TIEMPOS DEL MUNDO
jueves, 19 de noviembre de 2020
GÁRGOLAS: Silenciosos vigilantes de la oscuridad
Las hemos visto en películas, hemos leído sobre ellas y nos han observado desde las alturas cuando paseamos por los alrededores de las iglesias, catedrales y castillos de Europa. Las gárgolas son terrores nocturnos y guardianes a la vez, monstruosas criaturas de piedra que acechan a los malvados y protegen las construcciones sagradas desde hace siglos. Estas figuras vivieron su auge durante la Edad Media, con la arquitectura gótica, pero llevan con nosotros mucho más tiempo.¿Sabemos para qué sirven realmente y qué representan? ¿Son gárgolas todas las figuras a las que les damos ese nombre? Empezar por el principio suele ser una buena opción. El término ‘gárgola’ viene del latín gurgulio (garganta) y a su vez este es un préstamo del griego γαργαρίζω (hacer gárgaras). Se trata de piezas talladas con forma de animales (reales o fantásticos) o personas que se colocan al final de los conductos que canalizan el agua desde los tejados del edificio hasta el suelo para que caigan y no dañen los muros o se acumulen en el techo. Aunque, como ya hemos señalado, se popularizaron en el Medievo y especialmente con la arquitectura gótica, las gárgolas ya eran utilizadas en la Edad Antigua por civilizaciones como la egipcia, la griega o la romana. Todavía se pueden apreciar algunas de las piezas que se colocaban en los palacios de Pompeya para filtrar el agua. En un principio, los aspectos más comunes que se daban a las gárgolas eran las de animales reales que guardaran algún simbolismo para quienes las hacían como aves, leones o perros. Las figuras cuentan con un canal en la espalda que está unido al sistema de canalización por el que el agua que ha caído sobre el tejado discurre hasta la gárgola y cae a través de su boca. Para conseguir que el agua cayera a cierta distancia de los muros del edificio, se las representaba con gargantas muy largas o con todo el cuerpo en lugar de solo la cabeza. Por eso son protuberantes y, cuanto más sobresalientes son, mejor cumplen su labor, expulsando el agua lejos de las paredes de piedra que conforman su estructura. La caída de Roma del año 476 dio paso de la Edad Antigua a la Edad Media y con ella grandes cambios para el mundo entero. En Europa, la influencia de la Iglesia Católica creció hasta límites insospechados y fue en sus lugares de culto donde las gárgolas encontraron un nuevo refugio. Curiosamente, fue en estos momentos cuando las figuras de animales reales pasaron a un segundo plano y fueron las criaturas fantásticas (grothesque) las que poblaron los canalones de los edificios. Seguía siendo posible ver figuras humanas o de animales como leones, águilas o toros pero cada vez fue más común encontrarse con demonios, dragones, arpías, sirenas, grifos o híbridos de hombre y bestia. La Iglesia Catolica, conocedora de la escasa educación que tenía el pueblo llano y obcecada en su cruzada moralizante, introdujo en la estética de sus fachadas a estas criaturas malignas afirmando que eran un símbolo de protección ya que se mantenían fuera de la iglesia o la catedral en la que se posaban, ahuyentaban a los malos espíritus y confirmaban que el interior del edificio era perfectamente seguro para esas pobres almas que buscaban la salvación. También contamos con un origen mitológico en el que San Román mató a un dragón (Gargouille) mostrándole la cruz y, al no poder quemar ni su cabeza ni su cuello que eran inmunes al fuego, decidió colgarlos de los muros de su iglesia como advertencia. De esta forma, el gótico, el romanticismo y el neogótico mantuvieron vivas a las gárgolas y consiguieron que sobrepasaran su concepción como simple decoración o elemento aleccionador. Con el paso de los años, el término gárgola pasó a referirse a un tipo de criaturas concretas, similares a un demonio alado, que o bien eran siempre de piedra o se convertían en piedra y que empezaron a formar parte de las leyendas y la literatura fantástica hasta ser una criatura por sí misma. Muchos nos sorprenderemos al saber que las legendarias e hiperfotografiadas gárgolas de la hermosa catedral de Notre Dame, esas mismas que menciona Víctor Hugo y que Disney convirtió en una película, no son gárgolas sino quimeras. La gran diferencia radica en la utilidad: las gárgolas siempre cuentan con un canalón o conducto por el que sale agua y siguen un fin práctico mientras que las quimeras son figuras que, aun imitando la forma de las gárgolas, son puramente decorativas. Cabe destacar que estas estatuas que vigilan con sus ojos demoníacos a los cerca de 13 millones de turistas que visitan la catedral cada año y que están tan ligadas a la imagen de Notre Dame no forman parte de su construcción original, finalizada en 1345. Fueron añadidas recién a mediados del siglo XIX, durante un proyecto de restauración que se desarrolló entre 1843 y 1864, liderado por los arquitectos Eugène Viollet-le-Duc y Jean-Baptiste Lassus, quien falleció antes de que se completara la obra. Desde entonces, custodian fieramente la catedral y se han hecho parte inseparable de ella.