TIEMPOS DEL MUNDO
jueves, 29 de octubre de 2020
SAMHAIN: El origen celta de Halloween
Bajo el nombre de Samhain (etimológicamente, ‘fin del verano’) se esconde la celebración de origen celta más importante que hubo en la Europa pagana, sólo desplazada por el cristianismo que fiel a su falta de originalidad, la transformó en el Día de Todos los Santos. En esta fecha, la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, los celtas celebraban principalmente su devoción y culto a los fallecidos, así como el fin de la temporada de las cosechas. Era importante ya que coincidía con el Año Nuevo Celta y daba paso a la estación oscura, al frío del invierno y al recogimiento en casa hasta la llegada del buen tiempo y las cosechas de nuevo. Anunciaba, dentro del año pastoril, el momento en el que los animales eran traídos desde los campos, algunos para ser sacrificados y adobados para el invierno, y otros para ser cuidados como animales de cría. La fiesta de Samhain aparece registrada con el nombre de Samonios en el Calendario de Coligny, fechado en el siglo I a.C. de origen Galo que dividía el año en dos mitades, la mitad oscura cuyo comienzo se situaba en el mes de Samonios (lunación octubre-noviembre o noche de Samhain), y la mitad clara, que comenzaba en el mes de Giamonios (lunación abril-mayo o noche de Walpurgis). Los celtas consideraban que el año comenzaba con la mitad oscura, igual que para los vikingos el paso de un día a otro o de un mes a otro se producía por las lunas. La celebración del año nuevo se prolongaba durante las “tres noches de Samonios”, la luna llena más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno y que daba lugar a las celebraciones. El Samhain era una época de de luto ritual y simbólico por la muerte del verano y un momento de gran peligro para la mentalidad céltica ya que coincidían las más poderosas fuerzas reales con el más allá. Desaparecían transitoriamente las barreras temporales y se producía el desequilibrio espacial; un límite entre dos periodos en el que el tiempo y el espacio quedaban temporalmente congelados y las leyes normales suspendidas. Las barreras se rompían y se abría la puerta al reino de los muertos y era un momento en el que se aprovechaba para que los vivos se encontrasen con sus familiares fallecidos. En este estadio cósmico tenía su reino Don, el dios irlandés de la muerte, representado en el subconsciente colectivo como un ser agresivo, sin piedad y sombrío. Sin embargo, tras la tormenta siempre llega la calma; la paz y la felicidad con la que comenzaba un nuevo ciclo y con la que se inauguraba el año céltico. Esta noche también daba inicio el periodo que el dios Lugh pasaría bajo el poder de las tinieblas, de las que saldría cuando llegase la celebración de Imbolc, el festival de la fertilidad celebrado entre el 31 de enero y el 1 de febrero. Por ello, es tanto una fiesta de transición - el paso de un año a otro - como de apertura a otro mundo, y de ahí su importancia sobre el resto de festividades. Al final de la celebración se producía un banquete en el que había carne -principalmente cerdo - y bebida en abundancia, mientras la noche se iluminaba con grandes fogatas y el druida se dirigía a todo el pueblo augurando un año de felicidad para todos. Cabe destacar que las grandes fiestas del fuego en la Europa celta se celebraban en reconocimiento del fuego como réplica terrestre de sol que brilla en el cielo. Como el sol, el fuego no sólo produce vida, sino que también la destruye. El fuego es un agente de limpieza, un purificador, y de las cenizas surge una vegetación nueva y fértil. Las ceremonias del fuego eran una forma de magia benévola, llevadas a cabo para persuadir al sol a que volviese a salir después de su huida durante el invierno. La festividad céltica del Samhain, como hemos mencionado, se describe como una comunión con los espíritus de los difuntos que, en esta fecha y como excepción, tenían autorización para caminar entre los vivos, otorgando a la gente la oportunidad de reunirse con sus antepasados muertos. Para mantener a los espíritus contentos y alejar a los malos de sus hogares, dejaban comida, dulces y velas fuera de las casas, una tradición que evolucionó convirtiéndose en lo que hoy hacen los niños yendo de casa en casa pidiendo dulces en Halloween. Parece ser que los celtas iban recogiendo los alimentos de fuera de las casas para realizar la ofrenda a los dioses, rituales para los que se preparaba también un nabo hueco o vacío con carbones encendidos dentro de él, para iluminar el camino de regreso al mundo de los vivos de sus familiares difuntos. De esta tradición de vaciar los nabos deriva la costumbre de vaciar calabazas para ponerles dentro velas. Este cambio se debe a que los irlandeses al traer la celebración a América no podían encontrar nabos y los reemplazaron por calabazas, cuya abundancia generalizó su uso. Pero ¿cómo una festividad ancestral celta y pagana termino por convertirse en Halloween? Tras la conquista por los romanos de gran parte de los territorios celtas y la consiguiente romanización de estos pueblos el mundo céltico se vio inevitablemente influenciado por las tradiciones romanas, como los festivales dedicados a la diosa romana de la cosecha, Pomona. Más tarde, con la cristianización del Imperio Romano, la Iglesia Católica califico las celebraciones celtas como prácticas heréticas y al no poder erradicarla, la “cristianizaron” y transformaron en una festividad cristiana; Así, el Samhain celta) paso a ser el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, que en inglés se tradujo como All Hallow´s Eve, o lo que es hoy en día Halloween. Se destruyó así todo un importantísimo legado ancestral, sin embargo, en algunos lugares el manto de influencia del Imperio Romano no llegó, como en el caso de Irlanda donde, aunque la religión de los druidas acabó por desaparecer, el primitivo Samhain se siguió celebrando y sobrevivió conservando gran parte de su espíritu a lo largo del tiempo hasta el día de hoy.