Un pequeño dragón, todavía unido al cordón umbilical, conservado en formol y proveniente del British Museum. Esta es la carta de identidad del extraño objeto hallado en el 2003 por los hijos de David Hart entre las pertenencias que su abuelo almacenaba en el garaje de su casa, ubicada en Oxfordshire, Inglaterra. Este abuelo peculiar trabajo como mozo en el citado museo a comienzos del Siglo XX, y en cuyo almacén parece que encontró, relegado a una esquina el maravilloso hallazgo. Llevaba consigo una carta escrita en alemán del año 1890, en la que se hacia referencial al “horrible feto” que debía ser enviado lo antes posible y en el mas absoluto secreto a Hamburgo. La pequeña criatura descubierta paso de la familia Hart a un amigo, Allistair Mitchell, un vendedor de libros por correo, quien fue entrevistado por The Times (que esta semana rememora el hecho) acerca de este curioso espécimen, el cual se encontraba en su casa en una campana de cristal. El recipiente no llegaba al metro de altura, justo el tamaño necesario para contener al feto que tenia las alas plegadas y la cola enroscada, un dragón en toda regla, tal y como han sido imaginados desde hace siglos, si se considera que hasta el momento nadie ha visto ninguno. A propósito ¿cómo es un dragón? la pregunta surge espontáneamente sobre todo cuando se debe juzgar a un ser que presumiblemente, tiene todas las características de uno; Alas, cola, zarpas con uñas afiladas y cabeza de reptil, todo según la tradición. Pero en el 2004, el equipo de televisión del programa italiano Voyager, quiso profundizar el tema, por lo que tuvo un encuentro con el señor Mitchell en Oxford y pudo observar al extraño animal. Para empezar, les llamo la atención el cordón umbilical: los dragones, como el resto de reptiles, deberían nacer de un huevo, y por lo tanto, no debería tenerlo, a menos que los dragones pertenezcan a otra clase de animal, hasta ahora desconocida, que tuviera la particularidad de parecerse a los reptiles, los mamíferos, los pájaros, los peces y los anfibios a la vez. Además en la extraña criatura no hay rastro de órganos genitales. Asimismo, los músculos están excesivamente desarrollados para tratarse de un feto. La piel por su parte, no tiene pelos ni escamas y es demasiada lisa. Para terminar, las uñas tienen forma de cono, lo que no le permitiría ni arrastrarse ni arrancar la carne de sus eventuales presas. Las dudas también surgen ante la campana de cristal que contiene su cuerpo: el líquido de conservación parece demasiado limpio para el tiempo que debería tener y no aparecen residuos en el fondo, si bien el color blanco del feto parece confirmar el poder blanqueador del formol. Huelga decir que en este caso tan extraordinario, esta absolutamente prohibido abrir la campana de cristal que contiene al pequeño dragón. Por lo tanto, no es posible realizar ningún examen, ni rayos x, ni ecografías, ni biopsias, ni Carbono-14. Nada de nada. Un obstáculo que solo se puede superar con el atento análisis de las imágenes; tal y como lo ha hecho la redacción de Voyager. Para tal efecto, un antropólogo experto en la conservación de los cuerpos, un medico historiador del arte sanitario, un criptozoólogo, un químico, un grafólogo y un mago de los efectos especiales han unido sus fuerzas para llegar a un único veredicto: el Dragón de Oxford, la misteriosa criatura que ha despertado la curiosidad del mundo entero, no es mas que una falsificación. Asimismo, la carta que lo acompaña no fue escrita en 1890, sino en una fecha mas reciente. Luego de verificar estos aspectos, el castillo de naipes levantado por Allistair Mitchell ya no se sostenía. Pero para hacerlo caer definitivamente hacia falta una prueba final, un indudable elemento objetivo. Pero la ocasión para resolver el misterio en realidad, no surgió espontáneamente, sino que fue provocada hábilmente. Así, aprovechando una visita a Mitchell, el equipo de televisión consiguió coger un pequeño fragmento de la cera que sellaba la campana de cristal, que en palabras de Mitchell no se había cambiado desde el día en que el dragón fue introducido en formol. Un análisis minucioso realizado en Italia, demostró el engaño: la pureza de la cera demuestra que su elaboración es reciente, muy lejana que de aquel pretendido 1890. Una vez descubierto, Mitchell confeso ante las cámaras de la televisión italiana, que el dragón no era mas que un modelo de látex realizado por una empresa inglesa de efectos especiales, la Crawley Creatures. El mismo había confeccionado la campana de cristal y la había llenado solo con agua, no con formol. También dijo que la carta en alemán era una creación suya, con la intención de mofarse de los científicos alemanes por los daños -afirma - “que le habían causado a sus colegas del British Museum” ¿Esa era su intención o en realidad buscaba publicidad? Sean cuales fueran sus motivos, la ‘bromita’ le costó a Mitchell 9.000 libras, pero el negocio le salió redondo: recibió en el acto una oferta de la editorial Harper Collins para escribir tres libros y otra de las librerías Waterstone's para distribuir su novela Unearthly History, en la que, por supuesto, aparecen dragones. Si bien es cierto que en este caso, la criatura no era lo que aparentaba ser, ello no es motivo para pensar que los dragones no hayan existido alguna vez. Aparecen profusamente en la mitología china y actualmente una isla perteneciente a Indonesia, se encuentra habitada por un enorme reptil llamado el Dragón de Komodo, de gran parecido a aquellas fabulosas criaturas que al igual que los dinosaurios, nos cautivaron desde pequeños.