TIEMPOS DEL MUNDO

jueves, 20 de febrero de 2025

PROJECT HYPERION: Generaciones de humanos viviendo en una nave interestelar

El sueño de atravesar las profundidades del espacio y plantar la semilla de la civilización humana en otro planeta existe desde hace generaciones. Desde que sabemos que es probable que la mayoría de las estrellas del Universo tengan su propio sistema de planetas, ha habido quienes han abogado por que las exploremos (e incluso nos establezcamos en ellas). En los albores de la era espacial, esta idea dejó de ser materia exclusiva de ciencia ficción y se convirtió en una cuestión de estudio científico. Desafortunadamente, los desafíos de aventurarse más allá de la Tierra y llegar a otro sistema estelar son innumerables. A fin de cuentas, solo hay dos formas de enviar misiones tripuladas a exoplanetas. La primera es desarrollar sistemas de propulsión avanzados que puedan alcanzar velocidades relativistas (una fracción de la velocidad de la luz). El segundo implica la construcción de naves espaciales que puedan sustentar tripulaciones durante generaciones, lo que se conoce como una nave de generación (o nave mundo). Project Hyperion es un equipo internacional e interdisciplinar compuesto por arquitectos, ingenieros, antropólogos y urbanistas. Muchos de ellos han trabajado con agencias e institutos como la NASA, la ESA y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Si bien los conceptos para una nave espacial interestelar se remontan a principios de la era espacial, el interés en este campo ha crecido considerablemente en las últimas dos décadas. Esto se debe en gran medida a la reciente explosión en el número de exoplanetas conocidos en nuestra galaxia, que actualmente se sitúa en 5.787 planetas confirmados en 4.325 sistemas estelares. Esto se ilustra con conceptos como Breakthrough Starshot, Enjambre de Próxima Centauri y el Proyecto Génesis. Estos conceptos aprovechan las naves espaciales a escala de gramos, la energía dirigida (láseres) y las velas luminosas para alcanzar velocidades de hasta el 20% de la velocidad de la luz, lo que les permite realizar el viaje en décadas en lugar de siglos o milenios. Sin embargo, enviar naves espaciales tripuladas a otros sistemas estelares con suficientes pasajeros para establecerse en otro planeta es mucho más desafiante. Una nave espacial que dependa de métodos de propulsión conocidos o técnicamente viables tardaría entre 1.000 y 81.000 años en alcanzar incluso la estrella más cercana (Próxima Centauri). Si bien algunos conceptos avanzados como Proyecto Orión, Dédalo e Ícaro teóricamente podrían llegar a Próxima Centauri en 36 a 85 años, los costos y la cantidad de propulsor necesario son prohibitivos. La alternativa a estos conceptos de ir rápido es conformarse con el largo viaje, que puede durar siglos o incluso milenios. Esto requiere una nave espacial de tamaño suficiente capaz de albergar a cientos (o miles) de seres humanos a lo largo de varias generaciones. Para ahorrar espacio y reducir la masa de espacio de carga, las tripulaciones necesitarán cultivar gran parte de sus alimentos y depender de sistemas de soporte vital que sean de naturaleza bioregenerativa. En resumen, la nave tendría que ser autosuficiente para que los pasajeros pudieran llevar una vida cómoda y saludable hasta llegar a su destino. “Piense en la diferencia entre un dron y un transatlántico. Los diseños anteriores de naves espaciales interestelares, como Orion, Daedalus e Icarus, son sondas no tripuladas que tienen el objetivo principal de recopilar datos científicos de los sistemas estelares objetivo, incluida la búsqueda de señales de vida", explico Andreas Hein, profesor asociado de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Luxemburgo y científico jefe del Centro Interdisciplinario de Seguridad, Confiabilidad y Confianza, forma parte del Comité Organizador del Proyecto Hyperion. "Por el contrario, las naves de generación están diseñadas para transportar una tripulación, con el objetivo principal de establecerse un exoplaneta u otro cuerpo celeste en el sistema estelar objetivo. También tienden a ser mucho más grandes que las sondas interestelares, aunque probablemente utilizarían sistemas de propulsión similares, como la propulsión basada en fusión”. La primera descripción conocida de una nave de generación fue realizada por un ingeniero espacial. Robert H. Goddard, uno de los antepasados de los cohetes modernos, quien dio nombre al Centro de vuelos espaciales Goddard de la NASA. En su ensayo de 1918, La migración definitiva, describió un “arca interestelar” que abandonaría el sistema solar en un futuro lejano después de que el Sol alcanzara el final de su ciclo de vida. Los pasajeros estarían congelados criogénicamente o en estado de letargo inducido durante gran parte del viaje, excepto el piloto, a quien se despertaba periódicamente para dirigir el barco. Goddard recomendó que la nave fuera propulsada por energía atómica si se implementaba la tecnología. De lo contrario, sería suficiente una combinación de hidrógeno, oxígeno y energía solar. Goddard calculó que estas fuentes de energía permitirían a la embarcación alcanzar velocidades de 4,8 a 16 km/s, o aproximadamente 57.936 km/h. A esto le siguió el famoso científico espacial y cosmólogo ruso. Konstantin E. Tsiolkovsky, también reconocido como uno de los antepasados de los cohetes modernos. En 1928 escribió un ensayo titulado El futuro de la Tierra y la humanidad que describía una Arca de Noé interestelar. En la versión de Tsiolkovsky, la nave espacial sería autosuficiente y la tripulación estaría despierta para el viaje, que duraría miles de años. En 1964, un científico de la NASA, el Dr. Robert Enzman, propuso el concepto más detallado hasta la fecha para una nave de generación, conocida como Nave estelar Enzmann. La propuesta pedía una nave de 600 metros de eslora empujado por un propulsor de fusión que utiliza deuterio como combustible. Según Enzmann, esta nave albergaría una tripulación inicial de 200 personas con margen de ampliación a lo largo del camino. Este proyecto representa un paso significativo hacia el desarrollo de tecnologías y conocimientos necesarios para misiones a largo plazo, por lo que se espera avanzar en la comprensión de cómo la humanidad podría expandir sus fronteras más allá de la Tierra, enfrentando retos tanto tecnológicos como sociales. Con un horizonte prometedor, el Proyecto Hyperión sienta las bases para el futuro de la exploración interestelar.