TIEMPOS DEL MUNDO

jueves, 18 de junio de 2015

MEDUSA: Un monstruo de maldad

Pocos mitos han resultado tan hipnóticos como el de la Medusa. Se dice que era una mujer fascinante y tentadora, pero también peligrosa. Tal vez esta dualidad y el embrujo que causaba su mirada y su espesa mata de serpientes ondulando en su cabeza, se alzó por sí sola como una tentación irresistible para cualquier mortal. Según la mitología griega, Medusa era una de las tres hermanas gorgonas, hijas del dios marino Forcis. Era una chica mortal, exquisitamente bella y tentadora. Tanto que Poseidón, el dios del mar, se obsesionó con ella y no cesó en su empeño por conquistarla, hasta que al final la asaltó por la fuerza en el templo de Atenea. Una violación cometida precisamente en el templo de una diosa pura y casta, quien en lugar de castigar a Poseidón por aquel acto cometido, desahogó su furia contra la inocente víctima porque simbolizaba todo lo contrario a ella: deseo, carnalidad, y voluptuosidad. Es por esos motivos que no dudó en castigarla y convertirla en un monstruo de maldad. No tuvo bastante con convertir sus bellos cabellos en un nido de sibilinas serpientes, sino que además logró que ningún hombre volviera a mirarla jamás. Cualquiera que se cruzara con la mirada de Medusa quedaba petrificado de inmediato Pero aún así, seguía siendo hipnótica y sensual. Eran muchos los hombres que ansiaban verla, contemplarla, aunque sabían que ello, les valía perder la vida. Entonces, Atenea, viendo que su castigo no había conseguido lo que esperaba, envió a Perseo para que acabara con ella, quien para evitar que la mirada de Medusa lo convirtiera en piedra, usaría su escudo a modo de espejo para que Medusa se reflejara en él. Sin embargo, no tuvo necesidad de usarlo, ya que esperó a que la criatura se durmiera en su guarida y acercándose sigilosamente, pudo cortarle la cabeza de un solo golpe. Desde entonces, se convirtió en la imagen del escudo de la vengativa Atenea quien decidió utilizarlo en todas sus batallas. Si bien la cabeza quedo en poder de Perseo para enfrentar a sus enemigos, la sangre derramada en la decapitación de Medusa fue celosamente guardada para fines que sólo los Dioses conocían, ya que la sangre de su vena izquierda era un veneno mortal, y la de su lado derecho, tenía características sanadoras que se utilizaba incluso para poder resucitar a los muertos.