TIEMPOS DEL MUNDO

jueves, 8 de octubre de 2020

EL MISTERIO DE LA FLOTA PERDIDA DE LOS TEMPLARIOS: ¿Pudo llegar a América antes que Colón?

Desde que nacieron en 1118 con el objetivo de proteger a los peregrinos cristianos que viajaban a Tierra Santa, los Caballeros Templarios se han hecho famosos por la leyenda negra que les rodea. Un mito que comenzó cuando - apenas con dos siglos de existencia - el grupo fue perseguido y aniquilado debido a la envidia que suscitaban su poder y su riqueza en monarcas y clérigos. No obstante, sus caballeros dejaron en la Historia grandes misterios que, todavía hoy, desconciertan a los expertos. Uno de ellos se sucedió el 13 de octubre 1307 cuando -perseguidos y amenazados por el rey de Francia Felipe IV- una multitud de estos soldados tuvieron que huir en una docena de barcos del puerto de La Rochelle (en Francia) para evitar ser capturados. Aquella armada, que salió al Atlántico enarbolando la cruz roja de la Orden del Temple, desapareció sin dejar rastro en las aguas y, en la actualidad, se desconoce su paradero. Se cree, incluso, que pudo llegar a América antes que Cristóbal Colón. Hubo un tiempo, mucho antes de hacerse populares debido a las leyendas que se cuentan acerca de ellos, los Templarios no eran más que unos pocos caballeros dispuestos a defender los intereses de los peregrinos en Tierra Santa. Corría por entonces el siglo XII, una época en la que Jerusalén -la ciudad sagrada en la que había muerto y resucitado Cristo - se encontraba en poder de los musulmanes por lo que se hizo muy difícil visitarla. Esto motivo al Papa Urbano II a declarar la Primera Cruzada en el 1095 para lograr recuperar Tierra Santa. Fue así como, motivados por la aventura y por el propósito de expulsar a los infieles, cientos de caballeros comenzaron a reunirse en gigantescas unidades militares para dirigirse hacia Jerusalén y recuperar por la fuerza la ciudad. Un deseo que se materializó el 15 de julio de 1099 cuando un ejército formado por un núcleo principal de jinetes (más de 4.000 habían salido de Europa) acompañados de otros tantos infantes tomó la urbe espada en mano. Militarmente hablando, el plan les salió a la perfección, pero - para su desgracia - pronto se ganaron el odio de los musulmanes debido a que durante la liberación de Jerusalén, todos los infieles fueron pasados a cuchillo por los cruzados. En un intento de defender a los peregrinos de los continuos ataques que sufrían, varios grupos de soldados residentes en Jerusalén tomaron las armas contra los musulmanes. Uno de ellos, formado por nueve caballeros, se comprometió en 1118 a proteger los caminos y las vidas de los viajeros cristianos del acoso de los infieles. Este sería el germen de la futura Orden del Temple. A día de hoy, la Historia todavía recuerda el nombre de sus dos jefes. El primero era Hugo de Payens (futuro primer Gran Maestre de la orden). El segundo era Godofredo de Saint-Aldemar. En aquel entonces reinaba Balduino I, quien brindó una calurosa acogida a “los soldados de Cristo”, como se hacían llamar. Pasaron nueve años en Tierra Santa, alojados en una parte del palacio real, ubicado junto al Templo de Salomón (de ahí el nombre de Caballeros del Temple). En los años posteriores, Payens convirtió a los Templarios en una de las instituciones más importantes de la época. Mediante varios viajes a Europa, logró financiación y, por descontado, que otros soldados se unieran a las filas de la orden. Sin embargo, fue en 1139 cuando logró la expansión definitiva de este grupo al conseguir varias ventajas fiscales. Además de las generosas donaciones de las que se iba a beneficiar la orden, también se concedieron una serie de privilegios ratificados por bulas. En ellas se concedía a los templarios una autonomía formal y real respecto a los obispos, estando tan solo sometidos a la autoridad del Papa. Finalmente, también se les concedió el privilegio de construir iglesias y castillos allí donde considerasen oportuno y sin necesidad de pedir permisos de las autoridades civiles o eclesiásticas. Aunque puedan parecer ventajas sin excesiva importancia a primera vista, todas ellas hicieron que esta orden fuese acumulando gran cantidad de fondos y propiedades por toda Jerusalén y Europa. Esto se vio favorecido, además, por las inmensas riquezas y posesiones de todos los caballeros que entraban a formar parte del grupo y, finalmente, por el dinero que ganaban comerciando con los excedentes de las granjas y plantaciones que iban acumulando año tras año. Todo ello hizo que, en el SXIII, la Orden del Temple tuviera un auténtico imperio económico. De hecho, alrededor del año 1.250 contaba con 9.000 granjas y casas rurales, un ejército de 30.000 hombres (sin contar escuderos, sirvientes y artesanos), más de medio centenar de castillos, una flota propia de barcos y la primera banca internacional. Tal era su riqueza, que algunos reyes como Felipe IV de Francia pidieron préstamos a la Orden y se convirtieron en sus deudores. Una aparente ventaja que se terminó volviendo en su contra. Y es que, cansado el monarca del gran poder militar y económico que estaban acumulando los “caballeros de Cristo” (así como de la cantidad de oro que les debía), decidió iniciar una persecución contra ellos en 1307 acusándolos de blasfemia, herejía y sodomía. Pero el rey francés sabía que, sin el apoyo religioso, no podría terminar con este poderoso grupo. Como acababa de morir el papa, buscó un cardenal que fuese pusilánime y proclive a sus decisiones. Lo encontró en la figura del arzobispo de Burdeos, a quien logró convertir en pontífice, como Clemente V, y comenzar con él la redada contra los templarios. Es así como en 1314, se suprimió la orden y se dictaminó que todos sus bienes se trasferirían hasta el tesoro galo. Posteriormente, más de 15.000 caballeros fueron arrestados. Por su parte, el Gran Maestre Jacques de Molay fue detenido, interrogado y quemado vivo frente a Notre Dame, en París, con la plana mayor del grupo. Así fue como, tras 200 años de ascenso y riquezas, se liquidó mediante un severo golpe a la Orden del Temple. En cuanto a su flota, el objetivo de estos buques era el comercio y la guerra. Los templarios controlaban las comunicaciones gracias a que, como estudiosos que eran, habían aprendido las claves de la navegación de los fenicios. Tenían una gran armada fondeando en los puertos mediterráneos y atlánticos. Esta visión a larga distancia del orbe, junto a la capacidad logística, les proporcionaba una supremacía que fue vista con envidia por sus enemigos. Por ello, cuando comenzó la persecución contra los templarios, los buques tuvieron que izar velas y salir navegando del puerto de La Rochelle antes de que las autoridades galas encarcelasen a sus capitanes y pasajeros. Ese día marcó el inicio de un gran misterio pues, aunque la Historia nos dice que las naves partieron de Francia bajo la bandera de la Orden, pero se desconoce dónde atracaron y que tesoros llevaron consigo en su huida. Es una incógnita que alimenta el halo misterioso de los templarios. La desaparición de esta flota errante ha hecho proliferar a lo largo de las décadas decenas de teorías sobre los lugares a los que pudieron arribar los Caballeros de la Orden. Lo mismo sucede con su valiosa carga. De hecho, se dice que en estos buques cargaron un gran tesoro acumulado durante décadas para salvarlo de las garras de Felipe IV. Algunas fuentes, incluso, se atreven a afirmar que el mismo Gran Maestre Jacques de Molay iba escondido en estos bajeles, y que solo fue capturado cuando regresó a Europa para protagonizar una misión secreta y desconocida. Fuera como fuese, lo único que se sabe es que la flota de los templarios logro escapar a tiempo, aunque sin saber adonde. Se dice que podría haber sido Escocia, y en ese caso, habrían atracado en Argyll y entrado en contacto con el famoso líder Robert Bruce, quien - al igual que ellos - había sido excomulgado por su rebeldía, el cual recibió generosamente a los templarios, quienes a su vez le ofrecieron su colaboración en la campaña contra Inglaterra y sus aliados locales; La segunda posibilidad es una de las menos barajadas. Esta afirma que las naves templarias se dirigieron hacia las costas de Sicilia, en el sur de Italia. Esta región había sido conquistada alrededor del siglo XI por Roger de Guiscard, un normando cuyas relaciones con el papado (así como las de sus sucesores) fueron controvertidas por momentos. Es mas, una de las banderas que este linaje utilizaba en sus buques fue posteriormente adoptado por los caballeros de la Orden del Temple, por lo que su llegada hasta la región pudo haberse materializado tras la huida de La Rochelle; La última de las teorías - así como la más fascinante - es la que afirma que los buques de la Orden del Temple cruzaron el Atlántico y llegaron hasta las costas americanas. Todo ello, casi 100 años antes que Colón. “La leyenda dice que, cuando los españoles llegaron al continente, escucharon que unos hombres blancos ya habían estado allí antes que ellos y que habían entregado su conocimiento a los nativos. Otra hipótesis afirma que, de acuerdo al testimonio de religiosos que acompañaron a Colón, los nativos no se extrañaron al divisar las cruces de los guerreros porque ya las conocían. Además, es sabido que las civilizaciones prehispánicas como los Incas y los Aztecas tenían profecías similares acerca de que “llegaría un día en el que vendrán por mar grandes hombres vestidos de metal que cambiarán nuestras vidas para siempre”. Y es por ello que inicialmente no ofrecieron resistencia a la llegada de los europeos, creyendo que solo se estaba cumpliendo lo que sus antiguos dioses les habían advertido. Pero cuando se dieron cuenta de que ello no era cierto, ya fue muy tarde para reaccionar. Pero eso es otra historia. En cuanto a los templarios, si bien al parecer se encontraron huellas de su llegada en lugares tan distantes entre si como los EE.UU. y la Patagonia argentina, estas evidencias no han convencido del todo a los expertos, por lo que el debate continuara.