Parece que, últimamente, el número de “estrellas extrañas” descubiertas por los astrónomos se multiplica. Todo empezó a mediados del 2015 con KIC 8462852 (la famosa “estrella de Tabby”, ¿recuerdan?) y sus inexplicables fluctuaciones de brillo, oscurecimientos aleatorios, aparentemente antinaturales y que llegaron a hacer pensar a más de un astrónomo en la posibilidad de que nos hubiéramos topado, por fin, con una muestra de tecnología extraterrestre, una gigantesca “esfera de Dyson” construida alrededor de la estrella misma para extraer su energía. Por supuesto, solo se trataba de una hipótesis entre muchas, pero hasta que no se encuentre una explicación para tan extraño comportamiento, cosa que aún no se ha hecho, todas las hipótesis son igualmente válidas… Pero Tabby no se quedó sola. Y nuevas estrellas con comportamientos “inexplicables” se han ido sumando a una lista que es aún muy corta, pero que no deja de crecer. La última, o mejor dicho, las últimas en hacerlo, han sido dos estrellas que se encuentran a 360 años luz de distancia y que han sido bautizadas conjuntamente con el nombre de HD 139139. Según explican sus descubridores estas son, a todas luces, las más extrañas encontradas hasta ahora. Y es que en un periodo de apenas 87 días, ambas experimentaron hasta 28 oscurecimientos “anómalos” y para los que no se ha encontrado una explicación. Habitualmente, ese tipo de “parpadeos” en el brillo de una estrella indican la presencia de un planeta, que oculta regularmente parte de su luz cada vez que pasa por delante de ella. Pero eso no funciona en este caso, ya que los oscurecimientos de HD 139139 no siguen un patrón regular, como lo harían si el culpable fuera un planeta en órbita, sino que se producen de forma totalmente aleatoria. Una vez más, los científicos están completamente desconcertados ante el hallazgo. La cuestión es que los repentinos bajones en la luz de HD 139139 se parecen mucho a los que provocan los tránsitos planetarios, todos similares en forma e intensidad. Solo que cuando Andrew Vanderburg y sus colegas de la Universidad de Texas en Austin analizaron más detenidamente los datos, se dieron cuenta de que los “apagones” se sucedían a un ritmo totalmente irregular y sin seguir una pauta aparente. De hecho, los investigadores calcularon que solo cuatro de las 28 caídas de brillo podían achacarse a un objeto orbital. “Llevamos ya diez años observando estrellas con este grado de precisión -asegura Hugh Osborn, del Laboratorio de Astrofísica de Marsella, en Francia, y coautor del estudio-. Pero esta es la primera vez que encontramos algo que parece un planeta en tránsito pero que no tiene una periodicidad aparente. Algo raro está pasando”. Algo raro, sí. ¿Pero qué? Los astrónomos calcularon que si todos los oscurecimientos de HD 139139 se debieran finalmente a tránsitos planetarios, significaría que ese remoto sistema cuenta con un gran número de mundos, muchísimos más de los que tiene cualquier otro sistema planetario conocido. Lo cual no resulta en absoluto probable. “Podría construir para usted un sistema de planetas que explicara todas estas caídas de brillo -asegura Vanderburg- pero sería algo ficticio. Sencillamente, no encaja, igual que el resto de las posibles explicaciones propuestas por el equipo”. Una de esas posibles explicaciones sería que un cinturón de asteroides, o un planeta en plena desintegración, fueran los responsables de los oscurecimientos aleatorios. Pero incluso un mundo hecho pedazos seguiría, según los científicos, produciendo patrones reconocibles en los tiempos de tránsito, y si se tratara de asteroides deberían de ser, todos, del mismo tamaño y densidad (como lo son las caídas en la luminosidad de la estrella), lo cual resulta, una vez más, muy poco probable. Tampoco puede tratarse de manchas solares o de variaciones internas en la luz de la estrella, ya que si así fuera deberían aparecer y desaparecer en cuestión de horas, mientras que las manchas oscuras que vemos en nuestro Sol se prolongan durante días, incluso meses enteros. Así que, y una vez descartadas las explicaciones más lógicas, no queda más remedio que volver a considerar la posibilidad de la megaestructura alienígena. Algo que Vanderburg y su equipo no descartan por completo. Para resumir, una esfera de Dyson sería una mega estructura muy avanzada que tendría que tener un tamaño superior al de la estrella alrededor del cual orbita un planeta. En nuestro caso, al ser el Sol, tendría que ser más grande para poder rodear este gigantesco astro. Pero, ¿cuál es la finalidad de esta estructura? Según el concepto, se usaría para aprovechar al máximo toda la energía de la estrella. Es decir, con esta esfera alrededor del Sol, en la Tierra disfrutaríamos de toda la energía térmica y lumínica del astro, por lo que supliríamos las necesidades energéticas por siglos, probablemente durante toda la vida de este mundo. Obviamente, crear una megaestructura de este tamaño para los humanos con nuestra tecnología es prácticamente imposible. De hecho, no hay material en todo el planeta para tal esfera, por lo que habría que colonizar otros mundos y así tratar de encontrar cuanto sería necesario para tal hazaña, pero ni aun así podríamos lograrlo. Se cree por ello que esta sería una forma en que las civilizaciones súper avanzadas aprovecharían totalmente la energía de su estrella para seguir desarrollándose como tal. Parece algo sacado de la ciencia ficción, pero no lo es. ¿Seremos capaces algún día de poner en marcha un ingenio similar? Tal vez, pero ninguno de nosotros lo veremos.