TIEMPOS DEL MUNDO

jueves, 24 de marzo de 2016

UN ENIGMA SIN RESOLVER: ¿Existen motivos para dudar de la existencia de Jesús?

¿Quién fue Jesús de Nazaret? Una pregunta que se han hecho numerosos académicos y teólogos a lo largo de los siglos para tratar de desentrañar los misterios que rodean a esta enigmática figura y que debido a las serias inconsistencias que lo rodean, se ha llegado inclusive a poner en duda su existencia y muchos lo consideran un mito, aunque otros crean lo contrario. En efecto, cuentan las Escrituras que Jesús fue un predicador que vivió en las regiones de Galilea y Judea entre comienzos del siglo I y el año 30, cuando fue ejecutado bajo el gobierno del procurador romano Poncio Pilato, debido a las fuertes presiones ejercidas sobre el por los judíos, quienes querían verlo muerto a toda costa por el odio irracional que le tenían - debido a que en reiteradas ocasiones Jesús les enrostro su hipocresía y maldad - y debido a ello, exigieron a viva voz su crucifixión y para lograrlo, no dudaron en llegar a condenarse a si mismos al proclamar “que su sangre caiga sobre nosotros y la de nuestros hijos” (Mateo 27:25) convirtiéndose en un pueblo maldito y despreciado por la posteridad. La existencia de Cristo no se puso en duda durante siglos debido sobretodo al omnímodo poder que ejercía la Iglesia Católica, pero con la llegada de la Reforma, se dio paso a nuevas ideas que pusieron en entredicho una versión que casi todo el mundo daba por cierto. La verdad es que no existe un solo documento contemporáneo que constate la existencia de Jesús. Todo lo que sabemos sobre su figura (históricamente hablando) viene dado por relatos redactados por los propios cristianos, unos 30 o 40 años luego de su muerte, los cuales - como podéis suponer - no tienen ninguna credibilidad. Si bien existen referencias históricas no cristianas sobre Jesús, vale la pena aclarar que son posteriores al tiempo en que se supone desarrolló su actividad. La alusión directa más antigua a Jesús de fuentes no cristianas se encuentra en las versiones mas tardías de la obra del historiador judío-romano Flavio Josefo titulado Antigüedades Judías, escrita en torno a los años 92 y 94 dC, más de cincuenta años después de la crucifixión de este. Sin embargo, es bueno precisar que en sus primeros escritos no aparecía palabra alguna sobre Jesús, por lo que estas frases que se le atribuyen a Josefo, fueron agregadas en versiones posteriores por algún apologista cristiano para justificar su recién creada religión. Al margen de los académicos apologistas quienes creen al pie de la letra lo que dicen los Evangelios, la mayoría de investigadores del Jesucristo histórico creen que su figura responde a una mitificación. Se trata este de un debate complejo, y fuertemente marcado por la subjetividad inherente a la espiritualidad de cada cual, pero es imposible negar que el sector negacionista cuenta al menos con cinco argumentos de peso que, aunque pueden ser discutidos, dan mucho que pensar. Estas son las siguientes: 1. No hay ninguna evidencia secular del siglo I que sostenga la existencia de Jesús. Sabemos que Jesús es la forma latinizada del verdadero nombre de Cristo, que debió ser Yeshúa, un nombre hebreo muy popular en la época. Durante siglos, los historiadores han buscado sin descanso cualquier referencia contemporánea a la persona de la que hablan los Evangelios, pero han fracasado. “¿Qué tipo de cosas tenían que decir los autores clásicos de la época de Jesús sobre él?”, se pregunta el doctor Bart Ehrman en su libro Jesus: Apocalyptic Prophet of the New Millenum (Oxford University Press). “Nada”, contesta. “Por extraño que pueda parecer, no existe ninguna mención a Jesús de ninguno de sus contemporáneos clásicos”, asegura Ehrman en su libro. “No existen registros de nacimiento, ni transcripciones de su juicio, ni certificados de defunción; no hay expresiones de interés, ni calumnias, ni referencias pasajeras. Nada. De hecho, si ampliamos nuestro campo de estudio a los años posteriores a su muerte – incluyendo todo el primer siglo de nuestra era – no hay ni una sola referencia a Jesús en cualquier fuente ni cristiana ni judía de cualquier tipo. Debo destacar que tenemos un gran número de documentos de la época: escritos de poetas, filósofos, historiadores, científicos, funcionarios del gobierno… Por no hablar de la gran colección de inscripciones en piedra, cartas privadas y documentos legales en papiro. En ninguno de estos documentos aparece siquiera el nombre de Jesús”. 2. Los primeros escritores del Nuevo Testamento ignoraban los detalles de la vida de Jesús que van apareciendo en posteriores manuscritos. Por ejemplo, Pablo el Apóstol no da cuenta de ninguna Inmaculada Concepción (aunque los teólogos se han esforzado en hacer entrar a la fuerza en el dogma contradicciones lógicas evidentes, sustituyéndolas por aparatosos saltos de fe), de ninguna Estrella de Oriente y de ningún milagro. ¿Es que Pablo no conocía bien a su famoso maestro? De hecho, el apóstol ni siquiera menciona que Jesús tuviera discípulos; Pablo, el más cristiano de los cristianos, a menudo se opone a los otros discípulos por no considerarlos verdaderos cristianos. El teólogo liberal Marcus Borg afirma que en la forma actual del Nuevo Testamento, “colocar los Evangelios después de Pablo es muestra de que, como documentos escritos, no son la fuente del Cristianismo, sino un producto suyo. El Evangelio –las buenas nuevas— acerca de Jesús y ajenas a él, existieron antes de los Evangelios. Son productos de las primeras comunidades cristianas muchas décadas antes de la vida del Jesús histórico y nos dicen cómo veían estas comunidades su significación en el contexto histórico". 3. Los Evangelios no son relatos de primera mano sobre la vida de Jesucristo. Desde los tiempos de Hammurabi era una práctica común ofrendar la autoría de una obra a una autoridad famosa, desde reyes hasta dioses. Sabemos que los cuatro Evangelios bíblicos correspondientes a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, no fueron escritos por ellos. De hecho, los nombres de los Evangelios fueron fijados en el siglo II de nuestra era, años después de que todos los discípulos históricos pudieran haber vivido. Los investigadores creen que las cartas de Pablo (de la 6ª a la 13ª) son genuinas, pero ni en ellas existe una mención a algún evento de primera mano --por otro lado, un procedimiento histórico muy común en la literatura antigua: Herodoto narra vivamente eventos que tuvieron lugar siglos antes de su nacimiento, y durante siglos se le consideró una fuente histórica confiable.4. Los Evangelios (única fuente histórica de Jesús) se contradicen entre si. Aunque Marcos es considerado el primer texto sobre la vida de Jesús, los análisis lingüísticos sugieren que Lucas y Mateo simplemente trabajaron sobre el texto de Marcos, añadiendo correcciones y nuevos materiales. Es más, los discípulos ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre el lugar donde vieron a su maestro, luego de volver a la vida. Según Marco 16:7 y Mateo 28:7, el evento ocurrió en Galilea; pero según Lucas 24:33,36 y Juan 20:19, el hecho tuvo lugar en Jerusalén. Eso por no hablar del Evangelio de Juan, el más tardío, que es aún más contradictorio, porque se cree que fue escrito con un objetivo diferente y para un público distinto. 5. Los investigadores actuales que afirman haber encontrado evidencia del Jesús histórico también se contradicen. Robert Price afirma que “el Jesús histórico (si acaso hubo uno) pudo bien haber sido un rey mesiánico, o un fariseo progresista, o un chamán de Galilea, o un místico, o un sabio helénico. Pero sin duda no pudo haber sido todos al mismo tiempo". David Fitzgerald, por su parte, concluye que la cuestión del Jesús histórico no puede evadirse de las ficcionalizaciones que los académicos realizan al tratar de reconstruirlo. Probablemente ocurriría lo mismo si tratáramos de probar la existencia histórica de Siddharta Gautama o de alguna de las más de 44 variantes conocidas del mito de Hércules. Pablo y el resto de la primera generación de cristianos integraron la traducción Septuaginta de las escrituras hebreas con ritos paganos y otros provenientes del gnosticismo, para proveer de un relato maravilloso sobre un dios encarnado que volvió de entre los muertos al igual que hicieron antes los egipcios, persas, griegos e hindúes. Lo que es incontrovertible que este relato tomó tracción y, al ser adoptado como religión del Imperio Romano, alcanzó las cimas de poder que sigue detentando en nuestros días. Dicho en otras palabras, tal vez no podemos probar la existencia de Jesús, pero los efectos de esa discusión siguen impactando en el mundo.