TIEMPOS DEL MUNDO

jueves, 3 de noviembre de 2022

SORPRENDENTE HIPÓTESIS: ¿Es la Luna una creación de seres inteligentes?

Hace miles de años, la Luna despertó la fascinación de los pueblos de la antigüedad que la idolatraron y le dedicaron rituales de todo tipo. En la actualidad, el satélite natural de la Tierra sigue provocando esa misma admiración en el ser humano, que comenzó a estudiarla con mayor profundidad desde el instante en que el astronauta norteamericano Neil Armstrong aparentemente 'pisó' su superficie por primera vez en 1969, algo que muchos lo siguen considerando un fraude. Desde aquel momento, los científicos emprendieron la tarea de desentrañar uno de los interrogantes que los desvelaba: el origen de su creación. Existen muchas teorías que intentaron explicar la procedencia de la Luna. Desde investigaciones científicas que afirmaron que se originó como resultado del choque de un protoplaneta denominado Theia con la Tierra, hasta propuestas un poco más audaces como la que aseguró que la Luna es hueca. Esta particular teoría comenzó a mediados del siglo pasado cuando la tripulación del Apolo 12 dejó caer de manera intencional el módulo lunar sobre la superficie del astro el 14 de noviembre de 1969. Los sismógrafos colocados en el satélite registraron un sonido que numerosos expertos describieron como el de un gong o una campana porque estuvo resonando durante ocho minutos. Un año más tarde, el Apolo 13 tuvo que cancelar su misión por problemas técnicos y arrojó sobre la Luna el cohete desechable Saturno. Este impacto sonó de forma similar al módulo lunar descartado en 1969. Aunque en esta oportunidad, los sismógrafos detectaron que el astro retumbó durante más de tres horas. Estos hechos inusuales llevaron a algunos científicos a especular que el satélite podría ser hueco porque no podían explicar de otra manera que el sonido vibrara durante tanto tiempo luego de un pequeño impacto. Ken Johnson, supervisor de las misiones Apolo de la NASA, aseguró: “La Luna no solo sonó como una campana, sino que todo el astro se tambaleó de forma tan precisa, que daba la sensación que había unos gigantescos amortiguadores hidráulicos en su interior”. Debido a esa peculiaridad, los EE.UU. realizaron un experimento secreto en la superficie de la Luna llamado Chapell Bell, cuyos resultados obtenidos nunca se dieron a conocer y hasta el día de hoy es un misterio. A principios de 1970, los científicos rusos Alexander Shcherbakov y Mikhail Vasin se convirtieron en los dos máximos exponentes de la insólita teoría de la Luna hueca al publicar un artículo titulado: Is The Moon The Creation of Intelligence? (¿Es la Luna una creación de seres inteligentes?). En el ensayo, los investigadores expusieron una sorprendente hipótesis con fundamentos científicos y, además, afirmaron que el satélite es una estructura artificial creada por una raza alienígena. “Aunque hace tiempo, la ciencia se empezó a preguntar si los canales de Marte eran la creación de ingenieros cósmicos, por alguna extraña razón no miraron con los mismos ojos las peculiaridades del paisaje lunar. Y los argumentos sobre las posibilidades de que exista vida inteligente en otros cuerpos celestes, se han limitado a la idea de que otras civilizaciones deben vivir necesariamente en la superficie de un planeta, y que el interior como hábitat está descartado”, escribieron Shcherbakov y Vasin en la revista Sputnik. “Abandonando los caminos tradicionales del sentido común, nos hemos sumergido en lo que a primera vista puede parecer una fantasía desenfrenada e irresponsable. Pero cuanto más examinamos toda la información recogida por el hombre sobre la Luna, más nos convencemos de que no hay un solo dato que descarte nuestra suposición”, manifestaron Shcherbakov y Vasin. Según afirmaron los investigadores rusos, la Luna sería “un satélite artificial puesto en órbita alrededor de la Tierra por seres inteligentes provenientes de una civilización altamente desarrollada”. Shcherbakov y Vasin afirmaron que se trataba de una especie de nave espacial gigante y muy antigua, cuyo interior fue llenado de combustible para los motores, materiales y herramientas para las reparaciones, instrumentos para la navegación, equipos de observación y todo tipo de maquinaria inimaginable. “Todo lo necesario para que esta ‘carabela del universo’ sirviera como una especie de ‘Arca de Noé’ de los extraterrestres, y tal vez, incluso como el hogar de toda una civilización que preveía una existencia prolongada de miles de millones de años y largos viajes por el espacio de miles de millones de kilómetros”, indicaron. Los investigadores rusos advirtieron que la nave espacial alienígena debía estar protegida contra las colisiones de objetos interestelares. Y por esta razón, desarrollaron una particular interpretación para explicar las formas y los tamaños de los cráteres lunares. Según Shcherbakov y Vasin, la superficie de la Luna, al igual que la estructura externa de una nave espacial, debe ser resistente para soportar los impactos de los meteoritos y las fuertes fluctuaciones entre el calor y el frío extremos. “Probablemente el casco tenga una capa doble para cumplir distintas funciones: la base, una densa armadura ubicada a unos 3,5 kilómetros de profundidad, y por fuera, una cubierta de una capa más fina de polvo que protege ese escudo. En algunas zonas, donde se encuentran los mares y los cráteres lunares, el manto superior es bastante más reducido, y en algunos casos, inexistente”, escribieron. Para demostrar esta última conjetura, los científicos rusos citaron el estudio del físico Kirill Stanyukovich, quien expuso la teoría de que los cráteres lunares son el resultado de un bombardeo del satélite natural durante millones de años. Y lo llamó “bombardeo” porque hasta el cuerpo celeste más pequeño, cuando colisiona de frente contra otro objeto en el cosmos, se comporta como si fuera una ojiva nuclear, dejando un enorme cráter tras el impacto y la explosión del choque. Según el profesor Stanyukovich, un meteorito tendría que penetrar la Luna a una profundidad igual a cuatro o cinco veces su propio diámetro. Esto quiere decir que, si un bólido de 10 kilómetros de diámetro colisionara con el satélite terrestre, tendría que ingresar entre 40 y 50 kilómetros en la superficie lunar. Teniendo en cuenta esta fórmula, Shcherbakov y Vasin establecieron que era imposible que los grandes meteoritos que chocaron contra la Luna no hubieran dejado huellas más profundas a los cuatro kilómetros. “Por ejemplo, Aristarco es un cráter de 40 kilómetros de diámetro que tiene 3,7 kilómetros de profundidad. A primera vista, uno esperaría encontrar un cráter mucho más profundo, pero no se observa nada de eso. Lo que ocurre en realidad es que cuando el meteorito choca con la cubierta exterior de la Luna, esta desempeña el papel de amortiguador y el cuerpo extraño se encuentra contra una barrera esférica impenetrable. La explosión solo abolla ligeramente la capa del blindaje que se encuentra por debajo del polvo de la superficie lunar, pero arroja los trozos de este revestimiento de defensa que posee la Luna y, que según nuestros cálculos, es de un grosor de 3,5 kilómetros, que es la profundidad máxima aproximada que tienen todos los cráteres de la Luna”, argumentaron Shcherbakov y Vasin. En cuanto a las peculiaridades químicas de las rocas lunares. Los científicos rusos indicaron que sus pares norteamericanos encontraron cromo, titanio y circonio. “Todos ellos son metales con propiedades refractarias, mecánicas y anticorrosivas. Una combinación que tiene una resistencia envidiable al calor, además de la capacidad de soportar un entorno agresivo. Si hubiera que idear un material para proteger un gigantesco satélite artificial de los efectos desfavorables de la temperatura, de las radiaciones cósmicas y del bombardeo de meteoritos, los expertos probablemente habrían recomendado estos metales. ¿Acaso no fue la misma combinación que buscaron los diseñadores alienígenas para proteger a la Luna?”, cuestionaron los científicos rusos. Según Shcherbakov y Vasin, desde el punto de vista de la ingeniería, esta nave espacial antigua que llamamos Luna está construida de manera magnífica. Los investigadores detallaron las razones de su extrema longevidad, aunque descartaron que aún albergue vida extraterrestre. “No imaginamos que la Luna siga habitada, y probablemente muchos de sus dispositivos automáticos también dejaron de funcionar, como por ejemplo los estabilizadores. Aunque el satélite mantiene una misma cara girada hacia nosotros, desde hace algún tiempo se tambalea sobre su propio eje, mostrándonos en ocasiones parte de su reverso que antes era invisible para los observadores desde la Tierra”, argumentaron. Para los científicos rusos, el tiempo trascurrido hizo que la tecnología de la nave se dañara. “Tanto el fuselaje como los instrumentos se fueron desintegrado en cierta medida. Algunas costuras de la carcasa interior evidentemente se separaron. Por eso, suponemos que las largas cadenas de pequeños cráteres que antes se atribuían a la actividad volcánica se produjeron por erupciones de gas a través de las grietas aparecidas en el blindaje y como resultado de accidentes”, explicaron. Y agregaron: “Una de las características más espléndidas del paisaje lunar, un muro recto de casi 500 metros de altura y casi 100 kilómetros de largo, se formó como resultado de que una de las placas del blindaje se dobló por el impacto de los meteoritos y se levantó uno de sus bordes rectos y uniformes”. Shcherbakov y Vasin dedujeron que los habitantes de la Luna tomaron las medidas necesarias para solucionar los efectos del bombardeo de meteoritos como emparchar los orificios en el escudo exterior que cubre la coraza interior. “Para ello, probablemente se utilizaba una sustancia dentro del núcleo lunar, con la que se fabricaba una especie de ‘cemento’. Una vez procesado, este componente se enviaba por tuberías hacia aquellos lugares de la superficie donde se necesitaba”, dijeron. Y ahondaron en la suposición de que el satélite terrestre está averiado y necesita reparaciones. “Los astrónomos descubrieron variaciones en los campos gravitacionales cerca de los grandes mares. Creemos que la razón es que los mares de la Luna son en realidad zonas en las que se arrancó la capa protectora del revestimiento de la armadura. Para reparar los daños en estas vastas extensiones, la instalación que produce la sustancia reparadora tendría que haber sido llevada inmediatamente hacia el lugar para poder inundar la zona con su ‘cemento’”, declararon. Y para finalizar, Shcherbakov y Vasin dejaron planteada su extravagante postura aunque invitaron a realizar una reflexión. “¿Qué es hoy la Luna? ¿Una colosal necrópolis, una ciudad de los muertos donde se extinguió alguna forma de vida? ¿O una nave abandonada por su tripulación y controlada de manera automática? A la espera de las pruebas definitivas, nuestra hipótesis puede parecer descabellada, pero creemos que las cuestiones que hemos planteado proporcionan suficiente sustento para una consideración seria sobre el asunto. El resultado puede ser el esclarecimiento de muchos enigmas lunares”, concluyeron. Esperemos que ahora que existe un renovado interés por parte de China, EE.UU. y Rusia - entre otros países - por ‘volver’ la Luna y crear bases permanentes en ella, estos secretos sean dilucidados, a menos claro, que pretendan seguir ocultándonos la verdad.