos conceptos aprovechan las naves espaciales a escala de gramos, la energía dirigida (láseres) y las velas luminosas para alcanzar velocidades de hasta el 20% de la velocidad de la luz, lo que les permite realizar el viaje en décadas en lugar de siglos o milenios. Sin embargo, enviar naves espaciales tripuladas a otros sistemas estelares con suficientes pasajeros para establecerse en otro planeta es mucho más desafiante. Una nave espacial que dependa de métodos de propulsión conocidos o técnicamente viables tardaría entre 1.000 y 81.000 años en alcanzar incluso la estrella más cercana (Próxima Centauri). Si bien algunos conceptos avanzados como Proyecto Orión, Dédalo e Ícaro teóricamente podrían llegar a Próxima Centauri en 36 a 85 años, los costos y la cantidad de propulsor necesario son prohibitivos. La alternativa a estos conceptos de ir rápido es conformarse con el largo viaje, que puede durar siglos o incluso milenios. Esto requiere una nave espacial de tamaño suficiente capaz de albergar a cientos (o miles) de seres humanos a lo largo de varias generaciones. Para ahorrar espacio y reducir la masa de espacio de carga, las tripulaciones necesitarán cultivar gran parte de sus alimentos y depender de sistemas de soporte vital que sean de naturaleza bioregenerativa. En resumen, la nave tendría que ser autosuficiente para que los pasajeros pudieran llevar una vida cómoda y saludable hasta llegar a su destino. “Piense en la diferencia entre un dron y un transatlántico. Los diseños anteriores de naves espaciales interestelares, como Orion, Daedalus e Icarus, son sondas no tripuladas que tienen el objetivo principal de recopilar datos científicos de los sistemas estelares objetivo, incluida la búsqueda de señales de vida", explico Andreas Hein, profesor asociado de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Luxemburgo y científico jefe del Centro Interdisciplinario de Seguridad, Confiabilidad y Confianza, forma parte del Comité Organizador del Proyecto Hyperion. "Por el contrario, las naves de generación están diseñadas para transportar una tripulación, con el objetivo principal de establecerse un exoplaneta u otro cuerpo celeste en el sistema estelar objetivo. También tienden a ser mucho más grandes que las sondas interestelares, aunque probablemente utilizarían sistemas de propulsión similares, como la propulsión basada en fusión”. La primera descripción conocida de una nave de generación fue realizada por un ingeniero espacial. Robert H. Goddard, uno de los antepasados de los cohetes modernos, quien dio nombre al Centro de vuelos espaciales Goddard de la NASA. En su ensayo de 1918, La migración definitiva, describió un “arca interestelar” que abandonaría el sistema solar en un futuro lejano después de que el Sol alcanzara el final de su ciclo de vida. Los pasajeros estarían congelados criogénicamente o en estado de letargo inducido durante gran parte del viaje, excepto el piloto, a quien se despertaba periódicamente para dirigir el barco. Goddard recomendó que la nave fuera propulsada por energía atómica si se implementaba la tecnología. De lo contrario, sería suficiente una combinación de hidrógeno, oxígeno y energía solar. Goddard calculó que estas fuentes de energía permitirían a la embarcación alcanzar velocidades de 4,8 a 16 km/s, o aproximadamente 57.936 km/h. A esto le siguió el famoso científico espacial y cosmólogo ruso. Konstantin E. Tsiolkovsky, también reconocido como uno de los antepasados de los cohetes modernos. En 1928 escribió un ensayo titulado El futuro de la Tierra y la humanidad que describía una Arca de Noé interestelar. En la versión de Tsiolkovsky, la nave espacial sería autosuficiente y la tripulación estaría despierta para el viaje, que duraría miles de años. En 1964, un científico de la NASA, el Dr. Robert Enzman, propuso el concepto más detallado hasta la fecha para una nave de generación, conocida como Nave estelar Enzmann. La propuesta pedía una nave de 600 metros de eslora empujado por un propulsor de fusión que utiliza deuterio como combustible. Según Enzmann, esta nave albergaría una tripulación inicial de 200 personas con margen de ampliación a lo largo del camino. Este proyecto representa un paso significativo hacia el desarrollo de tecnologías y conocimientos necesarios para misiones a largo plazo, por lo que se espera avanzar en la comprensión de cómo la humanidad podría expandir sus fronteras más allá de la Tierra, enfrentando retos tanto tecnológicos como sociales. Con un horizonte prometedor, el Proyecto Hyperión sienta las bases para el futuro de la exploración interestelar.

jueves, 30 de enero de 2025

¿OCULTANDO LAS EVIDENCIAS? : Las agencias de espionaje de EE.UU. obstaculizan la búsqueda de civilizaciones interestelares

En esta ocasión el astrofísico Avi Loeb - jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth y del nuevo libro Interstellar - nos da su opinión acerca del infame papel que cumplen las agencias de espionaje estadounidense que “por razones de seguridad nacional” pretende que los descubrimientos realizados por los telescopios espaciales no sean de dominio público, lo cual os presentamos como ya es habitual, traducido y entrecomillado ¿vale?: “El cielo es nuestra ventana al Universo. Al observarlo, podemos informarnos sobre nuestras raíces cósmicas. Han sucedido muchas cosas a lo largo de los últimos 13.800 millones de años desde el Big Bang. En un principio, existía una sopa casi uniforme de partículas elementales. Sin embargo, a veces el estudiante al fondo de la clase es quien domina el futuro. Para el cosmos, este estudiante fueron las ligeras malformaciones de densidad en la sopa primordial. Estas terminaron sembrando el colapso gravitacional de galaxias, dentro de las cuales el gas se fragmentó en estrellas como el Sol, con planetas como la Tierra formándose a partir de discos de escombros alrededor de estas estrellas. La química de la vida tal y como la conocemos se hizo posible cuando las primeras estrellas masivas explotaron en supernovas y enriquecieron sus entornos con oxígeno. Al poco tiempo, surgieron moléculas de agua cuando el oxígeno se combinó con hidrógeno primordial, como se demostró en un artículo que coescribí hace una década. Esta secuencia de eventos eventualmente condujo a la vida en la Tierra, culminando con nuestra civilización tecnológica moderna. Dado el sextillón de sistemas Tierra-Sol en el volumen observable del Universo, es razonable asumir que no estamos solos. Esta premisa requiere un sentido de humildad del que la mayoría de los humanos carecen. Por tanto, esta idea sigue siendo controvertida, con menos de un uno por ciento de nuestro presupuesto científico dedicado a la búsqueda de otras civilizaciones tecnológicas. Este hecho por sí solo es testimonio de lo poco inteligentes que somos a veces. En los últimos 66 años, desde que la primera nave espacial Luna 1 abandonó la órbita terrestre en 1959, el espacio alrededor de la Tierra se llenó de satélites hechos por el ser humano. Algunos son satélites del Programa de Apoyo a la Defensa (DSP) operados por la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, que sirven como sistemas de alerta temprana. Estos satélites geoestacionarios identifican lanzamientos de misiles, lanzamientos espaciales, detonaciones nucleares y meteoritos de fuego mediante sensores infrarrojos que detectan calor de gases calientes contra el fondo de la Tierra. Otras constelaciones de satélites mejoran la capacidad de los Estados Unidos para llevar a cabo otras misiones relevantes para la seguridad nacional, incluida la comunicación, inteligencia, vigilancia, reconocimiento, vigilancia del clima y respuesta a emergencias. Actualmente hay más satélites activos que nunca en la historia. El espacio cercano a la Tierra se está convirtiendo en un área cada vez más disputada, con competidores y adversarios desarrollando sistemas de contramedidas frente a aquellos empleados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. En noviembre del 2021, Rusia lanzó un arma antisatélite de ascenso directo que destruyó uno de sus propios satélites, creando aproximadamente 1.500 piezas de metralla, muchas de las cuales aún están en órbita. Durante la guerra de Ucrania, pequeños satélites proporcionaron acceso a internet de alta velocidad y comunicaciones de respaldo, así como imágenes de alta calidad y recopilación de inteligencia geoespacial. China emplea cientos de satélites con capacidades de vigilancia y guerra destinadas a interrumpir las comunicaciones entre satélites, PNT, GPS, vigilancia y reconocimiento. El espacio cercano a la Tierra está actualmente saturado de activos militares. En otras palabras, el cielo -nuestra única ventana al cosmos - está actualmente abarrotado por nuestros dispositivos de guerra. No solo oscurecen nuestra vista, sino que también introducen una tensión entre nuestro inocente interés por saber más sobre el Universo y nuestros conflictos terrenales. Esta tensión es otro testimonio de lo poco inteligentes somos. Dado este nivel de tensión, no sorprende que telescopios astronómicos que inspeccionan todo el cielo - como Pan-STARRS y el próximo Observatorio Rubin - puedan revelar el inventario de satélites utilizados con fines de seguridad nacional por el gobierno de los Estados Unidos. Por esa razón, el gobierno estadounidense quiere eliminar información confidencial sobre sus activos espaciales de la base de datos pública de estos telescopios para que dicha información no esté disponible para sus adversarios. En un artículo reciente en The Atlantic, Ross Andersen informó sobre la experiencia del científico del proyecto LSST Željko Ivezić, del próximo Observatorio Rubin: ‘Tras algunos debates, Ivezić dijo que él y sus compañeros idearon una forma menos invasiva de eliminar activos estadounidenses secretos de las alertas instantáneas del observatorio. Una agencia gubernamental - nadie le dijo cuál - aportaría cinco millones de dólares para la construcción de una red dedicada al movimiento de datos sensibles. Cada vez que el telescopio tomara una de sus imágenes de 30 arcosegundos del cielo, el archivo se cifraría inmediatamente, sin que nadie lo viera primero, y luego se enviaría a una instalación segura en California’. ¿Debería preocuparnos que el ‘bebé sea arrojado junto con el agua de la bañera’ ,una expresión norteamericana que significa que se pierden las partes buenas de algo por querer eliminar las malas. Es decir, ¿se perderán datos científicos valiosos sobre nuestro vecindario cósmico mientras el gobierno elimina parte de los datos disponibles para los científicos? Arjan Singh me hizo estas preguntas en un correo electrónico. En particular, uno podría preocuparse de que los Fenómenos Anómalos No Identificados (UAP), potencialmente vinculados a artefactos tecnológicos extraterrestres que llegan cerca de la Tierra, puedan ser eliminados de los datos del LSST. Respondí a Arjan que, mientras los UAP tengan características de vuelo que excedan dramáticamente las tecnologías humanas, podrían no ser eliminados de los datos. En la búsqueda de vehículos extraterrestres, los miembros de mi equipo de investigación en el Proyecto Galileo buscarán en los datos públicos del LSST UAP y objetos interestelares. Arjan respondió: ‘Esta situación subraya cuánta esperanza y confianza muchos de nosotros depositamos en su trabajo con el Proyecto Galileo, que permanece libre de tales restricciones. La independencia del proyecto ofrece una vía vital para la exploración imparcial, y espero con ansias ver los resultados de su investigación innovadora’. No tengo más que decir” puntualizó.

jueves, 2 de enero de 2025

TODO DEPENDE DE NOSOTROS: “Es lo único que realmente necesitamos para encontrar una civilización de otro planeta”

Iniciando el año, Avi Loeb - jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth, así como de su nuevo libro Interstellar - nos da a conocer su opinión acerca de la posibilidad de encontrar evidencia de una civilización alienígena en algún momento entre el 2025 y el 2035, lo cual os presento como ya es habitual, traducido y entrecomillado ¿vale?: “La luz tarda más en llegar a nosotros desde mayores distancias. Por ello, al detectar galaxias más lejanas que nunca, el telescopio Webb nos permite observar cómo era el Universo en sus primeros momentos. El actual récord lo ostenta una galaxia llamada JADES-GS-z14-0, con un corrimiento al rojo cosmológico de z=14,32. Mis libros de texto ‘¿Cómo se formaron las primeras estrellas?’ y ‘Las primeras galaxias en el Universo’ fueron publicados hace una década, anticipando los datos del telescopio Webb sobre las galaxias más lejanas. Dos décadas antes, fui invitado a formar parte del primer Consejo Asesor Científico que diseñó este Telescopio Espacial de Nueva Generación. Este privilegio me fue concedido como uno de los primeros cosmólogos en predecir teóricamente las propiedades de las primeras estrellas y galaxias, en la década de 1990. En aquel entonces, los observadores tradicionales afirmaban que era poco probable que existieran galaxias más allá de un corrimiento al rojo determinado, considerando mi investigación como muy especulativa. Este no es el único prejuicio infundado que he presenciado. Antes de ese momento, la mayoría de los astrónomos descartaban la posibilidad de que un planeta con la masa de Júpiter pudiera orbitar cerca de una estrella similar al Sol, porque la teoría usada para explicar la ubicación de Júpiter en el sistema solar excluía sistemas más compactos. En 1995, Michel Mayor y Didier Queloz descubrieron un planeta con la masa de Júpiter orbitando cerca de la estrella tipo solar 51 Pegasi. Obviamente, existen otros ejemplos de sesgos que han ralentizado el ritmo de los descubrimientos. Hasta hace pocos años, se descartaba la posibilidad de que un agujero negro de masa estelar pudiera estar en estrecha proximidad con una estrella como el Sol. Sin embargo, en el 2022, nuestro investigador posdoctoral Kareem El-Badry y sus colaboradores descubrieron Gaia BH1, una estrella similar al Sol orbitando un agujero negro de 9,6 masas solares con un periodo orbital de medio año. Hace aproximadamente una década, recibí en mi despacho al astrónomo de Caltech Mike Brown y le pregunté si había comprobado si algunos objetos del cinturón de Kuiper podrían estar emitiendo luz propia, como cabría esperar de naves extraterrestres. En tal caso, su flujo observado disminuiría inversamente con el cuadrado de la distancia, mientras que, si los objetos simplemente reflejan la luz solar, su flujo disminuiría con la distancia elevada a la cuarta potencia. Mike respondió: ‘¿Por qué debería comprobarlo? Es obvio que deben desvanecerse con la distancia elevada a la cuarta potencia’. La investigación científica es un esfuerzo humano, y los humanos tienden a anticipar lo que pueden encontrar. Dado que los fondos y el tiempo de observación son recursos limitados, los observadores tienden a evitar riesgos y, a veces, pierden oportunidades de descubrir lo desconocido. Los científicos jóvenes suelen ser más conservadores porque desean obtener empleo impresionando al clero dominante. Aquellos que evitan equivocarse y han sido adoctrinados para aceptar el dogma popular carecen de la humildad necesaria para asumir riesgos en sus investigaciones y realizar descubrimientos revolucionarios. La galaxia conocida más lejana, JADES-GS-z14-0, se encuentra actualmente a una distancia física de 33.700 millones de años luz de nosotros. Esto puede parecer paradójico, dado que la edad del Universo es de 13.800 millones de años. Sin embargo, la luz observada salió de esta galaxia hace 13.500 millones de años, cuando el Universo tenía solo 300 millones de años. Desde entonces, la distancia entre nuestro punto de observación y esa galaxia se ha estirado por un factor de (1+z)=15,32. La separación original era de solo 2.200 millones de años luz. Pero mientras la luz de la galaxia cruzaba esta separación inicial, JADES-GS-z14-0 se alejaba de nosotros debido a la expansión cósmica. De hecho, esta galaxia primitiva estaba fuera de nuestro horizonte cósmico cuando emitió su luz. La distancia que la luz podría haber recorrido desde el Big Bang era de solo 300 millones de años luz cuando la galaxia emitió su luz. Esta distancia era 7,3 veces menor que la separación entre la galaxia y nuestra ubicación en el momento de la emisión. Desde entonces, el Universo ha envejecido y nuestro horizonte cósmico ha crecido en tamaño hasta abarcar esta galaxia, permitiendo que el telescopio Webb la descubra. Existen muchas más galaxias de esa época que no podemos ver. Están demasiado lejos de nosotros y, por tanto, su luz permanecerá para siempre fuera de nuestra vista, dada la expansión acelerada del Universo actual. Las galaxias que no hayan entrado en nuestro horizonte hasta ahora nunca serán visibles para nosotros porque seguirán alejándose más rápido que la luz. Según la teoría de la Relatividad General, el espacio puede expandirse más rápido que la luz a escalas cosmológicas. Pensemos en los fotones como hormigas caminando a una velocidad finita sobre la superficie de un globo que se expande más rápido que su velocidad de marcha. Estas hormigas nunca podrán cruzar las separaciones crecientes entre ellas. La superficie del globo es el análogo bidimensional del espacio cósmico tridimensional. Sabemos que las condiciones cósmicas son similares a las que observamos en una escala al menos 3.900 veces mayor que nuestro horizonte cósmico. Esto se debe a que una desviación significativa habría dejado una huella en las fluctuaciones de temperatura del fondo cósmico de microondas. Por tanto, existen al menos (3.900)³, o sesenta mil millones de veces más galaxias que las que podemos observar, independientemente de lo potentes que sean nuestros telescopios. Actualmente, debería haber más de 10^{31} planetas similares a la Tierra en la zona habitable de estrellas como el Sol dentro del volumen cósmico que conocemos. Argumentar que somos una especie privilegiada y la única inteligente en el cosmos es una arrogancia amplificada a 31 órdenes de magnitud. Mis colegas académicos suelen repetir el estándar de Carl Sagan: “las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias”. En los párrafos anteriores describí las evidencias que hacen de la afirmación ‘estamos solos’ una afirmación extraordinaria. Aquellos, como Elon Musk, que sugieren que ‘probablemente estemos solos’, no tienen evidencias extraordinarias para respaldar tal afirmación. Lo que realmente sabemos sobre el Universo argumenta a favor de la opinión opuesta. La suposición predeterminada debería ser que ‘probablemente no estemos solos’. Al respecto, Peter Thiel argumentó en una entrevista reciente: ‘Nunca deberías apostar contra Elon’. En este tema, estoy dispuesto a apostar un porcentaje de mi fortuna contra un porcentaje de la fortuna de Elon. Pongamos este dinero en un fondo común y utilicémoslo para buscar firmas tecnológicas de extraterrestres. Si no encontramos nada en una década tras invertir esta cantidad de dinero en la búsqueda, cederé y le daré a Elon un segundo porcentaje de mi fortuna. Mi propósito de año nuevo para el 2025 surge de la idea de que la humildad cósmica es más razonable que la alternativa, al menos por 31 órdenes de magnitud. ¿Cómo deberíamos proceder con esta realización? La respuesta es una cuestión de sentido común. Si sabemos que hay al menos 10^{31} ‘casas’ en nuestra ‘calle cósmica’, deberíamos buscar signos de otros ‘residentes’, incluyendo cualquier residuo o paquetes, como el Tesla Roadster lanzado al espacio. Invertir decenas de miles de millones de fondos públicos en la búsqueda de microbios y menos de un 1% de esa cantidad en la búsqueda de inteligencia extraterrestre no es una forma razonable de cubrir nuestras apuestas. Sin embargo, esta es la estrategia predominante en la comunidad astronómica. La búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI) está considerada como un tema periférico en la astrofísica legítima, y la búsqueda de objetos tecnológicos extraterrestres cerca de la Tierra es vista como una periferia de la legitimidad dentro de la misma comunidad SETI. Lo que parece sentido común es relegado como ilegítimo al cuadrado. Éste es otro ejemplo de sesgo de los observadores, que nos impide adquirir nuevo conocimiento, una profecía autocumplida que mantiene nuestra ignorancia. Con la esperanza de que en el 2025, el telescopio Webb, junto con los tres Galileo Observatories y el observatorio Rubin, encuentren evidencias de firmas tecnológicas de nuestros vecinos cósmicos. Encontrar una inteligencia sobrehumana en el espacio nos proporcionaría mejores modelos a seguir que nuestros políticos. Podría ser tan fácil encontrar a los extraterrestres más cercanos como encontrar las galaxias más lejanas, si tan solo nos lo propusiéramos” puntualizo.