TIEMPOS DEL MUNDO
jueves, 8 de junio de 2017
TUTANKAMON: La maldición de los faraones
Conservado en el Museo Egipcio de El Cairo junto a otros fabulosos tesoros hallados en su tumba, podemos apreciar la mascara mortuoria de oro con incrustaciones de piedras preciosas y joyas perteneciente a Tutankamón, el mas insignificante y oscuro faraón de la historia egipcia, quien se hizo famoso únicamente porque su sepultura fue encontrada intacta (imagínense lo que habría contenido las tumbas de sus mas grandes reyes como Ramses II o Tutmosis III de no haber sido saqueados).Pero además de ello, su nombre es asociado a una famosa maldición que habría caído sobre quienes hallaron sus restos. ¿Qué hay de cierto en ello?, Como sabéis, en 1922, el arqueólogo inglés Howard Carter realizó un descubrimiento extraordinario al encontrar intacta la tumba del citado faraón. Sin embargo, los obreros le advierten que pesa una maldición sobre la sepultura y que los que la violen, morirán. Poco tiempo después, la prensa anuncia que los miembros de la expedición son atacados, uno tras otro, por extrañas enfermedades... Howard Carter tenía diecisiete años cuando entra a trabajar en el Museo Británico. Estaba encargado de hacer copias de los jeroglíficos y, en 1891 es enviado a terreno y desembarca por primera vez en El Cairo. Llega a ser ayudante del famoso egiptólogo Flinders Petrie y, no contento con su trabajo, aprende rápidamente la escritura jeroglífica y se transforma en un investigador y en un egiptólogo competente. Lleva nueve años en Egipto, cuando Gastón Maspero, conservador del museo de El Cairo, le confía el cargo de inspector de antigüedades. Sin embargo, renuncia al año siguiente. Aunque está sin empleo, Carter no se decide a regresar a Inglaterra. En 1906, Maspero le presenta a lord Carnarvon, un hombre acaudalado apasionado por la egiptología. Carnarvon consigue una concesión para realizar excavaciones y contrata a Carter. En la primera temporada, los dos hombres y su equipo descubren la tumba de un príncipe de la XVII dinastía. Aunque había sido saqueada, contiene todavía algunos objetos interesantes. Este primer descubrimiento aumenta el entusiasmo del mecenas, al que Carter expone entonces su raciocinio; todos los soberanos de la XVIII dinastía fueron enterrados en el Valle de los Reyes y todas las sepulturas han sido encontradas, a excepción de una, la del joven rey Tutankamón, quien sucedió por breve tiempo al célebre reformador Akenatón, llamado también Amenofis IV. Los arqueólogos piensan que debido a su escasa importancia y a la brevedad de su reinado, Tutankamón está enterrado en otro lugar. Pero Carter está convencido que no es así y cuando el americano Davis anuncia que ha finalizado sus excavaciones en el Valle de los Reyes, Carter encarece a Carnarvon que pida la concesión. Sus investigaciones y cálculos le permiten circunscribir las excavaciones a un perímetro determinado, pero cuando ambos están listos para lanzarse a la aventura, estalla la Primera Guerra Mundial. Los dos hombres deben esperar hasta 1918 para retomar la tarea. Miles de metros cúbicos de tierra deben ser removidos a mano, ya que el lugar escogido por Carter está situado en una zona que los demás arqueólogos habían utilizado para depositar sus escombros. Pasan muchas temporadas de excavaciones y los investigadores encuentran algunos objetos, pero no la tumba. Finalmente, en noviembre de 1922, los obreros encuentran unos escalones que se hunden en la tierra y conducen hacia una puerta: es una tumba y Carter avisa a Carnarvon, quien se encuentra en Londres. Desde hace algún tiempo, Carter posee un canario, con el cual su equipo se ha encariñado, y pensaban que atraía la buena suerte. Pero algunos días antes de la apertura de la tumba, el canario sufre una tragedia: una cobra se desliza en su jaula y se lo traga. La cobra es la serpiente de los faraones, símbolo de la realeza. Los obreros ven en este asunto un mal presagio y, cuando Carter y Carnarvon se preparan a abrir la primera puerta, un contramaestre les advierte que morirán como el pájaro si violan el descanso de Tutankamón. Los arqueólogos no toman en cuenta la advertencia y junto a Evelyn, la hija de Carnarvon, y el egiptólogo Callender, quien realiza sus propias excavaciones a algunos kilómetros del lugar, entran en la sepultura. Una primera cámara les revela un tesoro fantástico: un trono, estatuas, muebles, carros, armas, todo reluce de oro y piedras preciosas. En otro cuarto, recubierto de cerámica azul y oro, están encerrados los tres sarcófagos, encajados uno dentro del otro, de Tutankamón, y una última cámara contiene estatuas y cofres llenos de joyas. Carter y Carnarvon acaban de realizar el descubrimiento arqueológico más importante de todos los tiempos: la tumba intacta de un faraón, milagrosamente preservada de los saqueos. El año siguiente, luego de ser picado por unos mosquitos, lord Carnarvon contrae fiebre y su estado empeora rápidamente. Es trasladado a El Cairo, donde muere el 5 de abril de 1923, a las dos de la madrugada. En ese preciso instante, todas las luces de la ciudad se apagaron súbitamente, lo cual extraño a muchos. La prensa, que había oído los rumores acerca de la advertencia hecha al momento de la apertura de la tumba, ve en Carnarvon la primera víctima de la maldición. ¿Acaso no era el socio principal, el verdadero responsable de haber violado el descanso real? Los acontecimientos siguientes dejan felices a los periodistas, ávidos de sensacionalismo. George Benedite, egiptólogo que trabaja para el Louvre, muere después de haber visitado la tumba y su homólogo norteamericano, Arthur Mace, sufre la misma suerte; luego siguen el hermano y la enfermera de lord Carnarvon, el secretario de Howard Carter... Se llega a contar hasta veintisiete muertes "misteriosas", la mayor parte de ellas según se cree debido a enfermedades. La prensa habla entonces de un virus que permaneció cautivo en la tumba durante tres mil años. Pero los exámenes efectuados no revelan la presencia de ninguno. ¿Tal vez el mal fue traído por los murciélagos...? Los periodistas siguen cada pista adicional sobre la maldición, llegando incluso a dar cuenta de la existencia de una inscripción en la tumba: "los que entren a esta tumba sagrada serán muy pronto tocados por las alas de la muerte". Sin embargo, estas muertes en cadena no son suficientes para apoyar la idea, por más seductora que fuese, de una venganza del faraón sobre los que turbaron su descanso eterno. Además que el clima de Egipto es particularmente malsano, hay que reconocer también que, entre los principales actores del drama que penetraron en la tumba, sólo lord Carnarvon tenía cincuenta y siete años cuando murió y hacía años que su salud estaba deteriorada, mientras que Howard Carter, Evelyn Carnarvon y el arqueólogo Callender, que participaron con él en la apertura de la sepultura, terminaron sus días, muchos años más tarde, aparentemente sin que alguna maldición habría caído sobre ellos, pero eso no significa que los extraños sucesos ocurridos luego de que encontraron su tumba hayan podido ser explicados satisfactoriamente. Han pasado casi cien años del descubrimiento de la morada final de Tutankamón y los ecos de su terrible maldición siguen haciéndose oír.